Debido a algunos excesos en el proyecto de reformas a la ley 26150 de educación sexual integral, en los últimos días en todo el país y en forma creciente, una gran cantidad de padres, docentes y ciudadanos en general, han alzado su voz manifestándose en contra de su aplicación.
Bajo la bandera de «con mis hijos no te metas» intentan por todos los medios posibles (y válidos) transmitir una serie de cuestionamientos al proyecto de ley que impulsa la introducción de algunos cambios conceptuales e ideológicos inaceptables en materia de educación sexual.
Además, hacen notar que la intención casi desesperada de la aplicación del citado proyecto, responde a intereses poco claros o, cuanto menos, parciales e ideológicos.
Lo cierto es que, alejados de un moderado juicio y de rigor científico e intelectual, muchos de los postulados del proyecto de E.S.I buscan relativizar cosas que todos tenemos por sabidas y que pertenecen al ámbito del sentido común. Por ejemplo, en un abuso llamativo de arbitriariedad ideológica, se relativiza la evidencia elemental de la naturaleza que, en referencia a nuestra especie humana, nos ha hecho mujer y varón. Se ignora felizmente que la cultura no puede crear otros sexos, sino distintas maneras de asumir y vivir la sexualidad. Sin embargo, para los mentores de este proyecto, la relación entre naturaleza y cultura no es tan clara, y, por ende, a los niños merece la pena confundirlos y alejarlos de las evidencias racionales primarias, sanas y equilibradas para que sean más abiertos que sus padres, y poder crear así una sociedad finalmente fraterna y solidaria, donde no haya más discriminaciones.
Pero con la aplicación de estas modificaciones se mezclaría el hecho de que entre los seres humanos hay diversidad de modos de vivir la sexualidad, con el hecho de dar por descontado las evidencias de la naturaleza y de la razón. Se confunde, además, el necesario reconocimiento del Estado en orden a los derechos humanos fundamentales de toda persona con una suerte de eliminación de las diferencias, fundamentales y necesarias, que existen entre varones y mujeres.
No todos los padres quieren que a sus hijos les inculquen desde muy pequeños ideas y mensajes sobre «sexualidad». Muchísimos son los padres que quieren que sus hijos continúen jugando normalmente a los juegos que les corresponden por niños, y que se les eduque como niños (y niñas). No todos quieren que a sus hijos se les meta en la cabeza una visión distorcionada de la realidad en nombre de una «solidaridad» precariamente entendida. Antes bien, muchos saben que el niño es solidario por naturaleza. Y si el niño discrimina, lo hace en función de lo que recibe como contenido de su educación. Así y todo no parece justificado abordar los problemas de las discriminaciones eliminando las diferencias y la riqueza del ser varón y del ser mujer en cada caso.
Quienes dicen «con mis hijos no te metas», no están negando necesarias aperturas, sino que está reclamando un modo inadecuado de tratar las problemáticas.
Pero ¿a quién realmente ayuda estos nuevos postulados?
Por último, muchos padres se cuestionan qué objetivos se persiguen con tal promocionada ley de E.S.I. A la vista de todos está el hecho de que, gracias a la mucha información circulante en materia de «educación sexual» desde hace ya algunas décadas, los adolescentes comienzan a «consumir» sexo desde más pequeños, se mutiplicaron los embarazos no deseados, hay cada vez mayor promiscuidad en las relaciones, desenfreno entre los adolescentes en materia sexual, pérdida de los valores del pudor y de la castidad, entre otras manifestaciones que hacen a la pérdida de la integralidad de la persona en sus dimensiones afectivas, corporales y espirituales.
Con las modificaciones que se pretenden introducir, ¿se ayudará a resolver estas problemáticas? Si queremos ser inclusivos y solidarios, ¿es este el camino que debemos tomar? Si queremos educar a nuestros jóvenes y niños en la aceptación y el respeto, ¿será eliminando las diferencias, poniendo en riesgo su equilibrio psicológico y emocional?
Para seguir pensando.
Este artículo es un error de desconocimiento.