No olvidemos lo que aprendimos
Por Javier Di Benedetto
Comenzamos el último mes de uno de los años más especiales de nuestras vidas y, tal vez, de todo el siglo XXI. A esta altura de la pandemia (que todavía no acaba y que constantemente amenaza con “rebrotar”), ya sea por hartazgo de privaciones, por un poco coraje adquirido, por restricciones levantadas oficialmente, o por todo esto junto, vamos iniciando la vuelta. Igualmente, lo sabemos, no es automático, no es fácil: la confianza a recuperar es mucha.
Diciembre se presenta como un mes que demanda la toma de decisiones que nos tensionan a veces demasiado: cierres y despedidas de año (que en el “otro mundo” eran cena afuera asegurada); pensar cómo, dónde y con quienes pasar las fiestas (“¡otra vez tengo ver a ese, a esa que no me banco!”); planear las vacaciones (que más que nunca nos pide tener en cuenta muchísimas cosas)… Y, a esta altura, creo que está bueno aclarar que lo anterior no describe a tantos y tantas de nuestra querida y dolorosamente desigual Argentina, para quienes estos meses venideros representarán, como de costumbre, una dificultad todavía mayor para llevar a casa “el mango de cada día”.
Por eso, a quienes nos quepa el poncho de tener por delante esas decisiones conflictuantes y buscamos cambiar (porque pareciera que hay quienes disfrutan bastante del enojo propio y ajeno), deseo que nuestro interior más profundo escuche esto: “ACORDÁTE DE LO QUE VIVIMOS ESTE AÑO”.
No nos olvidemos de lo aprendido o, en positivo, apliquemos eso que asimilamos como experiencia, ¡que no sea en vano tanto sufrimiento! Que el hecho de estar con vida hoy nos ayude a relativizar muchas de esas cuestiones que son fuente de dolores de cabeza y discusiones, ¿es tan importante como para perder la paz y resentir el vínculo con alguien que queremos? Que el valorar con más fuerza el encuentro cara a cara, luego de tanto ayuno forzado y pantalla de por medio, nos lleve a hablar de temas que impliquen nuestra historia personal, nuestra afectividad, y no de temas en los que no tenemos verdadera injerencia (aquellos que solemos postear y comentar en nuestras redes sociales).
Que el corto o extenso tiempo de inactividad que hayamos atravesado, nos vuelva a mostrar el humilde disfrute de escuchar con sincera atención, de mirar a los ojos sin tiempo, y de abandonar esa tensión de tener que opinar o acotar algo casi como si nos fuésemos a morir asfixiados si no lo hacemos. ¡Y tantos otros aprendizajes sembrados durante el año, de los que ya podemos cosechar hermosos frutos para este mes!
Ahora que todas y todos tenemos en el Cielo a quien “llenó de gloria este suelo”, demostremos (-nos) que somos más que un ente que ataca o se defiende atacando desde la propia trinchera de uno u otro lado de la “bendita” grieta en cada tema de conversación, y de la que pareciera que ni D10S se salva.
¡Feliz Navidad y Feliz Año Nuevo!
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