Nuevas implicancias en el caso de Juan Suris, el narcotraficante detenido en Bahía Blanca. A pocos días de convertirse en noticia nacional a raíz de las investigaciones del periodista Alconada Mon, del diario La Nación, primero y de la conferencia de prensa del titular de la AFIP, Etchegaray, ahora es noticia porque en el marco de las investigaciones que se siguen, allanaron las oficinas donde funcionan la radio y la página web “La Brújula”.
Como sucede en estos casos donde alguien es investigado en busca de pistas pero no acusado de nada, quien se considera víctima encuentra y explica razones oscuras en el accionar de la justicia, respondiendo preguntas que nadie hizo. “No hay nada más absurdo que responder a una pregunta que nadie formuló” ha dicho un famoso escritor norteamericano, pero nuestra escasa cultura no nos hace leer lo conveniente y aprender lo beneficioso. (Ver a propósito: No hay diferencias, Majul).
Todo en la Argentina se pone en discusión. Nadie quiere someterse libremente a investigaciones policiales y el accionar de la justicia, mientras esta es mirada con recelo, muchas veces justificado ante las conductas de ciertos jueces y fiscales. En una ciudad, donde después de 10 años aun no puede dilucidarse en asesinato del doctor Felipe Glassman, un poderoso médico gremialista, ¿qué queda para un simple ciudadano sin vinculaciones? No es el caso de La Brújula, por cierto, con fuertes vinculaciones con quienes ostentan algunos de los poderes en la Ciudad, pero de todas maneras es aprovechado, sea para echar más confusión al tema, sea para lograr audiencia en sus medios.
En Bahía Blanca, en el caso que nos ocupa y en la Argentina, todo se ha convertido en la realidad de la novela “El Padrino” de Mario Puzo, que la presidenta Cristina Fernandez recomendó leer, ya sea como conocimiento de los procederes de poderosos, ricos y famosos, ya sea como advertencia de los que les puede pasar a quienes osen investigar y denunciar.
Lo cierto es que las conductas de los actores que ocupan las planas de diarios, los minutos de televisión, las horas de radio o los días de las redes sociales, se asemejan a aquella ficción de Puzo, tomada de una realidad vivida en los Estados Unidos y acabada con una ejemplar decisión de designar más de 200 fiscales ignotos, impolutos y alejados de los hasta entonces protagonistas políticos, judiciales y empresariales. Apoyados por medios periodísticos independientes, humildes, fundamentalmente, sin pautas publicitarias oficiales.
Es difícil que algo así suceda en la Argentina, con una sociedad siempre dispuesta a hacer pactos con las dificultades antes que enfrentarse a ellas. Pero siempre hay esperanzas de que algo suceda, sin desear sean cosas trágicas o dramáticas.