Desde hace varios años se insiste en la idea de que hay un cambio en el clima en el planeta Tierra. Las primeras noticias al respecto hablaban de mayores o menores temperaturas, distinto régimen de lluvias, vientos, humedad del ambiente, etc.
Comenzaron a ocuparse del tema desde distintos estamentos, llegando a Congresos, Seminarios, cumbres de Países y la Organización Naciones Unidas, advirtiendo sobre el problema y buscando soluciones.
Hace un par de años se precisó en que el clima cambia como consecuencia de las acciones que el hombre lleva a cabo en las desforestaciones de bosques, selvas y reservas naturales, la proliferación de máquinas y vehículos que emanan gases contaminantes, el extraordinario incremento en el uso de aerosoles y otras varias tecnologías que se han incorporado a la vida diarias de las personas.
En realidad es una ligereza hablar de cambio de clima cuando no se tienen registros que puedan corroborarlo, desde el momento que los datos son a lo sumo desde 150 años a esta parte, una porción de tiempo insignificante para la edad de la humanidad. Imposible establecer una comparación de los diversos ciclos que pudiera haber tenido.
Lo que hay que decir con claridad es que lo que cambia es la incidencia de ese clima, que es el mismo y cíclico, sobre las ciudades y áreas despobladas que han sufrido transformaciones, algunas por causas del progreso (asfalto, vehículos, irradiaciones) y otras por la desaprensiva actitud del hombre en desforestar o cambiar cursos de ríos y arroyos.
Un registro al que hemos tenido acceso está confeccionado por el Ingº Agrónomo Adolfo Glave, ex profesional de la Estación Experimental Darregueira, dependiente del INTA Bordenave (en el distrito de Puan, provincia de Buenos Aires), consultor de organizaciones agropecuarias de Canadá e Israel, ignorado en Argentina pese a que ganó un premio de la Fundación Cargill por sus estudios sobre el clima de la región sub pampeana (Oeste y sub oeste de la provincia de Buenos Aires, sur de Córdoba y centro y sur provincia de La Pampa). Lleva las estadísticas desde el año 1963 y ha conseguido datos ciertos desde el año 1880.
En ellos se ve claramente como las temperaturas y régimen de lluvias, han sido similares, con registros extremos en más o en menos, cada período de 50 años. Pero esa igual situación climática es imposible actúe de similar modo en un ciudad que en 1965 tenía 200 cuadras de adoquines (conserva la humedad, regula la temperatura) comparado con la misma ciudad con 2000 cuadras de asfalto, que no solo incrementa el calor sino que además impide el drenaje del agua de lluvia en la tierra. El mismo análisis hay que aplicarlo a una extensión de tierra cubierta de árboles o arbustos, habitada por animales, a la misma desmontada para hacer cultivos extensivos e intensivos.
Que oportuno resulta reproducir lo escrito por el ingeniero Glave en el año 2006: “Los hechos ocurridos en la región del sudoeste de la provincia de Buenos Aires y La Pampa, reafirman la teoría de los grandes períodos secos, semisecos, húmedos y muy húmedos. Los anegamientos que afectaron en épocas pasadas, entre fines de 1880 y principios del Siglo XX, se redujeron o desaparecieron en la fase seca a semiseca de 1925 a 1975, para nuevamente hacer su aparición durante la fase húmeda de 1975 a 2005.
La introducción de nuevo cultivares en la región, la modalidad de producción, el manejo no conservacionista de los suelos y formas de vida, nos deben llevar a reflexionar si en un futuro no muy lejano (2015 a 2020), no tendremos que cambiar nuestras actitudes modernas ante un nuevo avance de una fase seca a semiseca”.
La encíclica “Laudato Si”, del Papa Francisco, es una maravillosa intervención para esclarecer sobre el comportamiento del hombre sobre la tierra, que llama “la casa de todos” y convoca a trabajos conjuntos para evitar que esta “casa” se transforme en des habitable.
En notas adjuntas encontrarán precisiones y valiosas consideraciones sobre la encíclica. Nosotros en cambio nos referiremos a ejemplos concretos sobre los desaciertos que se han cometido, se cometen en la búsqueda de soluciones y recomendaciones sobre lo que en realidad debe hacerse, remitiéndonos a nuestra “pequeña casa de todos”, la sexta sección, la región de pertenencia que nos ocupa.
Hace algunos días la Municipalidad de Patagones, junto a autoridades del Banco Mundial, presentaron un proyecto “para mejorar el manejo sostenible de la tierra en el sudoeste bonaerense”, con el ampuloso lema de “Aumentando la resiliencia climática y mejorando el manejo sostenible de la tierra en el sudoeste de la Provincia de Buenos Aires” y que en realidad solo es una cortina de humo para realizar obras no especificadas que huelen a negocios dinerarios, desde el momento que ya hablan de 4 millones de dólares, que pondrán los contribuyentes de Patagones.
El mismo intendente de Patagones, Ricardo Curetti, en la presentación dijo: “nadie puede olvidar la desertificación sufrida años atrás en Patagones, situación que proyectó este trabajo, para mejorar la obtención del recurso en el distrito”, olvidando decir dos cosas: 1) La desertificación se produjo por la irresponsable actitud de los propietarios de los campos de eliminar la vegetación existente, montes de piquillines y chañares, para transformarla de campos de cría de vacunos a cultivo de soja y 2) La responsabilidad que les cabe a los funcionarios por haber permitido que esto se realizara. Uno de ellos es el mismo Curetti que habla de desertificación como “una maldición del cielo”
Lo que no dijeron estos ignorantes, inescrupulosos y mentirosos del medio ambiente, pese a los títulos que puedan exhibir, es que hay que regresar al punto de partida, volver a forestar y no como proponen “adaptarse al cambio climático”. Es exactamente lo contrario, imbéciles, hay que dejar la tierra en condiciones aptas para el clima y este no cambiará.
Es aquí cuando se advierte que las políticas diseñadas desde el estado y bueno es traer a colación un párrafo de la encíclica del Papa, “ningún proyecto puede ser eficaz si no está animado por una conciencia formada y responsable”, solo han servido para degradar las conciencias y los comportamientos a cambio de promesas de ganancias que finalmente van a los bolsillos de quienes las diseñan. Consumado el daño, le echan la culpa al cambio climático.
Podríamos citar otros ejemplos del poco cuidado que se ha tenido en la “casa de todos”, pero este artículo, como cada nota que publicamos, no apunta a escandalizar sino a educar, señalando de qué modo podemos “ser capaces de intervenir positivamente”, ya que “no todo está perdido, porque los seres humanos, capaces de degradarse hasta el extremo, pueden también superarse, volver a elegir el bien y regenerarse”, como expone el Papa Francisco.
Ver también: «Laudato si’», Encíclica del Papa Francisco