Las cuestiones relacionadas con la preservación del medio ambiente por mucho tiempo fueron negadas o minimizadas. Indagando en la historia debemos remontarnos a fines del siglo XIX para encontrar las primeras manifestaciones en forma de grupos conservacionistas orientados a preservar la fauna y la flora silvestre. Entre ellos deben mencionarse la Federación Nacional de la Fauna Silvestre, el Sierra Club de California fundado en 1892 y la National Audubon Society creada en 1905, todos en los Estados Unidos.
Más cercano en el tiempo, en el año 1962, Rachel Carson publicó “La Primavera Silenciosa”, donde presagiaba un mundo sin el canto de los pájaros y otras catástrofes. A principios de los 70 se distinguieron 3 posiciones que diferenciaron el pensamiento ambiental: ecologismo conservacionista, que se fundó en diversos trabajos de biólogos y ecólogos; ambientalismo moderado, basado en la Declaración sobre el Medio Humano de la ONU en Estocolmo; y ecodesarrollo, como corriente crítica humanista defendido por los países no alineados y el Modelo Mundial Latinoamericano de la Fundación Bariloche. (Pierri N, 2005)
Recién con la publicación del Informe al Club de Roma en 1972, denominado “Los límites del crecimiento”; y el mismo año con la Conferencia Mundial de las Naciones Unidas sobre el Medio Humano, conocida también como Conferencia de Estocolmo, se planteó como eje central las cuestiones ambientales, considerándose un punto de quiebre en la concepción internacional. El mismo año vio la luz el “Manifiesto para la Supervivencia”, concebido por Golsmith y la comunidad de científicos internacionales, que consideraban no solo agotables los recursos, sino que además dudaban de la posibilidad de perpetuar el modelo de desarrollo imperante (Camarero, L. 2006).
Más tarde, en 1978, el Informe Global 2000, solicitado por el entonces presidente Jimmy Carter, presagiaba para fin de siglo, diversos problemas ambientales a escala planetaria. Coincidentemente, otros documentos como el Modelo Mundial Latinoamericano elaborado por la Fundación Bariloche (1976) y la Declaración de Cocoyoc (1974) presentaron las perspectivas del Tercer Mundo frente a las problemáticas ambientales (Allen, 1996).
En 1983, las Naciones Unidas establecieron la Comisión Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, presidida por la Dra. Gro Harlem Brundtland, de Noruega, que publicó en 1987 un informe denominado “Nuestro futuro común” y que por vez primera postuló el concepto de desarrollo sustentable como “la posibilidad de satisfacer las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones para satisfacer las propias”, y donde la protección del medio ambiente y el crecimiento económico debían de abordarse como una sola cuestión. Precisamente Brundtland parte de la idea central de que desarrollo y medio ambiente no pueden ser separados, invirtiendo el problema del desarrollo como causa del deterioro ambiental. De esta forma la preocupación es evitar que el deterioro limite al desarrollo (Pierri N, 2005).
Luego, en 1992, la Asamblea General de las Naciones Unidas convocó la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, conocida como Cumbre de la Tierra, celebrada en Río de Janeiro, retomando los conceptos formulados sobre desarrollo sustentable basado en la necesidad de la articulación de los principios de equidad inter-regional e intergeneracional (Allen, 1996).
Se trató justamente de la instrumentación global del desarrollo sustentable a partir de compromisos jurídicamente vinculantes entre los gobiernos (Pierri N, 2005). Entre los diversos intentos de definir el concepto de desarrollo sustentable pueden citarse:
“El desarrollo sustentable es el desarrollo que satisface las necesidades de la generación presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades” (CMMAyD, 1987. Comisión Mundial sobre Medio Ambiente y Desarrollo).
“El desarrollo sustentable es un proceso de mejoría económica y social que satisface las necesidades y valores de todos los grupos interesados, manteniendo las opciones futuras y conservando los recursos naturales” (UICN, 1990).
“El desarrollo sostenible es el manejo y conservación de la base de recursos naturales y la orientación del cambio tecnológico e institucional, de tal manera que asegure la continuidad de las necesidades humanas para las generaciones presentes y futuras” (FAO, 1991).
Finalmente en los últimos años merece especial atención dos documentos que han trazado una nueva iniciativa en el concepto e importancia del desarrollo sustentable:
El primero de ellos, “El camino hacia la dignidad para 2030: acabar con la pobreza y transformar vidas protegiendo el planeta” Informe de síntesis del Secretario General sobre la agenda de desarrollo sostenible después de 2015, plantea seis elementos esenciales para el cumplimiento de los objetivos de desarrollo sostenible: Planeta, Personas, Dignidad, Prosperidad, Justicia y Asociaciones. (“El camino hacia la dignidad para 2030: acabar con la pobreza y transformar vidas protegiendo el planeta”)
El segundo documento es la encíclica Papal “Laudato Si” del Papa Francisco, publicado en mayo de 2015, acompañado además de los discursos históricos ante el Congreso de Estados Unidos y la Asamblea de Naciones Unidas del mismo año.
En efecto el Papa Francisco expone el “esfuerzo valiente y responsable para reorientar el rumbo y para evitar las más grandes consecuencias que surgen del degrado ambiental provocado por la actividad humana”. Además enfatiza que “los seres humanos somos parte del ambiente. En consecuencia cualquier daño al ambiente es un daño a la humanidad. El abuso y la destrucción del ambiente, al mismo tiempo, van acompañados por un imparable proceso de exclusión. La exclusión económica y social es una negación total de la fraternidad humana y un gravísimo atentado a los derechos humanos y al ambiente”.