Nuevos cuentos de Adrián Rusak que activa su imaginación para ofrecer a los lectores de Sexta Sección temas que nos hagan olvidar por un momento del tiempo de aislamiento.
La conexión
Un nuevo día comenzaba para él y como sucede en cada inicio, todo se vislumbraba esperanzador, a pesar de los desengaños que experimentó en reiteradas veces.
Porque, a pesar de ser muy joven, vio pasar por su vida demasiadas ilusiones que se quedaban en el camino y se esfumaban como cenizas en el viento.
Así, recordaba la gran cantidad de personas que conoció fugazmente y siempre le prometieron quedarse a su lado, pero al final no cumplieron con su palabra.
Demasiadas chicas que le fallaron, ahogando su fe y minando su seguridad personal, haciéndolo experimentar una dura condena interior.
Pero todas las malas épocas en algún momento se terminan y por fin, el día de la alegría le había llegado.
Cuando menos lo esperaba, ella se presentó ante él, observándolo con una gran sonrisa y despertando su optimismo nuevamente.
Ya que, al mirarse, ambos supieron de inmediato que eran el uno para el otro.
¡Al fin había encontrado a ese ser que tanto anhelaba!
¡Y así fue que ella lo abrazó y le juró que lo cuidaría por siempre!
Según dicen, hasta el día de hoy, todavía cumple con su palabra… ¡Y con el juramento que le hizo, apenas se lo llevó de la tienda de mascotas!
¡Porque hay pocas cosas más puras que el amor entre una niña y su gatito!
El vuelo del gorrión
La primavera llegaba y con ella, se vislumbraban las primeras flores de la temporada.
En uno de los árboles del parque, casi como pidiendo permiso, asomaba su cabeza un pequeño gorrión que salía de su nido para dar sus primeros pasos.
Mientras avanzaba por la delgada rama del árbol, aquél pequeño pájaro sabía muy bien que debía abandonar ese lugar… pero no se animaba.
El temor a lo desconocido invadía su pequeño y frágil cuerpo, lo cual era comprensible ¿Cómo no tener miedo ante los cambios realmente importantes?
Lo nuevo siempre genera incertidumbre en cada ser, a tal punto que puede frenar hasta al más voluntarioso.
Pero aun así, él tenía una certeza… ¡No debería rendirse ante ningún temor! ¡Su voluntad no podría ser quebrada por nada!
Y así, completamente decidido, desplegó sus alas y se arrojó de la rama… ¡Para finalmente comenzar a volar!
¡Con cada aleteo, su vuelo se perfeccionó y se perdió entre las nubes para emigrar hacia nuevos rumbos!
Pues sabía muy bien que en la vida, siempre hay que animarse a arriesgar, para no quedarse eternamente en una zona de confort.
Porque eso es algo que los valientes y los sabios conocen perfectamente, para poder vivir de manera libre y plena, como lo hace aquél audaz gorrión.
El secreto de Gonzalito
Había una vez, un pequeño pueblo alejado, llamado “Villa Mayo”.
Allí, vivía muy feliz Gonzalito, un niño que tenía solamente siete años de edad.Él era un pequeño sano y fuerte, pero tenía un gran defecto… era muy alcahuete, por lo que se había ganado la desconfianza de todos los que lo rodeaban, incluyendo amiguitos, compañeritos de escuela y hasta familiares.
Tanto es así, que ya nadie le confiaba un secreto y las personas callaban de inmediato, al verlo acercarse. ¡Hasta los gorriones detenían su cantar al verlo pasar!
Hasta que un día, Gonzalito se encontró con un perro muy particular, cuyo nombre era Miguelito.¡Aquél can, no era cualquier una mascota cualquiera, no señor! ¡Él era muy especial, ya que sabía hablar!
La única persona que sabía sobre este asunto era el travieso infante, quien guardaba el secreto porque el precavido animal lo había amenazado con futuras mordidas, si se le ocurría contarle a alguien sobre su mágica condición.Así, entablaron una hermosa amistad durante mucho tiempo.
Pero todo cambió cuando el niño, en una ocasión muy especial, le contó al can «¡Miguelito! ¡No sabes de lo que me entere! ¡Hoy, tus familiares te van a hacer una fiesta sorpresa en tu casa! «.
El perro, sin poder contener su enojo, le contestó «¡Gonzalo! ¿Cómo podes ser capaz de contarme un secreto así? ¡Seguramente mis dueños pusieron mucho esfuerzo para preparar la sorpresa que acabas de arruinar! ¡Maldigo el día en que me escuchaste hablar y no tuve más remedio que ser tu amigo para que no me delates!»
Después de escucharlo, Gonzalo enfurecido contestó «¡Nunca estuviste obligado a ser mi amigo! ¡Y jamás habría contado que hablabas, porque me amenazabas con morderme! ¡Pero ahora no me importa y le contaré tu secreto a todos! «.
Así, perro muy molesto se alejó y el infante, lleno de bronca se esfumó.De esta manera, Gonzalito comenzó a caminar en soledad, hasta que se cruzó con una simpática ranita que le ofreció su amistad. ¡Ambos se miraron sonrientes y jugaron durante horas, muy divertidos!
Hasta que llegó el momento de jugar a las escondidas y al niño le tocó su turno para contar.Entonces, Gonzalo contó y contó, y al terminar comenzó a buscar a la ranita, pero no la hallaba.Y fue así que empezó a buscar y buscar, caminar y caminar.
Caminó y caminó hasta que agotado se quedó y, al ver un árbol con una hermosa sombra, se acercó para posar su cuerpo cansado sobre el mismo.Inevitablemente, sus ojos se cerraron y se quedó completamente dormido.Gonzalo durmió hasta que la noche llegó.
Al despertar, con la luz de la luna bañando su rostro, recordó que el cumple de su perro amigo se llevaría a cabo en breve y hacía allí se dirigió.Así, completamente exhausto, llegó al cumple y vio que la fiesta estaba llena de niños, familiares y amigos de Miguelito.
Para el incorregible chico, la oportunidad perfecta para llevar adelante su cometido… ¡Contarles, a todos los presentes, el secreto del perrito cumpleañero!Y, sin dudarlo ni un segundo, exclamó «¡Hola a todos! ¡Quiero contarles algo que nadie sabe sobre nuestro querido amigo, que hoy cumple años! ¡Algo que solamente yo sé! ¡Miguelito, el perrito adorable, sabe hablar! «.
Ante tal revelación, el silencio se apoderó del ambiente… ¡Hasta que todos los presentes rieron a carcajadas y se burlaron del infante, ocasionando su llanto!Al contemplar la situación, Miguelito se conmovió y decidió confesar su secreto gritando «¡Es verdad lo que dice Gonzalito, hace mucho que puedo hablar, con la claridad que ahora pueden escuchar!».
Así, luego de escuchar al can hablar, todos se asustaron y huyeron despavoridos.¡Hasta su propia familia, que había organizado todo el festejo, huyo corriendo del lugar!Y finalmente, Miguelito se quedó solo y triste.
Al verlo tan angustiado, el chico se arrepintió muchísimo de lo que había hecho. Y deseó, con todas sus fuerzas, volver el tiempo atrás para reparar el daño que había causado… pero ya era tarde y nada podría cambiar la situación. De esa manera, los dos se quedaron solos y llorando juntos, hasta quedarse dormidos.
Pero al despertar nuevamente, Gonzalo se dio cuenta que, afortunadamente, todo era una pesadilla y se marchó con felicidad para ver a su amigo.
Al llegar, después de una gran corrida, vio a Miguelito delante de su casa y se acercó sonriente hacia él.Así, al quedar ambos frente a frente, el pequeño exclamó «¡Miguelito, quiero pedirte perdón por lo que hice hoy, te prometo que voy a cambiar y desde ahora aprenderé a guardar secretos! ¡Nunca voy a contar que sabes hablar y podes confiar en mí, siempre voy a ser tu amigo!»
Después de unos segundos, el perro lo miró y respondió “¡Esta bien Gonzalito, te creo y te perdono amigo mío!”Acto seguido, ambos se fundieron en un abrazo y pasaron el cumple juntos y muy felices.
Y finalmente, Gonzalito aprendió el valor que tiene la amistad cuando se sabe guardar un secreto.
La Estación de Servicio
El viejo Ulises trabaja un día más en la desolada estación de servicio, en la que en medio de la nada, escucha la radio con la única compañía de su fiel perro “Sultán”.
- Ulises: ¡Dale Sultán! ¡Cuando yo te lanzo la pelota agarras, la vas a buscar y me la traes!
Al lanzar la pelota, Ulises nota que el perro la mira, pero se sienta y se queda inmóvil, mirándolo detenidamente.
- Ulises: ¡Qué perro de porquería que sos!
Totalmente resignado, Ulises se sienta en un banco de la estación y seca su frente, agobiado por el calor insoportable de aquella zona llena de nada.
- Ulises: ¡Encima en esta maldita estación pasa un auto cada ocho horas! ¿Quién me manda a agarrar un laburo acá? ¡Carajo!
Muy aburrido y enojado, mira hacia el camino y en ese momento, comienza a ver la figura de un auto acercándose, por lo que cambia la expresión cansada de su rostro por una más alegre.
- Ulises: ¡Un auto! ¡Un auto! ¡Por fin! ¡Ojalá que pare acá!
El auto llega y para en la estación, se baja del mismo un hombre con bigote, vestido con un traje gris y con unos anteojos de sol.
- Hombre: Hola señor, buenas tardes ¿Dónde tiene el baño acá? ¡Necesito uno urgente! ¡No vi ni un solo baño en kilómetros por acá!
- Ulises: ¡Jajajaja! ¡Es que es un camino bastante desierto don! ¡El baño está ahí al fondo! ¿Lo ve?
- Hombre: ¡Si, gracias, menos mal que encontré esta estación!
- Ulises: ¿Va a cargar nafta también, don?
- Hombre: ¡Aaah si, cárguelo mientras voy al baño!
- Ulises: ¿Tanque lleno? ¡Le va a convenir, no hay otra estación en varios kilómetros más!
- Hombre: Emm, si… lleno. ¡Ya vengo!
El hombre avanza hacia el baño, pero Ulises una vez más lo frena. Con otra pregunta más.
- Ulises: ¿A dónde va el señor? ¿A la costa?
- Hombre: (Gritando) ¡Bue, ya me canso viejo! ¿Qué carajo le importa a dónde voy? ¡Déjeme ir al baño tranquilo y no me moleste!
- Ulises: ¡Eyy! ¡Bueno don! ¡Perdóneme! ¡Solo trataba de ser amable, che! ¡Soy un tipo educado y me gusta conversar! ¡Vaya, vaya nomás!
En ese momento, hombre lo mira muy mal, como queriéndoselo comer con la mirada, pero no dice palabra alguna y entra al baño. Ulises, mientras tanto, empieza a cargar nafta y olfatea un olor extraño en el aire.
Ulises: ¡Pero que olor a podrido, che! ¿De dónde carajo viene?
Ulises mira hacia el baúl del automóvil del hombre, comienza a ponerse ansioso y mira hacia el baño para saber si el hombre sale de allí o no. Trata de resistir la tentación de salir de su duda, pero su curiosidad es más fuerte. Entonces, agarra un pequeño pedazo de alambre de su bolsillo y comienza a intentar abrir el baúl, cosa que logra rápidamente. Pero pronto se arrepiente de tamaña estupidez al encontrarse con… ¡Un hombre muerto!
- Ulises: ¡Uy! ¡No, no lo puedo creer! ¡Éste tipo es un asesino! ¿Quién me manda a mí a abrir este baúl? ¡Soy un idiota!
En ese momento, el hombre sale del baño y descubre a Ulises «in fraganti», observando aterrado al cadáver.
Por esto, el sujeto se acerca, muy fuera de sí, al curioso playero.
- Hombre: (Gritando) ¡Viejo de porquería! ¿Por qué no te metes en tus asuntos? ¡Te voy a llenar de plomo!
- Ulises: (Gritando) ¡Uy! ¡Carajo, yo me rajo!
El hombre saca una pistola y comienza a disparar muy nervioso, tratando de acertar un balazo a Ulises pero falla, por lo que éste se va corriendo a su garita en la estación y se encierra con llave.
- Ulises: ¡Carajo, carajo! ¿Y ahora cómo salgo de esta situación?
Rápidamente, Ulises comienza a escuchar fuertes golpes en la puerta, y se da cuenta que es el hombre misterioso, quien patea fuertemente tratando de romperla, totalmente desencajado.
- Hombre: (Gritando) ¡Abrí cobarde! ¡Te voy a llenar de plomo, viejo metido!
Al oír tal sentencia, Ulises entra en pánico. ¡Comienza a pensar que pronto su verdugo derribará la puerta que los separa y que su vida le será arrebatada de la manera más cruel, simplemente por meter sus manos, o su alambre, donde no debía! Y en ese momento, en que el terror en el aire se respiraba, Ulises comenzó a escuchar el sonido de unas sirenas… ¡Era la policía, que llegaba a su rescate!
- Policía: (Gritando) ¡Quieto ahí señor, quiero que suelte esa arma y levante sus manos donde pueda verlas!
- Hombre: (Gritando) ¡Uy, no te lo puedo creer! ¡Maldigo el momento en que me detuve en esta estación de porquería!
Finalmente, la policía arrestó al hombre bajo el cargo de homicidio doloso y tentativa de homicidio. Y ya a salvo, Ulises salió de su escondite.
Así mientras miraba al patrullero alejarse con ese temible hombre esposado, él pensaba ¿Cómo pudo ser posible que apareciera ese patrullero en ese preciso instante, en medio de la nada? ¿Lo que había sucedido era un milagro? ¡Vaya incógnita que nunca podría resolverse!
Lo único que realmente importaba era que pudo ser salvado ¡Y su perro también!
Pero… ¿Y dónde estaba Sultán? Apenas Ulises terminó de preguntarse eso, vio a su amigo volver a lo lejos, completamente exhausto ¿Acaso el fiel can había corrido por ayuda al ver a su amo en peligro?
Puede ser ¡Pero eso ya no importó cuando ambos corrieron y se fundieron en un abrazo!
¡El abrazo de la amistad más pura y fiel, entre un hombre y su amada mascota!
El sueño de Clara
Aquella noche de otoño, Clara llegó muy cansada del trabajo, por lo que inmediatamente subió a su habitación para acostarse directamente a dormir.
Al acercarse a la ventana para cerrar las persianas, observó la hoja de un árbol desprendiéndose del mismo y comenzando a volar con la ayuda del viento.Aquella libertad, tan simple y perfecta, la dejó cautivada e inmediatamente, vencida por el cansancio, bajó las persianas para finalmente acostarse en su cama y cerrar lentamente sus ojos.
Al ingresar al mundo de sus sueños, Clara se vio a sí misma convertida en una fría guerrera asiática con relucientes y filosos dientes de acero.Repentinamente, se encontró viajando sobre una suave plataforma blanca como una nube.
Aquél vehículo volaba los cielos generando un fuerte sonido, muy similar al de unas turbinas, por lo que ella no descartaba que dicha estructura estuviera movilizada a través de ese mecanismo. ¡Así, desde las alturas, se sentía poderosa e invencible!
Por eso atacaba a quien osara mirarla, con bombas que estallaban en el aire y formaban una nube de humo tóxica, de la cual salían pequeños triángulos de acero.
Aquella lluvia triangular era mortal, ya que al caer sobre las personas las convertía en piedra durante dos días.En el corazón de Clara ya no existía ningún signo de piedad y se autoproclamaba “Diosa de los Cielos”.Y por eso, ningún ser humano podría volver a mirar el cielo, porque ya ninguno era digno de tal privilegio.
¡Por fin tenía la libertad que ella quería! ¡El mundo estaba realmente en la palma de su mano!Pero en ese momento, el despertador sonó y Clara despertó.Nuevamente se cepilló sus dientes blancos y normales, para después sentarse a desayunar.Así, entre tostada y tostada, Clara llegó a una rara conclusión… ¡Su concepto de libertad tenía que ver con el poder y la opresión al otro! ¡Vaya paradoja!
Pero finalmente, no pudo analizar mucho más, ya que debía salir rápidamente de su hogar para evitar llegar tarde al trabajo y recibir una nueva sanción por parte de su jefa.
La preocupación
Ahí estaba Agustín, preocupado nuevamente por sus problemas cotidianos, casi siempre relacionados a la manera de llegar a fin de mes, luego de tener que pagar todas sus cuentas.
O pensando en la forma de resolver esa pelea con ese ser querido, que tanto lo aquejaba, si es que en realidad esa cuestión tenía algún arreglo… ¿Cómo saberlo? ¿Cómo encontrar las respuestas a tantas cosas? ¿Acaso eso es posible?
Tantas preguntas y tan pocas certezas angustiaban a aquél hombre sensible y frágil, que no encontraba escapatoria a su situación, o tal vez si… ¡Quizás esta vez, la solución radicaba simplemente en dejar ir esos problemas y no pensar más en ellos!
Mágicamente, volvía a ser un niño! Y en su mente solo estaba la preocupación de convertir un gol, pero no cualquiera, porque ese tanto cerraría un difícil partido que iba empatado… ¡Ese gol era el de la victoria!
¡Así, corrió decidido y luego de gambetear a un par de chicos rivales, disparó un remate memorable ante la caída del sol! ¡Y finalmente, la pelota de cuero entró!
¡En la cumbre de su gloria, aquél pequeño saltó con alegría para festejar su gloriosa conversión!Pero sin darse cuenta, mientras daba en ese salto interminable, Agustín abrió sus ojos.Repentinamente, volvió a ser un adulto, dejando caer sus pies sobre el suelo de la cocina.
Al voltearse, puso contemplar la atónita mirada de su esposa y su hija, que entraban al hogar, después de realizar las compras en el supermercado.Sin argumentos para explicar lo sucedido, solo atinó a esbozar una leve sonrisa y les guiñó un ojo, despreocupándose por haber quedado como un loco ante ellas. Porque a pesar de todo, ese viaje había valido la pena, porque en su niñez nunca había logrado convertir un gol.
Y esa tarde, liberado de sus problemas, Agustín descubrió la magia de su imaginación.
El acontecimiento
Allí estaba Javier, frente al espejo y peinando su cabello, mientras se colocaba su mejor perfume.
Con dedicación, afeitaba su barba al ras para dejar su piel lisa y suave, ya que su objetivo era dar una excelente primera impresión. Luego, se puso su mejor traje y se ató una corbata al cuello a la perfección.
Cualquiera que lo viera, tan nervioso y contento a la vez, podría asegurar que aquél hombre se preparaba para dirigirse a una cita con su amada. O suponer que ese caballero se dirigiría a una importante cena.
Pero cualquiera de esas dos teorías habría sido errónea, ya que Javier no se dirigía a ninguno de esos dos sitios.Pero no por ello, la ocasión era menos importante, ya que comenzaría una nueva etapa para él… ¡Porque acudiría, nada más ni nada menos, que a su nuevo trabajo!
¡Un empleo digno, para afrontar el primer día del resto de su vida!
El escritor y el fantasma
Una gran tormenta se presentaba aquella noche, en esa solitaria mansión que el novelista alquiló en las afueras para terminar su libro.
Frente a su máquina de escribir, aquél creador de historias, no sabía cómo avanzar en su novela.Perdido en una completa incertidumbre, comenzó a recorrer con su mirada, cada lugar de aquella imponente edificación.
Pero repentinamente, la preocupación por la falta de inspiración pasó a un segundo plano cuando, saliendo desde una pared, apareció ante él un cráneo humano.Aquél momento, tan inexplicable como aterrador, provocó un grito lleno de pánico en ese hombre.
Preso del miedo que se había apoderado de su ser, abandonó corriendo la habitación en la que se encontraba y comenzó a bajar por las escaleras raudamente, mientras escuchaba tenebrosos gritos llenos de lamentos.
Ese autor aterrorizado, sabía muy bien que debía llegar a la puerta principal y escapar de allí, hacia un lugar seguro y lejano.¡Con ese pensamiento esperanzador, el escritor alcanzó con sus piernas una velocidad asombrosa, con la que esquivó todos los peligros que lo sobrevolaban! Pero al llegar a su destino, un nuevo pensamiento se apoderó de él.
Una reflexión más tenebrosa que cualquier fantasma que haya visto, o grito que hubiera oído… ¡No había en ese lugar ningún ser maligno que quisiera hacerle daño! ¡Ya que todo aquello provenía, nada más ni nada menos, que de su propia mente!
Y el único ser siniestro de aquél oscuro lugar era, simplemente, él mismo.
La llegada
Caía la noche y Adelina viajaba en el colectivo, totalmente agotada, luego de un arduo día laboral.
La llegada a su casa, era la gran meta que anhelaba, para poder descansar y al fin desenchufarse de todos aquellos problemas que la aquejaban.Por eso, apenas llegó el autobús a su destino, ella bajó presurosa y corrió hacia su hogar.
Al ingresar a su vivienda, dejó sus llaves sobre la mesa y vio a su madre mirándola fijamente.Aquella dama la observaba mientras llevaba su dedo índice a los labios y, solicitándole que permaneciera en silencio.Luego, se acercó a ella con una sonrisa y le dio un beso en la mejilla, para finalmente retirarse a su habitación para dormir.
Completamente sola, Adelina dejó a un lado su deseo de sentarse en la mesa para cenar y se dirigió a su habitación, muy sigilosamente.Así, abrió muy despacio la puerta y vio a su gran amor, completamente dormido en su cama.Al mirarlo dormir tan plácidamente, todos sus problemas y todas sus angustias, se esfumaron como el humo de una chimenea en pleno invierno.Convirtiendo esos segundos en un momento único, mientras se acercaba a él y comenzaba a acariciar con sus dedos, ese suave cabello.
Es que era inevitable para ella no sentir todo ese amor puro, que parecía escapar de su pecho, y fue por eso que no pudo resistir la tentación de darle un dulce beso en la frente, molestando brevemente su sueño.Fue así que él se fastidió y se movió hacia el otro lado de la cama, dándole completamente la espalda, para continuar durmiendo.
Pero Adelina, decidida y sin la más mínima intención de dejarlo tranquilo, río y lo abrazó, provocando que aquél príncipe se despertara.Porque ella había estado pensando todo el día en él y, a pesar de parecer egoísta en su actitud, no podía privarse de disfrutar al menos un momento a su lado hasta que llegara nuevamente el amanecer.
Simplemente porque estaba ante el hombre más importante que hubiera conocido… su pequeño hijo, el príncipe que valía todos los sacrificios que ella pudiera hacer en su vida.
La observación
Aquella tarde, Donato salió muy feliz de su casa, y no era para menos, ya que se dirigía a ver a sus adorables nietos. El día parecía prestarse a tanta felicidad, ya que cuando el amable anciano llegó a la parada del colectivo, éste vino de manera casi instantánea.
Aquél transporte frenó ante él, como lo haría una limusina que pasa a buscar a un adinerado caballero.Con una sonrisa en su rostro, el veterano pasajero saludó amablemente al chofer y le indicó hasta donde viajaba, luego sacó su boleto y se acomodó en su asiento.En apenas unos segundos, notó algo sorprendente a su alrededor… ¡Todas las personas estaban “conectadas” a otra realidad!
Concentrados en sus pantallas de celulares y notebooks, sin prestar atención a lo que las rodeaba. Perdiéndose de contemplar la caída del sol, la sonrisas de sus hijos, o los bellos ojos de la pareja sentimental con la que viajaban.
¡Dejando de vivir la vida misma, por estar concentrados en un mundo “artificial” que no les dejaría nada al final del día!¡Aquél hombre que ya había vivido prácticamente todo, no daba crédito a lo que veía con sus propios ojos!
Y una mueca de amargura se dibujaba en su rostro, mientras movía su cabeza, como negando aquella situación.¡Pero repentinamente, su mueca cambió por una sonrisa, al ver que ya llegaba a su parada!
Así, tocó el timbre y apenas bajó de aquél autobús, escuchó los gritos alegres de sus pequeños nietos, quienes corrieron sonrientes para regalarle un cariñoso abrazo. Porque ellos todavía eran muy chicos para pensar en el trabajo, los vídeos divertidos o en algunos chimentos.
Y todo lo que necesitaban realmente, era pasar una agradable tarde de juegos y cuentos con su adorado abuelo.
Adrián Rusak
Redactor y guionista tanto en el campo radial como en el audiovisual.
Recibido como “Guionista de Radio y Televisión” en el prestigioso Instituto Superior de Enseñanza Radiofónica (ISER) en el año 2014.
Desde entonces ha sido autor de diferentes ficciones, tanto audiovisuales como teatrales. Así como también, escritor de relatos breves publicados en Sexta Sección.