Concluyó en España el campeonato mundial de básquetbol con el triunfo, previsible, casi anunciado, del representativo de Estados Unidos. En el partido final, ante un buen equipo como el de Serbia, demostró toda la superioridad de su juego y la suficiencia de sus jugadores.

Ver también: Van para atrás
E inmediatamente me puse a pensar que hace que el básquetbol de los norteamericanos sea tan superior al resto y como el fútbol de argentina podría serlo de igual manera, partiendo de la base que tanto aquellos, como los nuestros, están dotados naturalmente para la práctica de cada uno de esos juegos.
En ambos casos, puede afirmarse, como se lo hizo aquí en épocas pasadas, que tanto el basquetbol en EEUU como el fútbol en argentina, son “hijos de la miseria”, por pobreza, limitación de recursos, desde luego, nunca como ahora en nuestro país, subalimentados, que impiden el normal desarrollo óseo y muscular. Hace ya unos 20 años que los buscadores de talentos de los clubes de Buenos Aires, salieron a las ciudades del interior donde decían estaban mejor alimentados en contraposición con los niños y jóvenes del conurbano bonaerense.
Porque aquí también como en el país del norte, los mejores jugadores son negros. Aquellos de raza, estos nuestros por definición antes que nada más cariñosa que despectiva.
No es casualidad que los considerados mejores jugadores del mundo sean argentinos. Di Stéfano, Maradona, Messi, son un claro ejemplo. Pero vale recordar el extraordinario recuerdo que han dejado en su paso otros como Sívori, Kempes, Valdano o Tévez y Palacios en la actualidad. Y en estos casos se trata de futbolistas que han desarrollado su carrera en Europa, se sabe, con mayor difusión mediática internacional. Hubiese sido igual para algunos que no tuvieron oportunidad de participar en aquellos torneos y que el aficionado argentino recuerda con admiración: el “chueco” Garcia o José Manuel Moreno, por citar solo un par de ejemplos.

¿Qué es lo que ha fallado para que el fútbol de argentina, como juego de equipo en una selección nacional no lograra los mismos éxitos? La negativa a promocionar la habilidad personal como fundamento esencial del espectáculo, anteponiendo la inventada necesidad de ganar de la forma que sea. Es así como se pondera la fuerza antes que la gambeta, el “huevo” antes que el “caño”. No es casualidad que se destaque a Mascherano, símbolo de la “garra”, menospreciándose a Messi por “pecho frío”. A esto hemos reducido nuestro fútbol famoso en el mundo entero por la calidad de sus intérpetres.
Tal vez sea momento de observar y tomar ejemplo de lo que ha hecho Estados Unidos con su mundialmente famosa NBA. Ha priorizado la “volcada”, la “faja”, el “dribling”, impidiendo reglamentariamente cualquier oposición desleal. Aquí debemos hacer lo mismo con los “caños”, “la rabona” y las “gambetas”, sancionando debidamente a quienes se sienten “gastados” y se permiten molerlos a patadas a quienes osan desarrollar esas virtudes. Y esto no es solo atributo de los árbitros, como bien sabemos, sino de la dirigencia y aún de los espectadores que ven con buenos ojos “acabar” con estos irrespetuosos.

Y es algo que debe ser inculcado desde las categorías formativas. Bien sabemos que desaparecidos los potreros, cuna de los mejores jugadores, han pasado a ser las escuelas de fútbol y los departamentos de menores de los clubes, quienes ocupan ese lugar. Debería ser mejor que aquellos antiguos potreros, donde los chicos aprendían por su cuenta. Sin embargo en aquellos improvisados campos de juego se tenía más respeto por los habilidosos. Las patadas fuera de lugar se dirimían con trompadas en el lugar adecuado, por eso se cuidaban. Cuanto más fácil resultaría hoy con un profesor que enseñe a desarrollar la técnica y corrija los excesos de la fuerza mal empleada.
Tal vez una de las cosas más negativas de los entrenadores de categorías formativas sea la de erradicar en los chicos de Argentina, esa natural inclinación que tienen para el “barullo”, es decir la virtud de hacer lo más impensado, tanto sea con la pelota en los pies como sin ella. Tengo para mí que esta virtud, la de ser barullero, como el dominio de un miembro tan inhábil como el pié, es propio de una ancestral cultura tan antigua como el gaucho mismo. Para ello recuerdo que una habilidad muy propia es la destreza con las piernas en la danza del malambo. (Ver nota sobre el malambo).
Como en tantos órdenes de la vida cotidiana, malgastamos los talentos. Por alguna razón, divina dicen muchos, estamos dotados de buenas tierras, buenos alimentos, buenos recursos naturales y también de buenos futbolistas, para mi apreciación, los mejores del mundo. ¿No será hora de aprovecharlos?
Mario R. Martín