Ya pasaron meses desde que se impuso la moda de echarse un baldazo de agua helada para concientizar acerca de la Esclerosis Lateral Amiotrófica, campaña a la que se sumaron referentes políticos de todo el arco ideológico argentino. Pero esta semana, nuestra sociedad entera amaneció el lunes recibiendo otro baldazo de agua fría.
La dudosa muerte del Fiscal Alberto Nisman, días después de haber acusado de encubrimiento a la Presidente Cristina Fernández de Kirchner, así como también a un grupo de funcionarios, legisladores y “referentes sociales” allegado al oficialismo, como mínimo, despierta sospechas. Sea que estas sospechas se confirmen o no, lo cierto es que la muerte de un Fiscal Federal a cargo de la investigación del atentado terrorista más importante acontecido en nuestro territorio es una nueva obstrucción al accionar del Poder Judicial. A esto podemos sumar otras obstrucciones: la designación apurada de Fiscales adeptos al kirchnerismo protagonizada por Gils Carbó, la reforma judicial que motivó la manifestación conocida como #18A en 2013, el intento de destitución de Campagnoli, o la cantidad de Jueces obsecuentes que protegen al círculo íntimo de nuestra máxima mandataria (entre ellos, Norberto Oyarbide).
Respecto de nuestro Poder Legislativo, y de los impedimentos que tiene para ser funcional al modelo republicano de gobierno, Constanza Mazzina escribió un artículo (El rol del Poder Legislativo) a fines del año pasado que resume problemas relacionados con la baja especialización de los legisladores, y la producción y presentación de proyectos de ley, a lo que se suma la utilización de las bancas como trampolín político y otros obstáculos. Cabe mencionar también que al día de hoy, el oficialismo cuenta con la posibilidad de conformar mayorías en ambas cámaras fácilmente (sumando legisladores propios y aliados).
La división de poderes, el control mutuo de estos, o “la interpenetración parcial de poderes relativamente autónomos y equilibrados” como lo definió Guillermo O’Donnell, es un elemento clave del republicanismo. De más está decir, que hoy no podemos afirmar que nuestros poderes sean relativamente autónomos ni equilibrados.
Por otro lado, el derecho a informarnos libremente, si bien no se ve censurado, se ve al menos obstruido. A la nueva Ley de Medios, se sumaron la compra de diarios, canales, radios y revistas por parte de empresarios amigos del gobierno, la inversión en propaganda oficial y el presupuesto destinado a Fútbol Para Todos, que supuestamente se iba a recuperar en pauta privada, y sólo sirvió para darle otro espacio de alto rating al kirchnerismo para contar las “bondades” de su gestión. Todos estos son ejemplos de los intentos del oficialismo de relatar una única versión legítima de la realidad, mientras demoniza a cualquier medio opositor que muestre una verdad distinta (claramente alineada a sus propios intereses políticos o económicos).
Lejos del terreno de los medios masivos de comunicación, es aun imposible para un ciudadano de a pie enterarse de lo que sucede en nuestro país. Las estadísticas oficiales son directamente mentiras inventadas por el INDEC y el acceso a la información pública es limitado en el mejor de los casos (intenten conseguir el presupuesto de la Legislatura Bonaerense y en qué se utiliza).
Robert Dahl, uno de los politólogos contemporáneos más importantes (fallecido a principios del año pasado) identificó las características que definen un régimen democrático. Lamentablemente, no podemos decir que en nuestro país se cumplan todas ellas. Si bien podemos elegir “libremente” a nuestros representantes políticos, nuestro sistema electoral está diseñado para favorecer a los grandes partidos que dominan el escenario político desde hace décadas. Las listas sábanas, la fuerte participación de los Intendentes y Gobernadores a través de los empleados públicos en el proceso electoral, y en gran parte la ignorancia e indiferencia de buena parte de la población, lastiman la libertad de elegir y la imparcialidad del proceso. Y si bien todos los ciudadanos tienen derecho a concurrir como candidatos a cargos electivos, ¿cuántos pueden presentarse con posibilidades reales de ganar? ¿En qué medida el éxito o fracaso de estos hipotéticos nuevos candidatos depende de que cuente con un elevado patrimonio o con el apoyo de un partido tradicional? Como ya vimos, el acceso a medios alternativos de información es reducido, y la libertad de expresión existe, pero ¿cómo hacemos para hablar, y hacer que alguien nos quiera escuchar?
Pasamos los últimos años celebrando que recuperamos la democracia y la sostuvimos por más de 30 años. Hoy muchas cosas nos llevan a tener que replantearnos si realmente recuperamos la democracia, y si no la perdimos de nuevo en el camino. El lunes por la tarde, escuché de personas mayores que sufrieron en carne propia el terrorismo de Estado de los años 70, que ese día, por primera vez en más de 3 décadas, volvieron a tener miedo. No tenemos que esperar al próximo baldazo de agua fría para darnos cuenta de que estamos perdiendo la democracia, otra vez.
(*) Lenny Stewart Usher
Analista Político e Internacionalista – Becario FURP
Tigre, Buenos Aires, Argentina