Cóndor andino: el arte de volar en las alturas con el mínimo esfuerzo
Un equipo conformado por investigadores del CONICET y de la Universidad de Swansea, en Reino Unido, estudió de manera intensiva y durante 10 días los movimientos de ocho jóvenes cóndores en la región Bariloche, provincia de Río Negro, y detectó que, tanto en la estepa como en las alturas, el cóndor recurre al aleteo solo en el 1 por ciento de su tiempo de vuelo.
El cóndor andino (Vultur gryphus) cuenta con varios récords: no solo es la especie de ave carroñera más grande del mundo, sino el ave planeadora más eficiente en el manejo de energía, a tal punto que puede pasar largas horas surcando las corrientes de aire sin aletear más que para despegar o suavizar el aterrizaje.
“Marcamos a los cóndores con unos dispositivos llamados daily diaries, que pueden medir la posición del ave hasta 40 veces por segundo y captar con precisión detalles de su comportamiento, tales como adónde va a tomar agua, dónde encontró alimento y cuánto aletea”, contó Sergio Lambertucci, director del Grupo de Investigaciones en Biología de la Conservación (INIBIOMA-UNCOMA-CONICET), a la Agencia CTyS-UNLaM.
Contabilizar las veces que estas aves baten sus alas en vuelo les permitió tomar dimensión del gasto energético real que tienen al desplazarse, teniendo en cuenta que, para especies como el cóndor andino, el costo de cada aleteo es 30 veces mayor que el de otros procesos metabólicos.
“Si bien sabemos que los cóndores vuelan mucho planeando, nos sorprendió que haya cóndores que pudieron volar más de 170 kilómetros sin aletear ni una sola vez, y que generalmente esos aleteos se produzcan casi exclusivamente cuando están despegando o, a veces, aterrizando. Haber alcanzado ese grado de detalle es lo interesante”, valoró el biólogo, que colabora con el equipo internacional hace casi una década.
Estrategas alados
“El cóndor –explicó Lambertucci- es un animal que tiene que recorrer muy grandes áreas para encontrar su carroña en el medio de la estepa, y puede llegar a pasar días sin dar con ese alimento. Entonces, ese desplazamiento tiene que ser de muy bajo costo porque, si no, sería como una trampa que no le permite sobrevivir”.
Para lograr un vuelo low cost, los ejemplares de esta especie se valen de la energía que provee el medio ambiente. En rigor, cuando se encuentran sobre la cordillera, utilizan más las corrientes ascendentes generadas por el choque del viento contra los filos de las montañas.
En tanto, cuando se encuentran en la estepa, se remontan principalmente sobre las corrientes térmicas, producidas por efecto del sol sobre la superficie, que calienta el aire y lo hace ascender.
Sin embargo, lanzarse a planear a merced del clima y la geografía no es suficiente para un vuelo óptimo. “El cóndor debe tomar una decisión muy eficiente y prolija acerca de dónde dejar una corriente ascendente y pasarse a otra. Si se eleva con una corriente térmica, en algún momento tendrá que dejarla para seguir avanzando. Si no la abandona a tiempo, se va a caer al suelo, y eso le va a llevar a gastar mucha energía”, amplió el investigador.
En otras palabras, el cóndor tiene mucho para perder si se equivoca de dirección y si llega tarde a la próxima corriente, porque si esto le ocurre caerá y deberá aletear para compensar la caída y poder volver a subir.
De todas formas, estas aves planeadoras probaron tomar excelentes decisiones de vuelo y sortear con éxito grandes desafíos, como los que se encuentran en la estepa cuando el clima no colabora y las corrientes térmicas son débiles.
Recalculando
El equipo pudo dar cuenta de la diferencia de estrategias en función del tipo de corrientes gracias a los sofisticados dispositivos alojados temporalmente sobre los animales, que incorporaban: un GPS, un acelerómetro (que registraba detalles sutiles del movimiento), un magnetómetro triaxial (que permitía distinguir la estrategia de planeo) y un sensor de presión barométrica (que permitía conocer la altura a la que volaba el ejemplar y su velocidad).
“Cuando modelamos los efectos de volar en condiciones como las que se encuentran en invierno, descubrimos que los cóndores tan solo aletean aproximadamente 2 segundos por kilómetro. Esta inversión notablemente baja en vuelo de aleteo está a la par con los albatros. De hecho, se ha demostrado que los albatros agitan sus alas entre un 1 y un 15 por ciento de su tiempo de vuelo”, remarcó la investigadora Emily Shepard (Universidad de Sweansea).
Para los cóndores, el mayor problema a resolver son las condiciones del despegue, en el que invierten el 75 por ciento de sus aleteos. “Esto sugiere que las decisiones sobre cuándo y dónde aterrizar son cruciales, ya que no solo los cóndores necesitan poder despegar nuevamente, sino que los aterrizajes innecesarios aumentarán significativamente sus costos generales de vuelo”, aseguró Shepard.
Una escuela de planeadores expertos
Al parecer, el dominio eficiente del vuelo, observado en estos ejemplares juveniles, es una virtud que se adquiere con la práctica, luego de años de seguir a los adultos y de jugar por horas en el aire con sus pares. “De hecho –amplió el investigador- hasta se persiguen entre ellos como una forma de ir mejorando: se los puede ver rozándose y parándose unos sobre otros en pleno vuelo”.
“Hay todo un proceso de aprendizaje”, agregó Lambertucci y señaló que, en un futuro, el equipo planea repetir el estudio con pichones que están dejando su nido y que, en sus primeros intentos, suelen cometer errores hasta que logran dominar la técnica. Esto permitirá entender bien cómo funciona el proceso de aprendizaje de vuelo en un ave que tiene limitaciones debido a su tamaño y peso.
Estudiar la dinámica y las estrategias de vuelo de aves planeadoras ha servido desde hace mucho tiempo para fundar los principios de la aeronáutica, y continúa contribuyendo para el diseño de aeronaves cada vez más eficientes en su aprovechamiento de la energía disponible.
Sin embargo, con este estudio también se pueden resolver algunas incógnitas pendientes de la paleontología. “Esto nos da información acerca de cómo pueden haber logrado levantar vuelo otros grandes voladores prehistóricos, como cóndores o buitres extintos e incluso Argentavis magnificens, con el doble de envergadura y cuatro veces más pesadas que los cóndores andinos”.
El estudio fue publicado en la revista científica Proceedings of the National Academy of Sciences, y del equipo que lo llevó a cabo también participaron los investigadores Hannah Williams, Mark Holton y Rory Wilson, de la Universidad de Swansea (Reino Unido), y Pablo Alarcón (GrInBiC, INIBIOMA –UNCOMA-CONICET).
Fuente: Carolina Vespasiano – Agencia CTyS-UNLaM – carovespasiano@gmail.com