Luis Cardei, un cantor con aroma de barrio
Por José Valle
A Luisito lo conocí en el año 1989, en un viejo bodegón ubicado frente al monumento de Florencio Sánchez que se llamaba La Esquina de Arturito, en Pavón y Esteban de Luca, donde se fusionan los Barrios de San Cristóbal y Parque Patricios. Me llevó el recordado actor y cantante Juan Carlos Lamas, textualmente me dijo «se comen unas pastas geniales y hay un cantor que es un fenómeno, se llama Luis Cardei», fuimos y de entrada me llamó la atención un cartel pegado al vidrio que decía: “Hoy, riñoncitos al verdeo. Luis Cardei y Antonito”.
Quedé fascinado con el cantor y su acompañante, un bandoneonista «orejero», petiso, con poco pelo, cara de buenazo y que se tocaba todo, se llamaba Antonio Pisano.
Cardei fue un cantor intimista, de voz confidencial, con un fraseo sutil y delicado que generaba un ambiente emotivo, de esas sensaciones que pasan por el alma, desgranando las historias que contaban los tangos.
Después de la cena -unos ravioles geniales- Lamas me presenta a Cardei, tomamos varios whiskys y charlamos casi dos horas. A partir de ese día, comencé a recomendarlo y fui seguido a ver el show, acompañado con amigos como el Flaco Morán, Delfor Medina, Rolando Chaves, Raúl Carrel, el Pato Pastoriza, el negro Luis Aranda y los ex boxeadores Alfredo Prada y Abel Laudonio entre otros. Con el tiempo nos tratamos muchísimo con Luisito.
Era una extraordinaria persona, un tipo de barrio, que sabía caminar muy bien la «lleca» y un cantor único e irrepetible, el último gran «diceur» del tango. Sus versiones de “Madrugada”, “Ventarrón”, “Viejo Baldío”, “Trasnochando”, “La Última”, “Temblando” y “Volvamos a empezar” son verdaderas joyas del género.
Luisito era una catarata de anécdotas, una vez estábamos comiendo pizza en la Tuñin de Rivadavia y Castro Barros, después de ver una pelea de Hugo «pajarito” Hernández enfrentando al cordobés Raúl Roque Bianco en la Federación de Box, y me dice te voy a contar una de boxeo y me relata lo siguiente: «Una vez, me tocó actuar en el club Unidos, de Pompeya. El escenario previsto para el show lo habían usado para un encuentro político, así que cuando pregunté dónde iba a cantar me señalaron un lugar que era un ¡ring de boxeo!. Le sacaron las cuerdas y se convirtió en escenario de tango. Cuando subí saludé a la gente como lo hacen los boxeadores. La gente se mataba de risa, pero yo me sentía Cassius Clay».
Biografía
Luis Cardei nació el lunes 3 julio 1944 en el Hospital Pirovano del barrio de Villa Urquiza. Hijo de Catalina Fontanella y Luis Eduardo (cantor de tangos y eximio bailarín que falleció muy joven, a los 39 años).
Tuvo una infancia atípica porque padecía la denominada «enfermedad de los reyes», hemofilia, que es un trastorno hemorrágico hereditario en el cual la sangre no se coagula de manera adecuada. Esto puede causar hemorragias, tanto espontáneas como después de una operación o de tener una lesión. Para colmo de males también fue víctima de poliomielitis.
Su infancia fue a pura radio, vivía escuchando fútbol (era fanático del wing izquierdo de «La máquina» de River, Félix Loustau) y tango; el sueño del pequeño Luisito era convertirse en cantor de tangos, ser como su adorado Carlos Gardel. También sentía admiración por el excelente cantor Raúl Berón.
Comenzó a cantar alentado por los amigos del barrio, actuaba en pequeños reductos de Monserrat, Chacarita, La Paternal y Villa Urquiza.
Para sobrellevar los intensos dolores que padecía por su enfermedad se hizo adicto a la heroína.
Fue levantador de quiniela y hasta propietario de un caballo de carrera, él lo relataba así «En 1968, unos amigos del barrio me regalaron una parte de una yegua que se llamaba Democracia y yo me convertí en su cuidador; la visitaba todos los días, le llevaba las zanahorias, los remedios. Pero no fue exitosa, no tenía cuore».
Se casó con Inés y en el año 1975 nació su único hijo, Alfredo.
Luis contaba siempre como había conocido a Antonio Pisano: “Fue en la cochería Banchero del Barrio de San Cristóbal… Ahí, en el fondo, entre los ataúdes, se reunía un grupo de artistas y se armaba una linda peña. El dueño de casa, Rómulo Banchero, me presentó una noche a Antonito y largamos: el primer tango que hicimos fue ‘El bulín de calle Ayacucho’. En 1982 empezamos en lo de Arturito y estuvimos casi 14 años seguidos”.
Grabó tres discos: “De madrugada”, “Tangos de ayer” y “Simplemente Luisito”.
Pasó a actuar en reductos como la librería Gandhi, Casablanca y en El Club del Vino.
El diario Le Monde de París, en febrero de 1995 publicó una extensa nota que título “Le boiteaux fascinant” (El rengo fascinante), donde detallaba el rotundo éxito de Luis y la gran cantidad de seguidores que tenía, destacando a intelectuales, artistas, cineastas, bohemios y tangueros de paladar negro.
En ese momento llega a su vida el amor verdadero y él lo relataba así: «me enamoré como un loco, de una piba hermosa, joven, inteligente, una mina distinta». Se trataba de María Maratea (escritora, productora y agente de prensa); me consta que con ella Luis fue inmensamente feliz. María Maratea es la autora de una biografía genial del cantor que se titula «Cardei» editada por Galerna.
En 1997 puso su propia tanguería en el paseo La Plaza, «Donde tallan los recuerdos. La casa de Luis Cardei». No funcionó económicamente, pero quedó una gran anécdota: estaba armando el elenco y aparece un cantor de la nueva generación (bastante conocido), Luis le explica el repertorio que va a tener la obra y le pide que cante Marioneta, aquel tema que dice: «Tenía aquella casa no sé qué suave encanto, en la belleza humilde del patio colonial…». El joven comenzó a cantarlo, haciendo uso de todas las virtudes de su voz, sin hacer pausas y a un ritmo vertiginoso, entonces Luis lo detuvo: «Pará, pará… Andá más despacito, ¡te llevaste por delante todas las macetas!».
En el año 1998, el director de cine Pino Solanas lo convocó para cantar en su película «La Nube», protagonizada por Eduardo Pavlovsky, Laura Novoa y el reconocido actor francés Bernard Le Coq.
Al año siguiente, Luis Cardei concretó su debut internacional en el teatro San Pedro de Porto Alegre con el acompañamiento musical de los guitarristas Mario y Marito Benítez.
El 18 de junio del año 2000 murió en la Fundación de la Hemofilia, donde se hallaba internado, acompañado por sus dos grandes amores María y su hijo Alfredo, tenía solamente 54 años.