Hace unos meses, el Congreso de la Nación sancionó la ley por la que se unificaron las cuatro mil hectáreas de la ex Reserva Otamendi con las 1.200 de la ex Reserva Natural Río Luján. El resultado es un espacio significativo para la conservación de la biodiversidad y la sustentabilidad de los servicios ambientales del humedal virgen más cercano a la ciudad de Buenos Aires.
El AMBA es la zona urbana común que conforman la ciudad de Buenos Aires con otros 40 municipios. Se trata casi de una megalópolis que se extiende desde Campana hasta La Plata en la que viven cerca de 15 millones de habitantes, es decir el 37% de la población argentina.
El vínculo entre sus habitantes y la naturaleza no solo no es de lo más fluido sino que el poco que queda se va perdiendo conforme aumentan los problemas ambientales que genera toda urbe: efluentes industriales, cloacas, basura y contaminación del agua y el aire.
Si se les pidiera a sus vecinos poner en marcha la imaginación para proyectar una recorrida por una región cargada de naturaleza, árboles y animales autóctonos, la fantasía los llevaría bien lejos, en un extenso viaje, hasta el interior profundo del país. Casi nadie mencionaría el espacio natural protegido del que disponen a escasos minutos de su vivienda o trabajo.
En efecto, a menos de una hora del obelisco se encuentra el Parque Nacional Ciervo de los Pantanos. Está ubicado en el noreste de la Provincia de Buenos Aires entre la Ruta Panamericana y el Río Paraná de las Palmas, todo en el partido de Campana. Tiene unas 5.500 hectáreas y allí podemos encontrar ambientes representativos de las eco regiones Delta e Islas del Paraná, Pampa y Espinal.
Dado que los ambientes naturales de Buenos Aires sufrieron una transformación intensa por obra del hombre, este «pulmón verde», donado por el ingeniero Rómulo Otamendi, constituye una oportunidad única para conocer nuestros paisajes originarios.
Los pastizales altos están dominados por enormes cortaderas o «colas de zorro», donde aves como los mistos y corbatitas encuentran un sitio clave donde vivir. En la barranca se conforman bosques naturales de talas, acompañados de saucos, ombúes y espinillos y son recorridos por zorzales, tacuaritas azules y pepiteros. Allí las comadrejas overas y gatos monteses encuentran refugio diurno. Los bajos inundables son el hogar de la mayor parte de especies amenazadas del área, entre las que se destaca el emblemático ciervo de los pantanos. La zona, además, fue declarada Sitio Ramsar y designada como Área Importante para la Conservación de las Aves.
Pero más allá de la posibilidad recreativa y educativa que ofrece este increíble remanso natural, uno de sus grandes propósitos es proteger el ecosistema con un cuerpo de profesionales preparados para esa tarea. «La importancia de cuidar esta biodiversidad que tiene bastante representación de especies autóctonas radica en que así se pueden proteger los servicios ecosistémicos que genera y que tendrían que ser más valorados por la sociedad» señaló Agustín Mezzabotta, guardaparque del lugar.
Algunas de las recorridas habituales del personal asignado se hacen en lancha, pues además del control de la caza furtiva sus profesionales deben combatir la presencia de pescadores. Lorena Loyza, que también es guarda parque, sostiene que esta lucha es muy dura. «El cuerpo de guardaparques nacionales tiene en sus manos el control y la fiscalización de las reglamentaciones ambientales, por lo tanto, ante un hecho de depredación tenemos la obligación de actuar y hacer que cese la infracción. Luego debemos secuestrar las armas, cañas o redes que se estén usando en ese ilícito», manifestó.
Un punto aparte de toda la labor desarrollada aquí es la tarea que hay detrás de uno de los principales propósitos del área protegida: salvar de la extinción al ciervo de los pantanos, animal que da nombre a este Parque y uno de los más emblemáticos de la fauna sudamericana.
Esta especie forma parte del selecto club de ciervos anfibios de la que quedan sólo tres representantes en el planeta: una en India y Nepal, otra en China y la nuestra en Sudamérica. Este silencioso habitante de bañados y humedales es capaz de atravesar grandes ríos a nado y de vadear terrenos movedizos con sus largas patas y sus pezuñas unidas por una membrana que le permiten sostenerse en el lodazal.
Yanina Berra, becaria del CONICET y miembro del Proyecto Ciervo de los Pantanos, tiene la función de proteger la especie pero no desde el control y la fiscalización sino desde la profundización del conocimiento científico y ambiental: «La principal amenaza del ciervo de los pantanos es, además de la caza furtiva, la pérdida de hábitat y los problemas sanitarios. Nuestra misión es estudiar cuáles son los patógenos o enfermedades que pueden llegar a afectar a estos ciervos», informó Berra.
El ciervo de los pantanos ha sido declarado Monumento Natural en algunas provincias y es uno de los animales más bellos de nuestra fauna autóctona. Sin embargo, ninguna de estas razones lo llevaron a prestar su nombre a la antigua Reserva Natural Otamendi hace apenas unos meses. El motivo es más triste: integra la lista roja de especies amenazadas en el mundo.
Los argentinos deben saber esto y conocer esta área protegida. Deberían disfrutarla y recorrerla. Y también difundir y apoyar su propósito: conseguir que este emblema de nuestros pantanos y humedales no desaparezca de su hábitat.
Para ese logro hacen falta no solo la convicción irrefutable del personal y las autoridades de la Administración de Parques Nacionales, sino también la voluntad y la acción concreta de funcionarios, organizaciones conservacionistas y la comunidad en general.
Fuente: Infobae