«Un gigante evangelizador»
Misa por Enrique Shaw, a 58 años de su muerte
El obispo castrense de la Argentina y delegado episcopal para las Causas de los Santos, monseñor Santiago Olivera , celebró el jueves 27 de agosto una misa en la iglesia Nuestra Señora del Pilar, del barrio porteño de Recoleta, para recordar y homenajear al siervo de Dios, Enrique Shaw, en el 58º aniversario de su fallecimiento.
Al comienzo de la celebración, monseñor Olivera compartió una especial intención: “Pedimos la gracia al siervo de Dios Enrique por el fin de la pandemia, y también para que podamos vivir en el mundo y en nuestra Patria lo mejor que podamos este tiempo de prueba, sacando lo mejor de cada uno y renovando la certeza de la cercanía de Dios, de un Dios que es Padre y no se distrae”.
En su homilía, expresó: “Nos hemos reunido en el nombre del Señor para pedir la pronta beatificación y canonización del Siervo de Dios, con la certeza de pedir algo muy importante para nuestra Iglesia y nuestra Patria como es tener un modelo, un faro, un referente en el hoy permanente de nuestra historia. El siervo de Dios fue miembro de la Armada Argentina, laico empresario, padre de familia, cristiano en serio, católico comprometido”, enumeró.
Al recordar su ministerio como obispo de Cruz del Eje y su trabajo en la causa de canonización del Santo Cura Brochero, expresó: “Cuando fui involucrando en la causa de Brochero descubrí que además de ser un gran pastor, totalmente entregado y por lo tanto un modelo sacerdotal, era también un modelo de ciudadano, un grande, un prócer. Lo mismo experimento cuando profundizo más la vida de nuestro Siervo de Dios Enrique, descubro que es un modelo de laico, esposo y padre de familia, de cristiano comprometido en la vida de la Iglesia y en la sociedad, de ciudadano, un emprendedor con valores claros, empresario, es un gigante evangelizador, un genio, un grande. Y en verdad, no estoy exagerando”, reconoció.
“Conocer más su figura nos hará mucho bien, y será para nuestra Patria un excelente referente, necesario en este tiempo de pandemia que nos pone ante la necesidad de mirar solidariamente al otro con justicia y con verdad. Son tiempos en los cuales la imaginación de la caridad nos exige a todos los cristianos agudizar nuestra mirada y a movilizar más nuestro corazón”, afirmó.
“En estos tiempos que nos toca, sin duda, muchos empresarios cristianos están llamados a ganar menos dinero, pero a ganar más cielo”, recordó. Sabemos que Enrique “vivió su vida terrena, preparando la vida eterna, dejando que Dios actué en él”, afirmó.
“Enrique lo entendió y se preocupó por encarnar la Doctrina Social de la Iglesia en el mundo del trabajo, vivió realmente la comunión en la empresa, y pudo hacer realidad lo que expresó en su momento el Santo Padre, San Pablo VI que ‘la Eucaristía nos mueve al amor social’”.
“Enrique tenía muy claro que la Eucaristía ayudaba a los demás. La Eucaristía permeó toda su vida y se plasmó en algunas líneas formativas para los dirigentes de empresa. Vivía y enseñaba que el empresario tenía un deber propio de perfeccionamiento que se realiza en el darle a los demás. Un deber de servicio abierto a las necesidades de los otros a semejanza de Jesús Eucaristía”.
“Muchos compartimos, sin duda, lo providencial de esta causa en nuestro tiempo. Enrique tiene la vigencia de los santos para iluminar con su palabra y sin lugar a dudas con su ejemplo el sentido social de la empresa, ella es todo un equipo que debe servir al progreso de todo el hombre y de todos los hombres. Todos son hermanos y en la responsabilidad de cada uno no hay que olvidar la vida del otro porque todos somos don para los demás”, dijo monseñor Olivera.
“Muchos conocemos, gracias a Dios, que el siervo de Dios como empresario se ocupaba y preocupaba de los obreros; en realidad él lo vivía como cercanía expresando cariño y empatía, ‘de sus obreros y de sus familias’. Enrique se solidarizaba con sus hermanos empleados. Dicha solidaridad parte de la certeza de un destino común y del trabajo mancomunado para que la vida sea ‘más humana’ para todos. Su vida es palabra para los empresarios de hoy. Dios quiera que cada vez lo escuchemos y conozcamos más”.
Fuente: Agencia AICA
Enrique Ernesto Shaw
Nació en París el 26 de febrero de 1921 y falleció en Buenos Aires el 27 de agosto de 1962. Marino y empresario argentino, casado con Cecilia Bunge, con quien tuvo 9 hijos. Por su vida ejemplar, la Iglesia aceptó que se inicie su proceso de canonización y desde 2001 es considerado Siervo de Dios.
Promovió e impulsó el crecimiento humano de sus trabajadores inspirándose en la Doctrina Social de la Iglesia, fundó la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa (ACDE), entidad que forma parte de la Unión Internacional de Empresarios (UNIAPAC), y miembro importante del Partido Demócrata Cristiano de Argentina aunque no por haber actuado en política directamente sino por haber ayudado a redactar las bases del partido. Además escribió numerosos libros, folletos y conferencias.
A principios de 1936, después de cumplir 14 años, ingresó a la Escuela Naval Militar a pesar de la oposición inicial de su padre, quien quería que se preparara para dirigir las empresas familiares. Fue siempre de los tres mejores promedios de su generación y es en la historia de la Armada Argentina el más joven oficial graduado.
Desde muy joven comenzó a leer todo tipo de libros, especialmente de economía, política, filosofía, historia y ciencia. Una tarde del verano de 1939, en la biblioteca del Ocean de Mar del Plata, encuentra de casualidad un libro del Cardenal Suhard sobre el rol y la responsabilidades del hombre cristiano en la vida. Allí conoció la Doctrina Social de la Iglesia y se produjo en él un convencimiento muy profundo sobre cuál debía ser su camino. Él siempre llamó a eso su «conversión definitiva».
Se casó con Cecilia Bunge en 1943. En 1945 fue enviado por la Marina a la Universidad Estatal de Chicago (Estados Unidos) para estudiar meteorología. Pero fue en ese año, cuando ya su familia estaba constituida y creciendo, cuando se produce la consolidación de ese rumbo en su vida: comprendió definitivamente que Dios le pedía un apostolado específico. En un principio creyó que debía hacerse obrero, pero un sacerdote, al ver su perfil, lo persuadió para que llevase el evangelio al mundo empresario al cual pertenecía su familia.
De la marina a la empresa
Pidió la baja de la Marina con el grado de Teniente de Fragata y, de regreso en Argentina, ingresó como ejecutivo de las Cristalerías Rigolleau. En poco tiempo llegó a ser Director General y a conformar distintos directorios, especialmente de otras empresas familiares. Durante esos años, fue formando una espiritualidad propia relacionada con su vocación de empresario cristiano. Se incorporó a la Acción Católica y al Movimiento Familiar Cristiano.
ACDE
En 1946 el Episcopado le encargó organizar con otros empresarios la ayuda a la Europa de posguerra, y en ese momento intentó crear una entidad activa para que los empresarios «fueran más cristianos». Gracias al estímulo del canónigo Cardijn, concretó su aspiración y, en 1952, fundó la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa, ACDE, de la cual fue su primer presidente. Desplegó así una intensa acción evangelizadora dirigida a la clase empresarial del país como de América Latina, donde extendió el movimiento empresarial de la UNIAPAC, nacida en Europa pocos años antes.
Que en la empresa haya una comunidad humana; que los trabajadores participen en la producción y, por lo tanto, den al obrero el sentido de pertenencia a una empresa; que le ayude a adquirir el sentido de sus deberes hacia la colectividad, el gusto por su trabajo y de la vida, porque ser patrón no es un privilegio, sino una función.
En 1957, se le descubrió un cáncer. A partir de entonces, inició una lucha contra la enfermedad, lo que no le impidió mantener una intensa actividad: dando congresos, dictando conferencias, editando publicaciones, elaborando su diario y muchos manuscritos.
En 1958, con ideas de su participación en cursos en Harvard, ayuda a crear la Universidad Católica Argentina, de la que integró el primer Consejo de Administración. Participó en la fundación de Caritas y del Serra Club. También llegó a ser presidente de los Hombres de Acción Católica. Organizó una librería a la que llamó «Casa del Libro», una iniciativa apostólica para difundir temas de espiritualidad, de la Doctrina Social de la Iglesia y de otras cuestiones éticas y culturales. Su cada vez más frágil salud empeoró en 1962, aunque mantuvo hasta el final su labor como dirigente empresario.
Falleció el 27 de agosto de 1962, a los 41 años.