Al igual que en el mundial de Suecia de 1958, la Argentina vuelve a sufrir un “cachetazo” a la soberbia y las vanas ilusiones de ser “los mejores del mundo”. Esta vez sin embargo no es exclusiva culpa de los argentinos sino que arrastra los desmanejos de la dirigencia del fútbol sudamericano.
No es exagerado hacer responsables de la dolorosa derrota a manos de un ignoto equipo de una de las Ligas de menor trascendencia a nivel mundial, a quienes manejan el fútbol de la Argentina y de Sudamérica.
Es cierto que quien jugó y mal, fue River, pero algunos lo hicieron llegar hasta allí a costa de arreglar los partidos para poder concretar el gran negocio de una final entre él y Boca, con el vergonzoso final ya conocido.
River jugó mal toda la serie pero fue claramente favorecido con fallos venales que le permitieron sortear a Racing, Independiente y Gremio.
Por más que la prensa deportiva se encargó de disimularlo hablando de las bondades de algunos de sus jugadores y pontificando sobre la capacidad de su técnico, bastó un partido con un árbitro neutral para acabar con el “relato”. Y por suerte perdió con un equipo, en los análisis previos, de menor cuantía, de una de las Ligas más poderosas económicamente dicho, pero de escasa relevancia en competencias internacionales. Si hubiera llegado a la final, sus limitados atributos se habrían disimulado.
Cada tanto el fútbol de la Argentina vuelve a la realidad de sus miserias de los pies de un equipo al que consideramos ganable sin ningún tipo de dificultades. Caemos en la cuenta, a fuerza de golpes, de que vivimos en un mundo de artificio. Advertimos entonces que no somos nada futbolísticamente hablando, por más que contemos en nuestras canchas con muchos muy buenos jugadores.
No sería de demasiada trascendencia si sucediera solo en el fútbol, lo grave es que las mismas situaciones vivimos en nuestra vida diaria. La pobreza castiga a miles de compatriotas pero miramos para otro lado cobrando sueldos de países ricos. La desocupación alcanza a la mitad de la población pero seguimos reclamando aumentos para sostener una vida lujosa. No producimos alimentos, viviendas ni vestimentas, pero tenemos 4 x 4 y celulares de último modelo que pagamos con dinero que pedimos prestado.
Como en el fútbol, tenemos personas con excelentes cualidades pero adolecemos de planes, organización, honestidad, humildad, educación, apego al sacrificio y contracción al trabajo y se nos permiten dirigirnos improvisados e incapaces, ebrios de soberbia, engreídos como salvadores, mendaces y corruptos.
Así seguiremos perdiendo y preparémonos para soportar una goleada.