Por Francisco Pou, de www.paginasdigital.es
Resulta que en Gerona, una propietaria de hotel denunció las molestias que las campanas de la catedral ocasionaban, según ella, a los clientes. El Ayuntamiento, con la ordenanza sobre ruidos, enmudeció a Assumpta y Berta, que estos son los nombres de las campanas, que callaron pues entre la medianoche y las 6.45 de la mañana a partir de entonces.
Los vecinos reclamaron pidiendo restablecer las campanadas y el Consistorio de Gerona hubo de dar marcha atrás con la singularidad reconocida de los centros de culto. Finalmente el voto favorable al equipo de gobierno de CiU, PSC, Ciudadanos y PP, con la abstención de la CUP y el voto en contra de ERC-MES, declaró “las campanadas” como bien cultural de interés local. Quedaba preservado el repique.
La Iglesia, desde hace más de 2.000 años, da campanadas. No es solo el repique de Berta y Assumpta. El bien cultural va más allá de los bemoles de metal, porque la Iglesia constantemente da campanadas en el corazón de los hombres, recordando que son hombres y recordando que hay un Dios. Los momentos importantes de la vida de las personas están muchas veces acompañados de las campanas de la iglesia en los pueblos; cuando nacemos, nos casamos, cuando un peligro acecha, o cuando la cita del rezo llama a diario. Repican cuando morimos y marchamos, y seguirán repicando después.
La acción de la Iglesia durante siglos en la convivencia de los hombres ha producido, sin duda, un enorme bien cultural, que el Consistorio de Gerona reconocía aunando votos de partidarios políticos que rara vez coinciden en las diatribas partidistas de la “polis”. En este caso, sí. La madurez cultural de un Consistorio ha sabido reconocer algo que “vale”, un repique de campanas, con un valor que va más allá del ruido. Es el significado. Y es la memoria de siglos. Algo que a la hora de la “búsqueda de identidad” repica recordando su origen y su fundamento. Está en la historia de una magnífica ciudad como Gerona y en una cultura que hoy se retuerce en ataques identitarios y en una búsqueda de sentido que custodia la Iglesia.
Sin Assumpta y Berta, Gerona no sería Gerona.