Si de por sí el mar y su encanto fueron siempre una opción para vacacionar en invierno, la pandemia revalorizó este tipo de destinos y los colocó en primer lugar, como los preferidos de las familias y los solitarios que buscan escaparse de la ajetreada agenda cotidiana.
Sitios de fácil acceso, a los que se llega mediante viajes cortos, que ofrecen naturaleza por doquier y distancia social asegurada, convierten a las extensas playas del sudoeste bonaerense en un atractivo difícil de resistir.
Monte Hermoso
Un clásico del descanso, todo el año. Su particularidad de ser la única playa del país donde el sol nace y se pone en mar, permite permanecer durante más tiempo en la arena sin conos de sombras.
Además, Monte Hermoso tiene lagunas, bosquecitos con estilo patagónico, y sus característicos Médanos blancos: una cadena de dunas de importante magnitud, de arena fina y clara, ideal para practicar deportes como el sandboarding o las expediciones en vehículos 4×4. Junto a la desembocadura del río Sauce Grande, se destaca una zona con pinares en la que habitan variada presencia de aves.
Precisamente, la Laguna Sauce Grande es otro de los atractivos del lugar. Se encuentra a solo 7 kilómetros de Monte Hermoso y es un verdadero paraíso para la pesca deportiva del pejerrey. De hecho, este espejo de agua de 700 hectáreas es para los amantes de esta especie uno de los santuarios que tiene la provincia.
Sus parrillas y distintos espacios verdes, permiten al visitante disfrutar de un día de campo con laguna incluida, con la posibilidad de salir a remar en alguno de los botes que allí se alquilan, de caminar por la orilla o simplemente contemplar el paisaje.
Pero para quienes dudan de que Monte Hermoso sea mucho más que extensas playas, pueden conocer el Paseo del Pinar, una reserva forestal enorme que se transforma en un espacio excepcional de descanso. Allí se encuentran frondosos y añejos árboles de variadas especies. Posee un Circuito de Salud para el desarrollo de actividades físicas que se puede recorrer caminando o en bicicleta. Se destaca su cabaña de recepción al público realizada en madera.
Pehuen-Có
Ubicado entre Monte Hermoso y Punta Alta, en el partido de Coronel Rosales, este balneario destaca por sus aguas tranquilas. Por su amplitud, caminar bordeando toda la playa es una opción más que recomendable.
Hacia el oeste, cuando baja la marea, se pueden ver los restos de La Soberana, un pequeño velero de dos o tres palos y bordas poco elevadas, que encalló a finales del siglo XIX.
Habitantes del lugar aseguran que este velero procedía de la República Oriental del Uruguay y se dice que estaba realizando el viaje inaugural de una línea directa entre Montevideo y Bahía Blanca, transportando carga general. Naufragó exactamente el 11 de diciembre de 1883.
Pero este no es el único lugar para conectarse con el pasado. A unos dos mil 500 metros al este, se encuentra la Reserva Natural Pehuen-Có – Monte Hermoso, un yacimiento con huellas fósiles de hace unos 12.000 años, en un estrato arcilloso que corresponden a más de 25 especies de aves y mamíferos extintos.
Las huellas presentes allí datan de períodos glaciares, y pertenecen a osos, megaterios, gliptodontes y mastodontes. También se pueden ver huellas de pisadas humanas impresas unos 7 mil años atrás sobre sedimentos limo-arcillosos, testimonio de los pobladores que habitaron la zona en la prehistoria.
El descubrimiento se realizó apenas en 1986 y desde 2010 se ha propuesta que este lugar sea declarado por la Unesco como patrimonio cultural y natural de la humanidad.
Pero esto no es todo. Pehuen Có tiene más lugares mágicos. Sino basta visitar con el Bosque Encantado, situado a unos 5 kilómetros del balneario y conformado por 105 hectáreas forestadas de pinos, eucaliptos y cipreses, donde está permitido acampar.
Otras dos atracciones importantes del lugar son la Casa Barco y la Casa Molino. La primera, fue construida en 1954 por un navegante italiano, Luis Novelli, que abandonó su tierra natal de muy joven a bordo del vapor de pasajeros “Roma”, embarcación que se convertiría en el último lazo con su patria y que se propuso reproducir con ladrillos y cemento. La idea original tuvo como fin hacer perenne el momento del viaje, que cambió su vida para siempre.
La Casa Molino es un edificio construido en forma de molino de viento por el escritor bahiense Rubén Benítez, en homenaje al libro Don Quijote de la Mancha. Durante muchos años fue una vivienda de propiedad privada, pero a principios de 2015 sus propietarios decidieron donarla y hoy funciona allí una Casa de la Cultura.
Claromecó
Amplias y óptimas para la pesca, las playas del partido de Tres Arroyos -Claromecó, Reta y Orense- son paraísos agrestes de médanos que se encadenan entre los verdes del bosque. Las grandes extensiones de arena que poseen, junto al poco bullicio y el fácil acceso vehicular, les ha valido el mote de playas “como las de antes”.
Uno de los íconos de la zona es el Faro de Claromecó, uno de los más altos de Sudamérica. Ubicado a dos kilómetros de la localidad, a su cima se llega luego de subir uno a uno los 278 escalones que forman parte de la estructura de una fascinante escalera caracol. En su base, los restos óseos de una ballena encontrada en esas costas forman parte del mobiliario que decora este singular lugar, lo que lo convierte en uno de los paseos preferidos de los más chicos, que quieren subir y ver cómo se ve todo desde allá arriba.
Pero no sólo de mar se trata el paisaje, ya que el arroyo Claromecó ofrece siete imponentes cascadas, en un tramo de casi 5 kilómetros antes de desembocar en el mar.
Para los amantes de la tranquilidad – y en tiempos de pandemia, del aislamiento- las playas de Orense son la opción ideal. También conocido como Punta Desnudez, este balneario ubicado a 15 kilómetros del pueblo Orense al que se llega por un camino de tierra, es una especie de isla en el desierto.
Y es que Orense está rodeado de campos privados y no hay más loteos, es decir, no puede crecer más. Existen 450 viviendas y en fines de semana pueden entrar hasta 6000 personas. Este límite demográfico, más la extensión de las playas y la arboleda que posee, lo convierte en un paraíso casi escondido. Detrás de los médanos existe El Pinar, un bosque de ocho hectáreas.
Marisol
Mar y río que se unen para ofrecer un marco escénico imponente en el Balneario Marisol, dentro del partido de Coronel Dorrego. Allí el río Quequén Salado llega hasta la playa a esta altura de la Costa Atlántica y marca uno de los límites de la localidad de Oriente, ubicada a unos 20 kilómetros. La combinación del agua dulce del río y las aguas saladas del mar aseguran una pesca excepcional, la actividad vedette del balneario, aunque no la única opción.
Y es que el río Quequén Salado ofrece también la magia de la Cascada Cifuentes, el salto de agua más alto de la provincia de Buenos Aires. Emplazada en un entorno rocoso y agreste, desde la playa blanquecina que se encuentra frente a la cascada, se pueden apreciar una gran variedad de aves, entre las que se cuentan loros, cisnes y gansos. Ideal tanto para descansar o hacer fotos como para practicar actividades deportivas y recreativas.
Y si de turismo aventura se habla, el paraje Puente Viejo es la mejor opción para recorrer el río en kayak disfrutando de excelentes panorámicas como una gran represa y el puente del ferrocarril, la estructura de lo que fue una fábrica de cal y una usina hidroeléctrica.
Para amantes de la historia, un interesante paseo puede ser el del antiguo balneario Oriente, que quedó sepultado bajo las dunas. Allí se pueden visitar algunas casas enterradas en la arena.