Bien recordado por el presidente del Consorcio en su discurso por los 25 años de la creación del ente que pasó a administrar el Puerto de Bahía Blanca, “la gran locomotora del desarrollo argentino”.
Tal cual. Los años en que la Argentina logró su mayor crecimiento económico posicionándose entre los primeros países del mundo, el Puerto de Ingeniero White, era el mercado donde se fijaban los precios de los productos agrícolas ganaderos en el mundo. Junto al Mercado Victoria. Épocas donde los ingleses nos señalaron nuestro destino inequívoco, la de productores de bienes esenciales, irreemplazables y permanentes: Carnes, cereales y oleaginosos, frutas, lanas, cueros, maderas. Alimento, vivienda y vestimenta.
Por razones estratégicas de geopolítica decidieron que el lugar desde donde saldrían al mundo esas riquezas fuera el Puerto de Ingeniero White y su ciudad cabecera, Bahía Blanca, al extremo de proyectar una nueva provincia para limitar el poder central instalado en La Plata, funcional a las del Puerto de Buenos Aires.
Para poder llevar la producción hasta Ingeniero White se construyó la más formidable red de ferrocarriles del mundo, conscientes de que es el único medio apto para transportarla y hoy tristemente sepultada por las cubiertas que no producimos, de los camiones y acoplados que no fabricamos y destrozan las rutas que se reparan luego a precios de bolsones y cuadernos.
Equivocadas visiones por razones ideológicas, económicas, venales o ignorantes, nos fueron haciendo creer que podíamos ser industriales de algo más que no fuera a partir de aquellos bienes y el Puerto fue perdiendo importancia.
Ocioso es detenernos en quienes, como y cuando fueron desguazando la puerta de la riqueza y sus vías de comunicación. La historia ya está escrita, los lectores se dan cuenta y no tiene retroceso.
Más nos vale volver a mirar los años de esplendor y actuar en consecuencia. Retomar el camino enseñado por los ingleses que como también sabemos, hicieron sus buenos negocios pero llevándose lo que era de ellos y dejando los pasillos del Banco Central de la República Argentina llenos de oro. No solo dejamos de comercial con ellos, de todos modos era una potencia declinante, sino que abandonamos las políticas económicas y los puertos, los ferrocarriles, los frigoríficos, los lavaderos de lana, las curtiembres, los telares y tejedoras, los molinos, las industrias lácteas, etc., que tantos alimentos necesitados, apreciados y valuados, habían dado. Y junto a ello convirtieron en páramos a pueblos, chacras y quintas cuyos habitantes fueron a conformar la gran masa de desocupados del conurbano bonaerense clientes cautivos para los votos de los corruptos.
Sin el propósito esencial, el Puerto de White se fue abandonando a la suerte de los negocios que pudieran hacer los “vivillos” produciendo más gastos que ingresos. Se optó entonces por una transformación de la que surgió la conformación de Consorcios de Gestión, de los cuales Bahía Blanca fue el primero. Las nuevas administraciones vinieron a poner orden y en el caso del que nos ocupa, lo logró con eficiencia y nuevos servicios. Pero las erráticas políticas económicas que se siguen instrumentando no lograron convertirlo nuevamente en “locomotora de desarrollo” pese al voluntarismo puesto de manifiesto por el actual presidente del Consorcio en su discurso por los 25 años.
Las inversiones que se han hecho y las que se prometen nada aportaron ni aportarán para superar la pobreza, la desocupación y el atraso. Genera y generará riqueza solo para las entidades que conforman el Consorcio y las empresas beneficiadas con sus exportaciones de muchos millones de dólares que, como los ingleses, se la llevan, pero a diferencia de aquellos, dejando muy poco. La economía de la República necesita otra cosa.
Esa otra cosa indudablemente no es responsabilidad de la administración del Consorcio del Puerto, solo que no es feliz escuchar los discursos con promesas como si lo fuera a sabiendas de que con lo que se proyecta, no sucederá. Así será un Puerto ordenado, eficiente, pintoresco, atractivo, moderno, pero no generador de riqueza para todos los habitantes de la Nación, comenzando por los de Bahía Blanca.