«¿Puede una madre olvidarse de su criatura, no conmoverse por el hijo de sus entrañas? ¡Pero aunque ella se olvide, yo no te olvidaré!» (Is 49,15)
¡Cómo nos hemos alejado de la conmoción original frente a la vida! En esto somos todos responsables, y debemos pedir perdón. Somos pusilánimes, no nos llega a tocar las entrañas la existencia del otro. Esto es un dato patente y presente en nuestras relaciones sociales.
Pero, por favor, no seamos tan descarados de olvidarnos que estamos en una situación crítica y en un momento histórico y dramático de nuestra patria. Claro que nos gusta el mundial, pero si somos sinceros deberíamos exigirnos la humildad de no distraernos en un momento como éste.
El hecho de que un día antes del mundial esté en juego una ley tan fundamental, nos pone delante de la tarea que asumimos para levantar este país. El fútbol no es más que la vida. Y, aunque el fútbol es vida, con la vida no se juega.
Mario A. Martín