Un artículo de Tomás Loewy (*) rescatando ideas que nos resultarán muy útiles.
Resiliencia no es solo resistir frente a adversidades sino, también, la capacidad de superarse y transformarse frente a ellas. Albert Schweitzer.
Sin aprendizaje histórico no hay imaginarios de futuro. Como norma, es bueno privilegiar las creatividades sobre las oportunidades. En esta inédita encrucijada global, empero, se abren algunas «escotillas de conciencia social» interesantes.
El drama Covid-19 nos retrató tal como somos, sin maquillajes ni atajos. Tenemos una radiografía de lo real -que supimos conseguir- exenta de relatos. Hasta tuvimos tiempo para pensar y reflexionar. Transformemos la cuarentena en una esperanza activa.
Este es el sentido de este artículo, que es un intento de volver a las fuentes y rescatar algunos pensamientos y testimonios útiles para este momento. Al hacerlo, recurrimos a una semblanza familiar y a la nunca bien ponderada paradoja argentina.
Recuerdo de un chacarero, cooperativista y pensador
Francisco Loewy (1912-2007) llegó a la Argentina en 1937, junto a su esposa Paula Salomonski, huyendo de la persecución nazi en Alemania. Ya en posesión de una pequeña porción de campo, en Colonia Lapin (Distrito de Adolfo Alsina) conformaron una familia con cinco hijos. Fue varias veces presidente de la Cooperativa Granjeros Unidos de Rivera y de Fraternidad Agraria (cooperativa de cooperativas) con sede en la Capital Federal. En el nacimiento de Coninagro (18/09/56), como cofundador, escribió sobre esa entidad.
En ella reencarnan los sueños de la primera hora, ingenuos y puros, pero engendrados por el mismo anhelo de tierra y libertad, de seguridad económica y acceso a los bienes de la civilización y de la cultura, cuya fuerza hoy como siempre constituye el resorte único, que mueve el avance del campesinado hacia metas ya visibles. El éxito o el fracaso de la joven Confederación dependen de su grado de fidelidad a este anhelo.
Escribió numerosos artículos y, a los noventa años, desplegó sus ideas en el libro “La Encrucijada, Argentina y su reencuentro con el futuro” (Ed. Dunken, 2002). El día de su presentación, en Bahía Blanca (27/03/2003), nos decía:
“Este libro tiene por objeto contribuir a la solución de los problemas agudos y urgentes que está sufriendo la Argentina. Modestamente, deseo aportar con él alguna visión de futuro, algo imprescindible para no hundirnos en la desesperación”.
En el mismo año, el Honorable Consejo Deliberante de Adolfo Alsina (en Carhué) lo declara Ciudadano Ilustre del distrito (Decreto Nº 04/03). Aquí, algunas de sus palabras en el acto.
“Al escuchar el relato de mi biografía se me ha hecho más consciente mi propia condición de peregrino entre dos mundos, pues he recorrido los espacios físicos, geográficos y espirituales de Europa y, junto a mis familiares, he sufrido la fractura, el hundimiento de un mundo que era nuestro aire vital, el mundo de nuestro idioma materno, de nuestra capacidad de expresión. Y tuve que cambiar todo eso a través de la emigración, por la conquista de un nuevo mundo que es este país, la Argentina. Con mi querida esposa Paula pudimos encontrar un nuevo hogar, una nueva Patria, y también nuevos amigos”.
Esta semblanza es para recordarlo y contextualizar un discurso, de 1987, que reproducimos abajo. Su lectura revela una Argentina que, luego de 33 años, mantiene intactos sus problemas estructurales. Salir de esta chatura requiere pensar en un proyecto nacional, dentro de una sociedad-mundo, para salir de la encrucijada.
Argentina en democracia y sin rumbo
Discurso de Francisco Loewy, en una asamblea cooperativa en Villa Domínguez, Entre Ríos (1987)
«Es necesario que nuestra voluntad de actuar adquiera consciencia de sí misma y deje de ser ciega» – Albert Schweitzer .
Hemos venido a Villa Domínguez como a nuestra casa. Es aquí, en Entre Ríos, donde se gestó el nacimiento de Fraternidad Agraria, la segunda de las cooperativas del agro argentino. Aún vive en nuestro recuerdo la memoria de quienes impulsaron aquel movimiento, motivado por un Proyecto Social con insignes valores humanos y morales. La aspiración se resumía en la meta de colonización, ennoblecida por un ideal unificador del Humanismo Cooperativo.
Luego se debilita el vínculo del individuo con el proyecto común. Comienza el declive, la pérdida de perspectivas en medio de impresionantes progresos técnicos. Actúa el anti proyecto, aislando y desarraigando a la gente. El país va hacia una industrialización, no en base sino a expensas del interior. La transferencia de población y de recursos, hacia limitados centros de acumulación, se convierte en tendencia dominante.
Diagnóstico
A partir de la crisis mundial del 29, entramos en una larga seguidilla de perturbaciones institucionales y económicas. Nos inclinamos a no aplicarles ya la denominación tradicional de crisis, que por definición es un fenómeno transitorio. Se trata, por el contrario, de un verdadero proceso de descomposición de progresiva gravedad.
Si esto es así, las respuestas que se alternan son a todas luces de superficie: no objetamos su contenido, en sí mismo, pero si el carácter periférico de su concepción. La modernización es una aspiración legítima. Pero, al no profundizar las causas reales de nuestros atrasos, el concepto de modernidad se vuelve imitativo.
El avance tecnológico se presenta como otra opción. Nada más lejos de nosotros que impugnar el progreso de la tecnología, que es preocupación permanente de todo productor consciente. Pero si la aspiración tecnológica no se inserta en la propia realidad, se vuelve fetichista e irreal.
Las repetidas exhortaciones a ganar posiciones en el mercado externo, representan un objetivo valedero. Pero el mercado externo nunca puede ser la solución de nuestro problema de desarrollo: nunca será un salvavidas.
Existe algo así como un bloqueo mental frente a toda expectativa que trascienda el sistema cerrado, en el cual estamos dando vueltas. Ayer declaró el Ministro de Economía de la Nación, que «pretender crecer hacia adentro es elegir el subdesarrollo». Pero para abordar un problema debe formularse correctamente la pregunta. Nadie pretende «crecer hacia adentro», que es una imagen enfermiza. La cuestión es crecer adentro y, desde allí, hacia afuera.
El sistema niega esta opción. En su estrecho espacio juegan interminablemente las infecundas «variables de ajuste». El déficit estatal se cubre con endeudamiento externo e interno. Consecuentemente el costo del dinero se vuelve una carga intolerable. Restricciones salariales y crecientes cargas impositivas, agravan la recesión sin contrarrestar la presión inflacionaria. Todo ello vuelve a incrementar el peso relativo del Estado, cerrando el círculo.
Propuestas
Hemos recuperado la vigencia de la Constitución y el respeto a la ley. Pero la democracia debe, para su supervivencia y consolidación, enfrentar con lucidez los problemas esenciales del país. El Presidente de la Nación ha pedido a la ciudadanía «un diagnóstico preciso de la realidad y propuestas alternativas». Daremos aquí tres precisiones, que quieren responder a este pedido.
1.- La economía argentina necesita, para su desarrollo, un mercado interno solvente. Esta solvencia no se logra por medio de precarios ajustes salariales que luego se anulan solos, a modo de una serpiente que -enrollándose- devora su propia cola. Se concretaría, en cambio, con el despliegue de un fuerte impulso económico-social agrario, en la base de la comunidad. El llamado complejo agro-industrial es solo parte de este concepto, que involucra un potencial multiplicador mucho más abarcador. Su célula constitutiva es la agricultura familiar: ella debe ser consolidada y multiplicada hasta componer un tejido social estable y coherente.
2.- Los parámetros de la rentabilidad, en función de la tipología empresarial elegida, son determinantes de las estructuras agrarias. En Europa, donde con esfuerzos de toda la economía se elevan los niveles de rentabilidad agraria, observamos unidades pequeñas, prósperas y bien equipadas. En nuestro país, la rentabilidad agraria es deprimida por masivas transfusiones de recursos hacia una economía general cada vez más enferma. En consecuencia, la unidad rural familiar, donde aún resiste, sufre una erosión compleja y permanente. Revertir esta tendencia exige una nueva política de rentabilidad, complementada por un impuesto único a la tierra, que salvaguarde la indispensable equidad entre empresas de dimensión física dispar.
3.- La estrategia, para el cambio señalado, sería la de una planificación de largo aliento, paciente y firme. Condición de su éxito es la convergencia de todas las medidas pertinentes hacia el objetivo claramente establecido. Ellas incluirían, además de una profunda modificación de datos económicos, con reformas impositivas y crediticias, un importante componente cultural-educativo.
Conclusiones
Si la respuesta así resumida obtuviera consenso y principio de ejecución, nuestra juventud se reencontraría con un genuino proyecto de transformación, concordante con la realidad nacional. A su calor se despertarían las cualidades humanas y morales de las primeras horas, soterradas después de largas frustraciones pero aún vivas y disponibles.
Seguros de ello, cerramos estas reflexiones con un pensamiento de Albert Schweitzer, expresado en su obra Cultura y ética: «Es necesario que nuestra voluntad de actuar adquiera consciencia de sí misma y deje de ser ciega»
Tomás Loewy
Es Ingeniero Agrónomo (M. Sc.), graduado en la Universidad Nacional del Sur.
Ex técnico de INTA Bordenave y actual investigador en Desarrollo rural y Sostenibilidad. Contacto, tomasdarre@gmail.com
Referencias generales utilizadas
http://www.proyectodepais.com.ar/ La Encrucijada (libro).
https://www.agritotal.com/nota/coninagro-cumple-hoy-59-anos/
https://www.proyectodepais.com.ar/2015/01/27/francisco loewy una personalidad cumbre del cooperativismo