Las próximas elecciones nacionales nos plantean solo un dilema: acabar con este gobierno y su modelo de exclusión o continuar con él.
Y en esa disyuntiva, la ciudadanía, ayudado por los medios dominantes y formadores de opinión, ha distinguido dos candidatos polarizando la elección: El candidato del gobierno, porque la presidenta Cristina no puede serlo y Mauricio Macri.
Falta poco, aunque en política es bastante y podría llegar a ternar Sergio Massa, que de todas formas no cambia sustancialmente a los efectos del análisis que nos planteamos aquí, la continuidad o no del actual modelo de gestión.
Es claro en este punto que el gobierno actual a través del intérprete más fiel que ha encontrado intenta continuar con el modelo que viene aplicando desde hace 12 años con muy malos resultados pero con un todavía importante apoyo y que los candidatos opositores se ofrecen como alternativa de un cambio imprescindible, sin saber demasiado bien cual será ese cambio.
Argentina inevitablemente camina a una nueva crisis económica y social, con consecuencias aún peores que la del año 2001. Ahora sin la posibilidad de recurrir a la estafa de los Bancos a través del famoso corralito y la incautación de dineros y el consiguiente robo a los bonistas extranjeros, la aplicación de retenciones al agro y el incremento de los impuestos, no tiene de donde extraer bienes que pueda trasladar a los sectores más débiles que son los primeros y quienes más sufren las consecuencias de estas crisis.
Para Cristina esto no es un problema. Ella no será quien presida en ese momento y podrá ponerse en crítica desde el primer día de gestión de cualquiera de los candidatos que gane, aún los nombrados por ella.
El dilema es que los candidatos opositores no aciertan a mostrar esta realidad y delinear y exponer las políticas que habrán de llevar a cabo para que esto no suceda. Sostener que mantendrán algunos de los instrumentos que ha implementado el kirchnerismo es una prueba palmaria. El emblema de ellos es la asignación familiar por hijo, que todos se apresuran en decir que habrán de mantenerlo, sin advertir que esa medida fue tomada por el propio gobierno kirchnerista después de 6 años! de gestión, ante el fracaso de su política económica para mejorar la situación de los pobres y hambrientos.
Esto sería suficientemente claro para mostrar que es necesario un cambio de rumbo en la política en general y económica en particular.
Porque en realidad y aquí nuestro aporte, lo que necesita la Nación es un cambio de sus estructuras, volviendo al proyecto fundante de un país agrícola ganadero, con distribución federal. Suficiente para alimentar adecuadamente a los 44 millones de argentinos y con saldo que permita la adquisición de bienes servicios sin los sobreprecios, patentes y royalties que se pagan en la actualidad.
De no ser así, veremos dos escenarios. Si triunfa Cristina una crisis inevitable. Si triunfa alguno de los candidatos de la oposición los veremos haciendo malabarismos para evitarla y en una de esas, en la necesidad, encuentran la fórmula, que es la que les decimos y ninguna otra.
Por ahora seguimos viendo dos tipos de candidatos: el oficialista que no quiere cambiar y los opositores que no saben bien como.