Rodrigo Palacio, el destacado futbolista integrante del plantel de la selección de la Argentina que compitiera en el mundial de Brasil 2014, fue agasajado en la municipalidad de Bahía Blanca.
Se encontraban en el Salón Blanco del primer piso del edificio sede del municipio, el intendente de la ciudad Gustavo Bevilacqua, miembros del departamento ejecutivo, del Concejo Deliberante, dirigentes políticos, de la Liga del Sur, entidad que nuclea a los clubes de Bahía Blanca y público en general deseoso de tomar contacto próximo con el ídolo, en su mayoría conformado por niños y jóvenes.
Coincidimos allí algunos amigos y conocidos que sabemos de Rodrigo Palacio desde sus comienzos competitivos en el club Bella Vista, en el año 1992. Por entonces y a lo largo de su trayectoria en las categorías infantiles y juveniles, conocimos de sus aptitudes para constituirse en un buen jugador de cualquier equipo y en cualquier nivel de competición. No porque notáramos en él condiciones extraordinarias, sino por el conocimiento adquirido de que cualquier jugador con características similares está en condiciones de hacerlo. Pues si bien Rodrigo mostraba algunas habilidades más, no distaban tanto como para significar que alguien pudiera competir 6 categorías más arriba de lo que lo harían sus compañeros y ocasionales adversarios.
Lo bueno de Rodrigo es que siempre asumió tal postura, conservando su trato igualitario, regresando en cada oportunidad que tiene a reencontrarse con los amigos del barrio y la ciudad que lo vieran nacer.
No está en su actitud asumir ninguna intención pedagógica sino en su carácter humilde, generoso y agradecido. Somos nosotros que vemos en él un ejemplo para desmitificar a los ídolos. Para tratar de que se entienda que en esto del fútbol no hay “elegidos”. Que por mucho éxito que se tenga, las casualidades que lo hagan competir en torneos mas mediáticos que otros, todo el mayor dinero que se pueda ganar, no los convierte en muy diferentes de cualquier chico de barrio que juega con igual suficiencia.
En esa cercanía de Rodrigo con quienes, muy entusiasmados, se acercaban a lograr un autógrafo del “ídolo”, estaba implícita la mirada casi incrédula de despertar tamaña simpatía y en cada rúbrica lo veíamos expresar aquello de: “te (a) firmo que juegas como yo…”