Análisis de los desafíos y contradicciones, sus amenazas externas, las debilidades propias y, también, el camino que siguieron los que alcanzaron el éxito.
Por: M.V. Horacio Baldovino (INDIV / Agrosale), de www.elproductorporcino.com
Hace unos días leí un artículo imperdible de Iris Speroni publicado en el diario La Prensa (1). Dicho informe explica con mucha claridad la realidad del sector y el desafío de pasar de producir para el mercado interno a exportar.
Lo que piden los productores porcinos ya lo venimos escuchando desde hace… crédito a tasas lógicas y baja en la presión impositiva, aunque esto último se percibe tan improbable.
Me permito transcribir un párrafo que sintetiza el impacto de esto último sobre la industria en general: “La Argentina no exporta productos elaborados porque cada eslabón de producción implica una nueva capa de impuestos. A menos elaboración, menos fletes y menos impuestos”.
Un par de años atrás, en el contexto de una amenaza de importación masiva de cortes de cerdo desde Norteamérica, un grupo de técnicos y productores redactamos una nota especialmente referida al riesgo sanitario que implicaba traer carne cruda desde países positivos a PRRS; pero agregamos a ese informe el pedido lógico de jugar con las mismas reglas que nuestros competidores del exterior: trajimos a cuenta que la carne que llega de Brasil y Norteamérica puede contener ractopamina, un agente que hace que los animales que lo consumen a través del alimento sean más eficientes en el depósito de proteínas haciendo más eficiente el aprovechamiento de lo que come. Esta sustancia tiene comercialización prohibida en Argentina, pero no está prohibido el uso. Sí, leyó bien. Nuestros competidores internacionales la pueden usar, pero nosotros no. No se puede comprar localmente porque su comercialización no está permitida, pero la carne importada la puede portar porque su uso no está prohibido.
Estamos acostumbrados a las contradicciones porque también somos contradictorios. Un segundo antes de pedir que les cierren las fronteras a las bondiolas norteamericanas estábamos rezongando por los costos de importación de equipos, ropa y celulares, y abogando por el mercado libre. Hasta que nos tocaron a nosotros. Ahí se acabó el fervor por el mercado libre.
A raíz de haber compartido esta publicación recibí una serie de variadas respuestas que me llevaron a recordar, entre otras cosas, los comentarios de muchos productores que he venido escuchando desde hace años.
El más extremo de estos comentarios fue que el Estado debe poner el precio al capón en pie para asegurar una ganancia a los productores. Como si en todas estas décadas nada hubiésemos aprendido de que los controles de precios no solucionan nada, que los precios son las señales que nos da el mercado para indicar una dirección hacia lo que se necesita y se demanda y lo que el consumidor está dispuesto a pagar; si se trastocan o falsifican esas señales se pierde contacto con la realidad. Hay infinidad de ejemplos en muchos países de lo que se puede destruir controlando precios.
El otro comentario que vino a mi memoria, quizá el que más he escuchado desde que me dedico a la producción porcina, es el de los productores que están a la pesca de algún crédito o subsidio, esperado por ellos como la salvación misma, el maná que cae del cielo.
De hecho, en algunas reuniones de productores organizadas por alguna entidad oficial o gremial la frase llamadora fue que se iban a anunciar líneas de crédito. De un extenso programa de una carilla con varios oradores de diversos temas desde técnicos hasta económicos, la única frase convocante infaliblemente es “se van a anunciar líneas de crédito”, eso es garantía de atracción de una cantidad no despreciable de asistentes.
He conversado mucho con esos productores -la mayoría pequeños- y alguno de ellos hoy exproductores, que han dejado la actividad por razones muy variadas, a veces por causas externas a la situación económica o a la productividad.
He visto que en muchas ocasiones se va detrás del espejismo de la financiación y del subsidio en busca de la salvación inmediata, en lugar de mirar de la tranquera para adentro. Es irrefutable y está demostrado: Si primero no se es eficiente en la granja, si no se produce a un costo razonable, no hay financiación, ni subsidio, ni nada, que cambie el color de los números.
El camino que han seguido los que hoy están produciendo en forma sustentable y han campeado las últimas crisis saliendo airosos, es el camino de la eficiencia, de trabajar sobre las cosas que más impactan en el resultado como la conversión alimenticia, la cantidad vendida por cada madre y parámetros reproductivos cada vez mejores; y también los que han sabido aprovechar el asociativismo para que la escala no los deje afuera.
Notas: (1) “El sector porcino necesita crédito para ir tras la aventura china”, 23/06/2019, LA PRENSA. Licenciada de Economía UBA, Master en Finanzas, Ucema. Posgrado Agronegocios, Agronomía UBA.