Un artículo de Tomás Loewy (*)
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Ahora es cuando más precisamos una buena dosis de pensamiento crítico: para entender lo que ocurre y tomar decisiones, vivir lo más inteligentemente la incertidumbre y abrir paso a algún tipo de transformación en nosotros y nuestra sociedad. Mª Ángeles Quesada.
Procesos y contextos
Los países no tienen autonomía ecológica, económica, sanitaria o biológica. Además de las crisis, más o menos generalizadas, en determinados situaciones sobrevienen encrucijadas y bifurcaciones no previstas. Siempre es bueno estar preparados para lo peor y predispuestos a capitalizar el evento hacia algo mejor.
Ahora tenemos más tiempo para pensar, aunque no sea exactamente lo que se estila, nos dice la filósofa citada en el epígrafe. En esta emergencia, sin querer queriendo, pasamos del «crecimiento económico» a «crecer de golpe», saliendo de una burbuja que ocultaba nuestros verdaderos problemas, valores, debilidades y fortalezas.
Para intentar alguna interpretación de lo que nos pasa, en distintos órdenes y escalas, debemos familiarizarnos con conceptos sistémicos, holísticos y de complejidad. Culturalmente, estamos «atrapados» en pensar sobre temas, sectores, personas o síntomas, por separado, sin ver la trama o el bosque. Esta falencia nos lleva a una relación inviable de los humanos entre sí y de los humanos con la naturaleza.
El mundo exhibe una complejidad inabarcable y la evolución de la sociedad puede apreciarse como un proceso de diferenciación sistémica, creciente y plural. Desde una célula hasta el universo, la vida transcurre en una serie de sistemas y subsistemas, relacionados. La homeostasis es el mecanismo inherente que estas unidades ejercen para mantener su funcionalidad.
La tendencia natural al desorden (entropía) se compensa con nuevas complejidades y este es el principio que mantiene la energía en los sistemas abiertos. Sin embargo, cuando los desequilibrios son irreversibles -internamente- sobreviene lo que en física se denomina el estado de «caos». A partir de allí, aparecen otros mecanismos para alcanzar un nuevo equilibrio, pero bajo otros parámetros.
La física da cuenta de estos procesos y ya se han elaborado analogías en las ciencias sociales. Es muy verosímil que el Covid 19 y/o el cambio climático disparen bifurcaciones, de gran calado, con resultados impredecibles y dramáticos para toda la sociedad. Aquí la homeostasis se torna en resiliencia ya que los humanos no estamos incluidos, necesariamente, en la ecuación.
Acciones
La resiliencia no es sólo la capacidad que tenemos para hacer frente a las adversidades: incluye la aptitud de superarse y aun de transformarnos frente a ellas. Apoyándonos en la tecnología, en la ciencia y el sentido común, la pregunta válida es si podemos «forzar» algo positivo -solidariamente- o seguiremos siendo parte del problema.
Un primer paso, proactivo, consiste en transitar desde una sociedad distópica a la vigencia de una utopía compartida. Frente al globalismo, preeminencia mundial de la economía, urge incorporar las otras dimensiones de la globalización: la ecológica, cultural, valórica y social. Para eso es esencial recuperar el rol decisivo de la política, más allá del poder corporativo.
La política, además de sobreponerse al poder económico, deberá legitimarse desde una sostenibilidad sistémica. En esta tarea, el poder y las ideologías lucen como antítesis de estas competencias. La progresiva cancelación del «pensamiento binario», es condición necesaria para acceder a un estadio superior: «unidad en diversidad». La vulnerabilidad de los sistemas es inversamente proporcional a la diversidad que contienen.
Culturalmente, deberíamos trocar los personalismos y otros «ismos» por algo conducente a una ética del bien común, sin descartar el cooperativismo y el cosmopolitismo. Es vital, además, jerarquizar a «los cuidadores» (salud, seguridad y educación). Entendiendo que somos parte de la naturaleza, no sus amos, afirmaremos que «yo soy si tú eres» y «nosotros somos si las comunidades, donde vivimos, son».
Y por casa como andamos….
En Argentina siempre apostamos a salir adelante, pero eso no basta. Falta saber si seguiremos repitiendo las fórmulas habituales o aprehenderemos algunas asignaturas básicas. Un objetivo -de oportunidad estratégica- sería dotar de sentido a la inédita situación a partir de un significativo cambio cultural.
Atacar las raíces de nuestros males implica no soslayar que nuestras desigualdades, formas de producir y consumir, deterioran la salud del ambiente y la vida misma. Pero, fundamentalmente, tenemos que elaborar una identidad-país aún ausente. Este es un requisito para fijar -después- un rumbo y una ubicación en esta sociedad-mundo. En ese punto, el «adelante» tendrá nombre y apellido y será un objetivo y un sentido existencial.
Para alcanzar las metas trazadas, es necesario exceder lo visible (síntomas) e indagar en las estructuras subyacentes (causas), apoyados siempre en sólidas instituciones.
En nuestro triple rol de actores, observadores y creadores, debemos ejercer una ciudadanía global. Así será posible restaurar, a un tiempo, grados de armonía social y con nuestro entorno.
(*) Tomás Loewy
Es Ingeniero Agrónomo (M. Sc.), graduado en la Universidad Nacional del Sur.
Ex técnico de INTA Bordenave y actual investigador en Desarrollo rural y Sostenibilidad. Contacto, tomasdarre@gmail.com