Sin posada ni en Jerusalén ni en Belén
Por Fernando de Haro, de www.paginasdigital.es
La diferencia es el sexo y algunos detalles más. Pero la ignorancia es la misma. Una ignorancia sin culpa. La soldado a la que toca a estas horas controlar el check point de la tumba de Raquel, el que permite el acceso a Belén, a Beit Jahour (donde estaban los pastores) y a Beit Jala hace su trabajo de forma exhaustiva. Quizás de forma demasiado exhaustiva para unos días como estos en los que hay más visitantes internacionales…
Revisa el interior de los coches, se sube a los autobuses, de vez en cuando pide los pasaportes. La soldado israelí tiene el pelo largo y bien cuidado. Sabe que se celebra una fiesta cristiana. Pero no conoce los detalles. En el colegió escuchó algo de los cristianos y de su politeísmo pero para ella todos son palestinos. La soldado de pelo largo, con buenos estudios, desconoce que se está cumpliendo la promesa hecha al rey David, que nace el heredero de la casa de Jacob. El que está al frente de un reino que se extiende de mar a mar y que dura para siempre. Como hace 2.000 años, a las puertas del pesebre hay soldados y hay ocupación. También el soldado romano ignoraba lo que estaba sucediendo. Como hace 2.000 años el nacimiento llega con discreción, con una mayoría de los vecinos del país preocupados en otras cosas, con una necesidad muy real de liberación política que el heredero del trono no viene a solucionar. “La gente se va de aquí porque no hay futuro”, explica Suhail Daibles, el director de la escuela católica de Beit Jala.
Obstinadamente, las circunstancias hablan. Habla la situación de minoría de los bautizados, el éxodo creciente, el protagonismo absoluto de un islam tentado de radicalizarse, el proyecto de una gran Jerusalén solo judía que crezca en territorio de Cisjordania, las mujeres veladas, los soldados patrullando, la soledad de la Basílica de la Natividad en la cima de un pueblo que está a otra cosa. Obstinadamente las circunstancias certifican que el nacimiento no es el de una cristiandad que no existe, que el nacimiento es el del primer cristiano. Como si las circunstancias quisieran insistir en la naturaleza del reino que comienza.
El muecín llama a la oración y el periódico explica que la comisión legislativa del Gobierno de Netanyahu, en vísperas de la Navidad, ha estudiado la nueva norma que permitirá expropiar los terrenos de las iglesias y asfixiarlas fiscalmente. El Gobierno de Israel no tiene prisa. Después de que a comienzos de 2018 el Ayuntamiento de Jerusalén amenazara con exigir el impuesto de bienes inmuebles a las iglesias (nunca cobrado desde el statu quo de la época otomana), Netanyahu apareció como el hombre bueno. Las iglesias cerraron los Santos Lugares, el primer ministro intercedió y todo pareció quedar olvidado. Pero como bien saben los cristianos de Jerusalén, el proyecto de hacer de la Ciudad Santa una ciudad de un solo color no se detiene. Por eso es ahora el propio Netanyahu el que impulsa una ley para que aquellas propiedades que las iglesias han vendido o arrendado a civiles puedan ser expropiadas. Las iglesias con inmuebles en Jerusalén los alquilan para que estén en uso y obtener así unos ingresos con los que mantener a la comunidad cristiana. Si pierden esos inmuebles y se les obliga a pagar 150 millones de dólares de impuestos, quedarán asfixiadas económicamente y no podrán ayudar a los bautizados que viven en la ciudad y que dependen, en gran medida, de sus subsidios.
En unos años puede no haber posada en Jerusalén. En Belén quedan pocas posadas y pocos hogares cristianos. Tras pasar el check point de la tumba de Raquel, aparece el hotel de Bansky que hay junto al muro. En realidad está vacío. Es una pura denuncia. Las posadas, los hoteles de peregrinos, aunque han tenido un cierto repunte últimamente, no han vuelto a tener la actividad que registraban hace 20 años, antes de que Belén quedara aislada.
Y los hogares cristianos se han quedado en minoría en el triángulo (Belén, Beit Jala y Beit Sahour) donde hace unas décadas todavía la cristiandad era mayoría. En estos tres pueblos era donde vivía la mitad de los bautizados de Cisjordania. En Belén la emigración de cristianos se ha acelerado en los últimos años tras la construcción del muro, ya solo son el 12 por ciento de los vecinos. Y al menos un tercio tiene planes para marcharse. “Los cristianos buscan una vida mejor y la encuentran con facilidad en Latinoamérica o en Estados Unidos”, añade Suhail Daibes. En Belén el desempleo es de un 30 por ciento y pesa mucho la restricción de los permisos para llegar a Jerusalén.
“Nuestra fe está siendo probada –apunta el director de la escuela católica de Beit Jala–. Pero no es una cuestión de números, es una cuestión de desarrollo. Ahora somos menos que hace cien años pero contamos más”. Suhail Daibes habla junto a la gruta de la Natividad: “aquellos para los que la Basílica se convierte en algo tradicional, en una costumbre, se acaban marchando”. Suhail lo deja claro, en Navidad no nace una costumbre, no nace una cristiandad, nace un cristiano, el primer cristiano. Por eso él sigue en Belén.