Mal año y mal principio
Por Carlos Leyba (*)
Los analistas de coyuntura tradicionalmente apelan a un viejo adagio para sintetizar la realidad económica de corto plazo: “Cuando la construcción va, todo va. Y, desde los 60 se dice, cuando la automotriz va, todo va”. Mirando a ambos sectores basta para señalar que el año económico 2014 ha sido el peor de los casi 12 años de la era K. Una verdadera Doble Nelson. La industria automotriz se desplomó y la venta de inmuebles, en la Capital, está por debajo de la de 1998 cuando comenzó la recesión más larga que hemos vivido.
¿Saldremos de la recesión en 2015? ¿Cuánto nos costará lograrlo? A la primera pregunta podemos, con optimismo, responder que” tal vez”, aunque será duro. ¿Por qué? Porque el camino elegido – además de la repetición de la misma política económica interna que llevó a la estanflación (estancamiento con inflación) en la que estamos – es el del componente externo de la “ayuda estratégica” presidido por el financiamiento vía swap “yuanes-pesos” destinado a calmar la caja de divisas (aunque poco).
Lo duro es que ese swap está seguido de un Caballo de Troya dentro del cual vienen, listos para desembarcar, financiamientos caros con adjudicación directa para todo tipo de actividades (en el precio y los componentes viene la verdadera tasa de interés); más la cuestión de la cesión de tierras y soberanía con un país al que, antes de empezar, cada año le compramos valor agregado por 6 mil millones de dólares más que el valor económico primario de lo que le exportamos: trabajo contra naturaleza = dependencia.
Si lo que firmó CFK es una alianza (“acuerdo para objetivos e intereses comunes”) hay que modificar el diccionario (¿comunes?). Y si es estratégica, lo primero que habría que hacer es explicitar cuál es la “estrategia de largo plazo” de nuestro país y de nuestro gobierno. Si es que existe, por ahora, permanece en la cabeza de CFK. Aclaremos: si es estratégica, por lo conocido, responde a la estrategia china que sí es explícita. ¿Cómo podemos saber en qué responde a la estrategia nacional si nunca ha sido siquiera propuesta? ¿MERCOSUR?
La mayoría parlamentaria, si todavía hay espíritu de “proyecto nacional y popular”, debe darse por enterada que, dado el carácter estratégico que se le atribuye a esta alianza y dado que hasta hoy tenemos una la innegable relación dependiente en materia comercial con China, ahora le agregamos dependencia financiera y una relación dependiente en materia tecnológica y de inversión con implicaciones en la organización del trabajo.
Por eso es que no debería tratar estos convenios sin antes, en sesiones públicas, escuchar a las organizaciones del trabajo, a las organizaciones empresarias, a los centros de investigación académica, a los especialistas de todas las corrientes de opinión con o sin representación parlamentaria. Es un tema de una enorme complejidad como para dejarlo en manos de dos o tres personas, por otra parte, no demasiado calificadas. Los sistemas cerrados, que impiden el ingreso de aire fresco, terminan envenenando a los que lo integran.
La intensidad de los compromisos acordados con una nación, llamada a ser la primera potencia mundial, con la que somos dependientes en función de una natural relación subdesarrollada (primatizante en el texto original), obliga a escuchar todas las voces. Estos compromisos, tal como están, pueden configurar un mecanismo de “entrega” por la relación asimétrica. Y en los detalles, en la aplicación, puede limitarse para siempre la capacidad del país de gestar un verdadero proyecto de industrialización e inclusión plena.
En los 90 muchos de los actuales legisladores, en las mismas u otras funciones, votaron por obediencia debida o lealtad partidaria, todos los proyectos que, luego, en el 2002 descubrieron que eran el camino pavimentado para la entrega. ¿Sorpresa?
Estamos en el mismo cruce de caminos. Por “salvar la caja” vendimos las joyas de la abuela. Ahora puede ser que estemos vendiendo la herencia de nuestros hijos por unos mendrugos. ¿Puede ser que la lealtad sea lo dominante más allá de si se trata de un lavado o un secado? ¿No importa el contenido de lo que se vota? ¿Sólo importa la lealtad? Volvamos al principio. Sin duda que salir de la recesión es el mayor afán de Cristina, de “vení chiquito” y de los gobernadores e intendentes que harán campaña con el FPV.
Pero por sobre toda las cosas ese es el mayor afán de los candidatos presidenciales del FPV que – en los pocos casos con alguna probabilidad – son miembros del PJ, si es que esa pertenencia significa algo más que el derecho de usar las fotos de Juan Perón y de Evita.
Veamos las propuestas de los candidatos oficialistas para enfrentar la recesión. Daniel Scioli (su cerebro alquilado) propuso “la tradicional”. Es decir, arreglo con los Buitres y volver al mercado internacional de crédito para financiar el consumo que aporta votos. Hasta ahora no fue.
Florencio Randazzo, que viene a ser el beneficiario electoral del acuerdo con los chinos, navega la “estrategia” de entrega estructural, estilo menemista o “década infame”, para alimentar con importaciones chinas el aumento del consumo con, por ejemplo, “Plan canje de aire acondicionado en 12 cuotas sin interés ni actualización”. No es otra cosa que deuda externa para financiar el consumo.
Este año será, de cualquier manera, el de la política “consumo y deuda dependientes”. Para la gestión K la salida de la recesión, sí o sí, se compra con deuda contraída con el imperio de los Buitres o con el Celeste Imperio. Nada nuevo. Y salida dura. La complicada situación económica es una de las razones de fondo, no la única, de la inquietud generalizada que afecta a quienes nos administran. Negando la realidad y maquillando las estadísticas, no pueden evitar la respiración en la nuca propia del año electoral. Aunque la oposición, soplar, sopla poco.
El año electoral (urnas en agosto) empezó hace 5 meses. Desde entonces, sin lograrlo, el gobierno está buscando escaparse de la recesión con inflación. Y ahora le quedan sólo 7 meses para crecer y estabilizar. O tendrá que correr con el caballo a la retranca y sudando. La brevedad de los plazos explica mucho; y también el sollozo oculto de dirigentes oficialistas que lamentan que la urgencia los haya hecho hacer lo que, en sereno, no hubieran hecho: se trata de un suicidio ideológico inducido.
Despedimos el peor año de los K. Los objetivos macroeconómicos que Nicholas Kaldor consideraba brindaban la armonía al sistema económico, crecimiento, nivel real de los salarios, la dinámica del empleo y superávit externo, este año fueron para atrás.
El primer objetivo, aumentar el nivel de la actividad económica a una tasa mayor que el crecimiento de la población, fracasó. El Producto cayó respecto de 2013: hay menos para repartir entre más. Este problema económico y social genera uno político porque afecta a la sustentabilidad del “estado de bienestar” dado que para mantenerlo hay que crecer. “En este lugar hace falta correr para permanecer en el mismo sitio” (Alicia en el País de las Maravillas). En 2014 el retroceso del nivel de actividad fue casi de 3 por ciento respecto de 2013 y vino cayendo a lo largo del año. Suerte similar corrió la inversión reproductiva, maquinaria y equipo, que implica el traslado de la retracción presente al futuro.
El segundo objetivo Kaldor es el del salario real. La inflación (por el ascensor) le ha ganado a los salarios (por la escalera) y el salario real ha caído 2,5 por ciento bajando el consumo privado en 2014: mal año para los votos. Inflación, demanda salarial y economía en recesión, son las tres puntas de la horquilla del diablo que perforan una economía con menos bienes y más habitantes. La caída del salario, lo que afecta a la distribución y al consumo, recibe la carga de la retracción de la actividad e impacta en la caída de la productividad.
La tasa de desempleo del tercer trimestre de 2014 es superior a la del mismo período de 2013 (INDEC). El pleno empleo es el tercer objetivo. Una aclaración ¿cuál es el nivel del empleo en términos productivos? Hace meses que el empleo privado está estancado. Las cifras de ocupación no revelan un impacto fuerte en el aumento del desempleo. Pero eso es consecuencia de la expansión del empleo público y de los programas nacionales y provinciales de apoyo a las personas que el mercado y el sector público no emplean. ¡Chaco para el INDEC no tiene desocupados! La magia del subsidio. ¿Cuál es la perspectiva de aumento del empleo y de la productividad, si cae la inversión y la actividad?
El cuarto objetivo de la política macroeconómica fue otro trago amargo. Este 2014 ha sido el de menor superávit comercial (6.600 millones de dólares) de los años K. Y viene cayendo. China nos empuja con un saldo negativo de 6 mil millones. Las exportaciones cayeron 12 por ciento y las importaciones se redujeron un poco menos por retracción económica y de los controles para importar y para pagar las importaciones. Acaba de ser profundizados (con la yuan excepción). La financiación de China permite el formidable balance negativo que tenemos con esa potencia y que también continuará. Las deudas permiten acrecentar las reservas al viejo del estilo de hace 40 años.
Año económico negativo. Las comparaciones no lo favorecen. Ni con nuestro pasado inmediato ni con los resultados de la mayoría de los países: según The Economist sólo Ucrania, Italia (estancamiento) y Venezuela nos acompañan en la recesión. Los demás pasaron el año en positivo.
¿Y ahora, en lo inmediato? Estamos escorados y nos enfrentamos con demonios que son difíciles de aventar. El primero la inflación. El segundo la difícil situación de las economías regionales y de los sectores industriales que, dada su capacidad instalada, necesitan exportar. El tercero es la debilidad fiscal con tasas tributarias reales altas y desfinanciamiento del gasto público creciente. Si los demonios son bravos, los miedos no son menores: el primero de ellos es el miedo de los inversores; el segundo el de las soluciones simples que siempre han sido catastróficas.
Por todo esto el 2015 corto, llega hasta agosto, no será fácil para la economía. El oficialismo necesita expandir el consumo (juntar votos) y al mismo tiempo necesita que no se vayan los dólares (no agitar demonios ni miedos).
¿Cuál es la poción mágica que encontró el gobierno para navegar entre demonios y miedos? No son – hasta ahora – los dólares del buen trato a los Buitres. Son los yuanes de China. Llámenlo como quieran. Pero si hay que pagarlo es deuda. ¿Qué magia? La peregrinación a China, una ofrenda desmesurada, es una estrategia de entrega a la nueva potencia imperial. Muchos oficialistas, apoyados en el hombre del opositor amigo, lloran que eso no habría ocurrido de no mediar la urgencia de fondos líquidos.
Los cerebros de Scioli –¿los más probables continuadores del oficialismo?– estaban seguros del arreglo con los Buitres. Para ellos no había hipótesis de “no arreglo”. Y por tanto sostenían que, después del inevitable arreglo, la economía crecería en 2015 al 3 por ciento. Pero decían que sin ese arreglo se desplomaría 3 por ciento. No hubo arreglo. Y después de los acuerdos con China lo más probable es que no lo haya.
Digresión: un dato extraño, los Buitres han dejado de graznar y nada dicen acerca de los titulares de las cuentas auscultadas en Nevada; y las pullas oficiales se han silenciado. ¿Nos ayudará recordar en Drácula de Bram Stoker aquello de “en la gran armonía del silencio… Entonces, sin previo aviso, irrumpió la tempestad”?
El recurso a China lo escenificó el candidato Randazzo con sus trenes llave en mano pagados al contado (1600 millones de dólares). La campaña de Randazzo nos costará muchos recursos naturales para pagarle al gran país con el que tenemos un déficit comercial anual de más de 6 mil millones de dólares.
Scioli quería crecer en 2015 financiando el consumo con dólares de la paz con los Buitres (deuda) y con tipo de cambio detrás de los salarios (primarización). Votos para hoy; y atraso estructural para mañana. No hubo arreglo. ¿Y entonces? Randazzo, a base de trenes (deuda), sin importarle un reverendo pito el desarrollo de la industria nacional (primarización) logró que miles de ciudadanos del conurbano, día tras día, viajen mejor y que tal vez voten con alegría un fenomenal atraso estructural garantizado cuyo nombre es “deuda”.
El oficialismo – con el silencio desesperante de la oposición – abrió la puerta a la lluvia de yuanes en forma de industria y trabajo de China. Un país maravilloso pero que necesita crear, hasta 2020, 110 millones nuevos de puestos de trabajo. Una muestra más (la de Scioli era igual) del estilo “paso a paso”. O dado un problema encontremos una solución ad hoc. Ausencia de programa y de concepción global que convierte a la política en una sucesión de urgencias. Se tapa la gotera con un material precario que termina pudriendo el techo. No es nuevo. Pero cada vez es más caro.
El oficialismo llamó a este acto desesperado “política de estado”. Y la oposición se mantuvo mientras tanto ocupada, y no está mal- pero también hay otras cosas- en problemas que se pueden revertir. Pero esta insolente “política de estado” con China, para conseguir aumentar el consumo electoral, si se perfecciona en el Parlamento, será muy difícil de revertir. Nos dejará con deuda y extranjerización y ejecutando el modelo chino, que es tan entendible que ellos lo quieran, de nuestra primarización, como que nosotros lo rechacemos.
¿Y la oposición qué dice? En política el silencio es enfermedad. ¿Qué dirían Juan Perón, Arturo Jauretche o Raúl Scalabrini?
Se fue un mal año. Pero lo que estamos viendo es un mal principio para 2015.
(*)Economista egresado de la Universidad de Buenos Aires. Realizó estudios de posgrado en la Universidad Libre de Bruselas. Fue profesor regular titular en la Facultad de Ciencias Económicas (UBA). Durante la presidencia de Perón fue subsecretario general del Ministerio de Economía y vicepresidente ejecutivo del Instituto Nacional de Planificación Económica (INPE), en tal carácter tuvo a su cargo las tareas operativas de la Política de Concertación y del Plan Trienal de Reconstrucción y Liberación Nacional. Fue presidente del Fondo Nacional de las Artes y coordinador de los Informes de Desarrollo Humano (1995-1999) del Senado de la Nación. Consultor del PNUD, del Banco Mundial, del BID y de empresas. Es presidente del Centro de Estrategias de Estado y Mercado (EEM), profesor en la Maestria de Integración de la UBA, columnista económico de la revista Debate y edita la página web nosquedamosenel 73. Autor del libro “Economía y política en el tercer gobierno de Perón”.