A esta altura de las investigaciones en la causa de la muerte del fiscal Alberto Nisman, solo una cosa puede asegurarse: el gobierno es el responsable de ello.
No hay manera de que nadie cometa un crimen de semejante naturaleza sin que las más altas autoridades aseguren impunidad a quien lo realice. De otra manera o aparece rápidamente el responsable o la escena del crimen indica claramente la forma en que murió o fue muerto.
De esto saben mucho en los Estados Unidos. Por ello lo compararon con el asesinato de Kenedy. Una muerte planificada desde las entrañas del poder. Un asesinato nunca debidamente esclarecido definitivamente, aunque casi evidenciado de que, quien disparó, fue contratado por funcionarios del escalafón inmediatamente inferior al entonces presidente, en complicidad con los distintos poderes de la administración política y judicial.
En el caso del fiscal Nisman resta saberse quién y cómo fue. El motivo se sabe, su denuncia a la presidenta Cristina Fernandez y otros funcionarios del gobierno sobre un pacto espurio para proteger a los sospechados del atentado a la AMIA. Denuncia que, aseguran los voceros autorizados y comedidos, no tiene “entidad”. Si no la tuviera ¿para qué perder tiempo en decirlo? Esperarían confiados el fallo de la justicia.
En las últimas horas se supo algo más: El piquetero Luis D´Elia, uno de los acusados por Nisman y evidenciado en escuchas telefónicas, no tiene nada que ver con su muerte. Así lo han hecho saber el senador por Río Negro,Miguel Pichetto y el ex juez de la Corte Suprema, Raúl Zaffaroni. Han denostado públicamente a D´Elia, tratando de desviar miradas de sospecha hacia su persona y se sabe que nadie da un solo paso en el gobierno sin la venia de la presidenta. Si D´Elia hubiera sido o supiera algo no lo mandarían al frente traicionándolo sin temor a que por despecho, dolido como él mismo ha dicho, dijera quien le encargó la tarea o a quien se la encargaron.
De todas maneras es un juego peligroso para quienes planificaron la muerte de Nisman y alentador para la ciudadanía deseosa de conocer la verdad, pero como no son conscientes de ello alguno acabará hablando de mas, al menos que se lo silencie como a Nisman.