Exigir una infinita felicidad genera violencia
Por Cristina Llanos, de www.paginasdigital.es
Muchos de los casos de violencia de género encierran un mal más profundo. En el encuentro con el otro que es tan limitado como yo puede haber la tentación de exigirle una infinitud de felicidad o intentar cambiarle para hacerle a mi medida. Todo esto genera violencia.
En mi larga experiencia como abogada de oficio defendiendo a los presuntos maltratadores nunca se me dio la circunstancia de defender a una mujer maltratadora. Esto me parece significativo ya que culturalmente el varón no se ve denunciando los malos tratos que recibe de una mujer. El varón vive esa violencia doméstica en soledad. La mujer es más proclive a compartir sus problemas, por ello se ve reforzada a denunciar también por un deseo de proteger a sus hijos.
He visto denuncias por mujeres contra sus maridos o parejas, cuyo término es un juicio rápido, donde se resuelve –entre otras– imponer al maltratador una medida de alejamiento. Pues bien, he presenciado cómo la esposa o la mujer maltratada, directamente o por una amiga, intentan localizar y contactar con el sentenciado, incumpliendo el mandato judicial.
Este hecho, no poco frecuente, podía darse por varios motivos: desconocimiento, provocación o deseos de reanudar la convivencia. Les he visto llegar de la mano al juzgado solicitando la suspensión de la medida cautelar de alejamiento; he oído a una mujer pedir al fiscal que interceda para que no juzguen a su pareja por haber quebrantado la condena de la prohibición a acercarse a ella a menos de 500 metros: es que fueron encontrados en un hotel celebrando san Valentín.
Me daba cuenta de que aquel odio que se introdujo entre ellos había desaparecido. Porque el mal, al no tener raíz, no anida entre nosotros. Estamos hechos para el bien, e inconscientemente volvemos a vivir agarrados de la mano esperando el cumplimiento de esa promesa de felicidad que nació entre nosotros cuando nos enamoramos.
Quien se violente ante esta inclinación natural va contra su propia humanidad, se invierte, se enajena.
También he visto denuncias por mujeres a sus maridos o parejas que no se ajustaban a la realidad. Sí, es verdad que, y con seguridad, se partía de un grave conflicto que ya en el hogar se estuviera viviendo, pero he presenciado cómo mujeres simulaban la realidad, mentían.
Con una denuncia de una mujer formulada por teléfono narrando un miedo creíble, el varón es conducido por la policía a comisaría. Luego se averiguará lo sucedido. Y podrán, inclusive después, archivarse las diligencias con la consiguiente libertad para aquel presunto maltratador, pero durmió en el calabozo una noche.
Una simulación de delito por parte de la mujer debe abrir unas diligencias contra ella. No presencié nunca ninguna actuación en este sentido. Sí, por el contrario, severas amonestaciones verbales, por el juez y el fiscal, tanto a ella como a él.
¿Qué he aprendido de esta experiencia? Que tú, del que me enamoré aquel día, abriste en mí la esperanza de que tú ibas a solucionarme todos los problemas, que tú ibas a darme toda la felicidad que yo deseo en cada instante. Pero al no ser así, porque eres tan limitado como yo, puedo hacer dos cosas: exigirte esta infinitud de felicidad o intentar cambiarte para hacerte a mi medida.
Todo esto genera violencia.
Y no te abandono porque quiero que cumplas lo que en aquellos inicios intuí que tú me ibas a dar. Te poseo más y más hasta conseguirlo. Posesión que deriva siempre en violencia.
Si me distancio o dejo que te distancies, en vez de ser una ocasión para esperar, aprender, pedir ayuda… el miedo a la soledad me lo impide, porque el miedo ahoga.
Me falta hablar del perdón, punto necesario en toda relación. Pero el perdón es un Misterio.
Estos factores, ¿cómo van a ser contemplados por el legislador? ¿De qué recursos cuenta un juez para llegar hasta el fondo de lo que sucede en la intimidad de un hogar?
Por ello, nuestras normas sobre la violencia de género pueden paliar tímidamente el grave problema humano que encierra este delito. Y mientras una mujer muera víctima de esta criminalidad, ninguna autoridad judicial puede dejar sin investigar y recluir al presunto delincuente. Mientras siga sucediendo la muerte de una mujer, prescrita como violencia de género. Mientras siga sucediendo