¿Qué es eso que llaman felicidad?
Por Cristian Giambrone, profesor y licenciado en Filosofía
«La medida del Amor es amar sin medida – San Agustín de Hipona».
¿Qué tanto nos hemos hecho esta pregunta? ¿Qué tan bien hemos podido responderla? Pensar la felicidad quizá sea una de las cosas que menos hemos hecho en este mundo y en esta vida en la que parece haber respuestas para todo y para todos. Ni siquiera nos hacemos la pregunta y la respuesta es anterior a nosotros. Damos por sentado que todos sabemos qué es la felicidad, casi da la impresión de que nacemos sabiéndolo. Y la cosa no es tan sencilla. Abordar de esa manera este tema tan crucial puede conducirnos a un sinfín de decisiones desacertadas, no tan graves quizá por el sufrimiento que ello reporte, sino más bien por un peligro mucho mayor, que tiene la particularidad de ser invisible. Este peligro, pienso, consiste en asociar-confundir felicidad con placer, confort, tranquilidad, ausencia de conflictos, seguridad económico-material, seguridad afectiva (como muchas veces pasa con el contrato matrimonial, por ejemplo), ver a la muerte como lejana, estar sano o no enfermar.
La felicidad y las “tecnologías de la pantalla”
¿Qué lugar tendrá la pregunta del apartado inicial en una vida prepoteada por las múltiples incitaciones a consumir y entretenerse, o consumir entretenimiento?
Sin duda será difícil hacerse tiempo y lugar para la reflexión de tamaña pregunta en un mundo en el que vamos viendo cómo la “tecnología de la pantalla” va generando en un gran número de personas una suerte de reflejos condicionados del pensamiento, que son más parecidos a respuestas automáticas/reflejas que, a pensamiento propiamente dicho, para el cual se necesita tiempo, concentración, detenimiento, silencio, elaboración lenta de una idea, para luego comunicarla.
Y pese a que muchos piensan, ingenuamente, que la tecnología es neutral, digo que no podemos mantener con ella una relación de absoluto control en la que podemos prever todos sus efectos (y cierto dominio) sobre nosotros. Así lo expresan Burbules y Callister:
“Nuestros cuerpos, nuestra salud, el entorno físico en el que procuramos sobrevivir son también alterados. Dolencias que eran antes raras se vuelven corrientes (el síndrome del túnel carpiano, por ejemplo); la postura corporal, la resistencia, destreza y coordinación, el modo en que los ojos se desplazan y procesan la información, etc., cambian las nuevas tecnologías”
Yo agregaría a este apartado, que, a partir de las alteraciones, por ejemplo, de la salud, también se ve afectada nuestra capacidad de pensamiento crítico, dado que no podemos perder de vista que toda actividad intelectual está condicionada por un sustrato material, que es el cuerpo, y de no estar sano este, no será sano el pensamiento. Consideremos, por último, todas aquellas técnicas de la psicología conductista puestas al servicio de la publicidad empresarial. Estamos más expuestos y somos menos libres de lo que pensamos.
Hay poco tiempo libre. Los niños y jóvenes de una ciudad como Buenos Aires, frecuentemente no tienen tiempo libre. Van al colegio desde la mañana hasta la tarde, y al salir son sobre-estimulados con actividades extra escolares, llegando a casa casi por la noche, donde la consigna es entretenerse-dispersarse con cualquier pantalla a la mano para no molestar a los padres o adultos que viven con ellos, dado que los mismos han comenzado el día muy temprano y lo han terminado muy tarde, sucediendo que de lo único que quedan ganas es de entretenerse, no pensar, relajarse un poco.
Hay poco tiempo libre, y del que disponemos, es en el que menos energías tenemos para pensar seria y detenidamente. Si lo hubiera, parece que hay una especie de complejo de culpa por no ocupar el tiempo en nada “productivo”, como si el sentido de la vida fuera producir todo el tiempo algo, no importa bien qué, pero producir al fin de cuentas. En este contexto y situación vital-social debemos medir la calidad de nuestras decisiones y de los momentos que vivimos juntos a las personas que nos rodean.
De la misma manera en que para que surja una obra tan maravillosa y compleja como el conjunto de pinturas al fresco de la Bóveda de la Capilla Sixtina, realizada por Miguel Ángel, se han necesitado cuatro años de laborioso, exclusivo y dedicado trabajo del artista renacentista (además de una prodigiosa habilidad, está claro), la calidad de nuestros vínculos, decisiones y pensamientos, estarán medidos en gran parte, según la cantidad de tiempo empleado a tales aspectos.
Resumiendo: El tiempo es poco, el agotamiento psicológico y físico es mucho, la voluntad se debilita, existen numerosísimas propuestas de distracción (muy atractivas, por cierto). En conclusión: el contexto no es favorable para planear y ejecutar una vida de mayor calidad humana. La vida que llevamos es de muy baja calidad, y las “tecnologías de la pantalla” no han venido a mejorar el asunto.
La Felicidad y el consumo
La sociedad hoy, casi no sabe hacer otra cosa que consumir, es su modo de vida por excelencia, y ha depositado casi todas sus esperanzas de felicidad en ello.
Se pierde de vista que el consumo nos brinda efímeros momentos de bienestar, que pasan rápido. Ese rápido pasaje del placer al displacer genera una sensación de abstinencia donde la capacidad de pensar lúcidamente se ve oscurecida ante la urgencia de consumar otro momento de placer. No confundamos, de todos modos, la vivacidad de esta experiencia de abstinencia con la que tienen los estupefacientes, aunque sin duda el consumo (en las dimensiones actuales) de casi cualquier cosa puede cobrar estructuras adictivas en la sociedad. Sin ir más lejos, analicemos la terrible sensación de ausencia y vacío que puede generar en muchas personas la falta de un teléfono celular (sea por olvido al salir de casa, por robo, rotura, etc.) ¿Qué es lo que sentirán muchas personas (no todas, obvio) al no poder matar los tiempos muertos en el colectivo, en la cola del supermercado o el banco, en la sala de espera del hospital, etc.?
Según el filósofo y sociólogo Giles Lipovetsky, en una nota hecha por el diario Clarín en el 2014, el problema no está en la búsqueda de placeres en nuestra vida. De hecho, todas las cosas de consumo generadas en el capitalismo, que apuntan al bienestar de las personas, nos ayudan a ser felices. Pero claro, son medios y no fines. “El problema es que este sistema transformó el hedonismo en un absoluto: no propone ninguna otra cosa, no hay otra finalidad de existencia. Y eso no está bien.”
El filósofo sostiene que el ser humano no es una máquina de placer, no es mera corporalidad a la cual estimular todo el tiempo, es también posibilidad de amar (dimensión afectiva), pensar (intelectualidad), siendo estos aspectos diferentes del de placer corporal/sensorial, aunque puedan contemplar la posibilidad de disfrutar de los afectos o de un buen pensamiento. Pero claro está que el desarrollo, el mejoramiento y la plenificación del ser humano no se encuentran únicamente en el placer, a menudo tenemos que sufrir, o experimentar un trabajo displacentero para alcanzar ciertos disfrutes, más duraderos, que el consumo liso y llano no nos puede proporcionar. Por ejemplo, la satisfacción de haber entregado incontables horas a escribir o leer un libro y poder concluirlo, habiendo sido este, un desafío (entendido éste como una situación trabajosa, costosa, que ha implicado un gran esfuerzo no siempre placentero) para nuestra inteligencia; o aprender a escuchar música, de otra complejidad, entrenar el oído, para alcanzar el disfrute de otras melodías más elaboradas que las que solemos encontrar en los hits del momento; o encontrar un trabajo en el que la ganancia misma de éste no sea el salario sino el trabajo en sí.
Volviendo al consumo, Lipovetsky concluye, interpreto que lapidariamente, que pese a la magnífica e incontable producción de bienes de consumo del actual capitalismo hiper-consumista, “la sumatoria de felicidades y desgracias no debe haber cambiado mucho en la historia de la humanidad.” . Cabe la pregunta ¿ha venido el capitalismo a mejorar realmente la vida de la humanidad? ¿O será que, mejorando y solucionando ciertos aspectos de nuestra vida, ha generado otros y nuevos problemas, sin terminar de inclinar la balanza hacia una mayor presencia de la felicidad en este planeta?
¿Dónde radica la felicidad, entonces, sino es en el consumo?
La felicidad “es una relación de uno con uno mismo y de uno con los demás. El consumo, en cambio, es una relación de [uno] con una cosa.”
La felicidad como el no morir. O alejar la muerte lo más posible, en los hechos y en los pensamientos.
Tomando conciencia de que en cualquier momento nos cabe la posibilidad de morir podemos redimensionar nuestra existencia.
Vivimos en un mundo plagado de entes donde nuestros comportamientos no suelen ser propios, es decir, somos inauténticos. Comemos lo que se come, nos vestimos como se viste, usamos lo que se usa, escuchamos lo que se escucha. ¿Cuáles son esos momentos para ser auténtico? ¿De qué se trata ser auténticos?
Se puede comenzar sabiendo que quizá la inautenticidad encuentre su lugar en el hecho de que vivimos como si la muerte no estuviera próxima. Perdemos de vista que podríamos morir en este preciso instante. En general huimos de la muerte, y ella es, paradójicamente, la que nos da la posibilidad de entender que todo puede ser distinto. Pensemos: ¿seguiríamos haciendo lo que estamos haciendo en este preciso momento si supiéramos que desde ahora nos quedan solo un par de horas de vida? ¿Qué o quién nos garantiza que mañana vamos a estar vivos? ¿Qué sentido adquirirían algunas cosas que hacemos todos los días sabiendo que la vida no está garantizada? ¿Seguirían teniendo sentido?
Lo que venimos diciendo tiene que ver con la búsqueda de ser auténticos, realmente auténticos, y eso quizá tenga poco que ver con la masificación de la que habitualmente somos víctima, y otras veces no tanto, porque resulta más cómodo dejarlo todo como está. ¿Qué es aquello que más queremos hacer? ¿Qué nos hace postergar la realización de aquello que más queremos? ¿Tiene sentido esa postergación? ¿Somos conscientes de que aquello que más queremos hacer quizá sea algo que nos diferencia de la masa? ¿Nos hemos preguntado profundamente, en algún momento de ocio, qué es aquello que más queremos hacer?
Probablemente, si fuéramos concientes de la posibilidad de la propia e inminente muerte, cambiaría nuestra vida, motorizándose con la menor de las postergaciones posibles, hacia aquello que nos hace plenos.
Decididos a buscar la felicidad
Socialmente, no hacemos más que buscar la felicidad como mediada únicamente, o casi únicamente, por el consumo. ¿Qué pasaría si relativizáramos el consumo en nuestra vida, si buscáramos otros modos de alcanzar la felicidad, y de sostener la economía?
Quizá, sea necesario aprender a soportar un poco más el silencio, y no llenarnos de tantos ruidos que no nos dejan cultivar una relación con nosotros mismos; que no nos deja entablar y cultivar un diálogo cuidado y delicado con otras personas.
Quizá sea necesario sentarnos a pensar sobre la muerte como posibilidad ineludible de nuestra vida, y ser más conscientes de ello; en vez de buscar vivir olvidándonos de ella.
Quizá debamos aprender a embarcarnos en la búsqueda de placeres más elaborados, que requieran un mayor trabajo de obtención, y que no estén tan a la mano.
Quizá debamos buscar que nuestros momentos de ocio no se transformen en una sesión de anestesia y distracción mental, sino más bien en un estímulo para el pensamiento elaborado, el disfrute estético de calidad, y vínculos humanos profundos, donde haya lugar, con más frecuencia en las reuniones grupales con nuestras amistades, para los pensamientos y diálogos elaborados y el disfrute estético de calidad.
Ustedes dirán.
Notas
1 Utilizo este término para referirme retóricamente al desarrollo de las tecnologías del entretenimiento, que fundamentalmente, se basan en la utilización de una pantalla (televisores inteligentes, celulares inteligentes, tablets, notebooks, carteles de publicidad, etc.).
2 En psicología conductista, el condicionamiento es una modalidad de aprendizaje que consiste en aprender a responder de un modo nuevo ante un estímulo que de forma innata no provocaba la respuesta en cuestión. Dado que la conducta aprendida de este modo no necesita de la conciencia ni parece consecuencia de actos voluntarios y deliberados, se suele indicar que el condicionamiento describe las conductas automáticas o mecánicas de los organismos -incluido el hombre
3 Burbules , N y Callister T (2001) Educación: Riesgos y promesas de las tecnologías de la información. Granica: Buenos Aires. p. 21.
4 Donde difícilmente aprenden a pensar, sino más bien aprenden, a las corridas y con tiempos sumamente cronometrados-regulados, una suerte de conocimientos y habilidades más o menos rudimentarios y útiles al mundo actual, tan acelerado y ávido de resultados medibles-cuantificables-acreditables mediante estándares, el cuál es de dudosa bondad y sospechosa de servilidad a intereses particulares relacionados al poder y al dinero.
5 El consumo te brinda pequeñas felicidades. Claro que no duran.:
https://www.clarin.com/sociedad/consumo-brinda-pequenas-felicidades-Claro_0_SkIbNDnqD7g.html
6 Ídem.
7 Ídem.
8 Idea presente en el concepto “ser para la muerte”, del filósofo alemán Martín Heidegger. Remito al episodio 10 de la cuarta temporada del programa filosófico “Mentira la Verdad”: https://www.youtube.com/watch?v=ptFw8GHcKrU
Ver también
https://www.sextaseccion.com/gente-y-personajes/escribio-para-agitarnos/
https://www.sextaseccion.com/featured/conocer-nuestra-capacidad/
https://www.sextaseccion.com/comentarios/deep-web/
https://www.sextaseccion.com/comentarios/amantes-de-la-armonia/
https://www.sextaseccion.com/libros/el-origen-de-tu-angustia/