La legalización del aborto en la Argentina, demuestra que el poder está dominado hoy por una opción a favor de la idolatría del dinero que esclaviza, del poder que excluye, del consumo que descarta, dice un comunicado que ha hecho conocer el Movimiento Católico Comunión y Liberación y que reproducimos a continuación.
Un nuevo inicio
El miércoles 30 de diciembre de 2020 se aprobó la ley del aborto en la Argentina. Nos damos cuenta de que para muchas mujeres un embarazo no deseado, a veces peligroso o fruto de una violencia, puede ser un drama terrible, difícil de aceptar. Pero eliminar una vida inocente no es la solución y tampoco puede sanar la angustia de la madre. Por eso la Iglesia se puso siempre en defensa de las dos vidas. Hay otros caminos. La legalización del aborto es un «signo» que ratifica una opción por la “cultura de la muerte”. Simultáneamente, en España se aprobaba otra ley que refleja la misma cultura, la de la eutanasia. Son hechos que muestran que el poder está dominado hoy por una opción a favor de la idolatría del dinero que esclaviza, del poder que excluye, del consumo que descarta. Todo lo que se oponga a ese “becerro de oro” debe ser eliminado, sea al inicio de la vida, sea al final. Toda la tecnología de los medios de comunicación, la información y los algoritmos se concentran en imponer esta cultura del descarte.
Ante esta vertiginosidad del sinsentido, de un nihilismo llevado a su máxima expresión como negación del valor de la vida, de su significado, y la afirmación del dominio de la muerte, estamos llamados a partir de la certeza de que la Vida ha vencido a la muerte. Es una certeza que nace de una experiencia que hacemos, donde verificamos que vale la pena vivir la Vida, cuando se experimenta como un don, como un regalo y como una plenitud de cumplimiento: el ciento por uno aquí y ahora.
Por eso, creemos que estamos ante el gran desafío de “un nuevo inicio”. Esta es la certeza que vemos en el Papa Francisco – y en tantas otras realidades humanas –, que providencialmente nos ha regalado en estos últimos días, casi en forma simultánea a estas leyes de la “cultura de la muerte”, una serie de testimonios personales que nos ofrecen un horizonte de esperanza: su encíclica Fratelli Tutti; el libro más personal que ha escrito como Papa, Soñemos juntos; el Pacto Educativo Global; su propuesta sobre la “Economía de Francisco”; y un mensaje especial dirigido a los latinoamericanos en el cual concentra toda la riqueza que ha acumulado en su experiencia personal, a lo largo de sus casi ocho años de pontificado.
Debemos decirlo. La situación actual nos acerca a los orígenes del cristianismo en tiempos de los romanos. Se trata de un momento para volver a empezar “desde el principio”, porque nunca como ahora se percibe que la mentalidad general ya no es cristiana. El cristianismo debe renacer como estímulo ante la problemática cotidiana, es decir, ante la vida cotidiana. No basta la sola defensa de la doctrina o de valores, aun justos. El cristianismo es un acontecimiento que da un giro decisivo en la vida del hombre que se encuentra con él: «No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva» (Deus Caritas est, repetida insistentemente por el Papa Francisco en la Evangelii Gaudium, 7).
Por ello, debemos partir del hecho más decisivo en la historia de la humanidad, la “encarnación de lo eterno en el tiempo”, aquel que domina el curso de la historia y nos “cambia la mirada”, como al buen samaritano. Es una inteligencia nueva de la realidad: “La conmoción por su presencia se vuelve conmoción en la vida cotidiana. Ya no hay nada que sea inútil, que nos resulte ajeno. Nace un afecto por todo, con las consecuencias magníficas que esto conlleva: el respeto por lo que haces, la precisión y la lealtad con tu obra concreta, la tenacidad en perseguir su finalidad. Llegas a ser incansable. Realmente, es como si se perfilase otro mundo, otro mundo en este mundo (Luigi Giussani)”.
Comunión y Liberación