En la medida que avanzan las investigaciones en cuanto a los mecanismos de la enfermedad y a cómo abordarla, el desafío para controlar los síntomas, y en un futuro no muy lejano, curarla, parece próximo a cumplirse.
El cáncer de ovario es un tumor infrecuente, pero representa el segundo en mortalidad en nuestro país entre los tumores ginecológicos. Esto es en gran parte porque la gran mayoría de las pacientes se presentan con etapas avanzadas de la enfermedad, dada la baja precisión de los métodos de diagnósticos actuales para detectarlo en forma temprana en pacientes que no tienen síntomas de la enfermedad.
Es por esto que a pesar de haber recibido un tratamiento eficaz al momento de diagnosticarlo (cirugía y quimioterapia), la mayoría de las pacientes presentan recaídas en los primeros dos años.
Es importante que al momento de ser intervenidas, las pacientes sean operadas por cirujanos oncológicos, ya que una cirugía adecuada (la que deja el menor residuo de enfermedad posible) es el gesto terapéutico que más beneficia a las pacientes y que mayor impacto positivo tendrá en la evolución de esta enfermedad.
Si bien las recidivas son eventos frecuentes a lo largo de la historia de una paciente con cáncer de ovario, cada vez se disponen de nuevos y mejores fármacos que prolongan los intervalos entre estas reapariciones, convirtiendo a este cáncer en una enfermedad crónica, con pacientes que gozan de sobrevidas prolongadas aun cuando al momento del diagnóstico se presentaron con una enfermedad ya diseminada.
Dado que la administración de estos nuevos fármacos en los intervalos entre las recidivas (“fase de mantenimiento”) puede ser prolongada, se trata de que tengan la menor toxicidad posible y que su impacto en la calidad de vida de las pacientes que los reciben no se vea muy alterada.
En ese sentido, han surgido medicamentos que atacan específicamente a las células tumorales impidiendo que se dividan, aprovechando un gen defectuoso que poseen las células del cáncer de ovario (BRCA 1 & 2). Las pacientes portadoras de esa mutación, ahora, son candidatas a recibir un tratamiento que actúa directamente en las células tumorales, sin toxicidad importante en el resto del organismo. Además, saber el estatus de mutación, le provee información que puede ayudar a prevenir cáncer de ovario y / o mama en sus parientes.
Gonzalo Giornelli MN 95.788 – Jefe de oncología génito-urinaria.
Instituto Alexander Fleming
Ver también
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