Una nueva entrega de Adrián Rusak, para los lectores de Sexta Sección, de sus cuentos compilados.
La chica de los auriculares
Una vez más, entre un tumulto de gente, se la ve caminando a ella.Avanzando con sus auriculares, muy concentrada en lograr llegar a su destino, sin reparar en las personas que la observan.
Ya que a muchos les llama la atención aquella chica, porque parece ignorar el mundo que la rodea, con una decisión poca veces vista.Aunque, a pesar de su apuro diario, nunca se chocó accidentalmente con nadie y siempre supo ser muy educada para con el resto.Esquivando a cada persona y avanzando, sin dudar, hacia su misterioso objetivo.
¿Cuál será su meta? ¿A dónde irá con tanta prisa, cada día de la semana?Tal vez se dirija hacia su trabajo, o a cuidar a algún ser querido… ¡Eso es algo que, ningún desconocido, podrá saber jamás!
Pero de algo estarán todos seguros, esa dama entiende lo que es la responsabilidad y conoce la importancia de ser puntual a dónde vaya.
Por eso siempre nunca llegará tarde a su destino y continuará demostrando que es una persona diferente, quizás más especial de lo que ella misma pueda imaginar.
El trabajador nocturno
Comenzaba a caer la noche y Abel se levantaba de la mesa familiar, para tomar nuevamente su mochila y partir hacia el trabajo.
Así, se despedía de su amada esposa y de cada uno de sus cuatro hijos, saludándolos con un fraternal abrazo.Cruzando el umbral de su puerta, aquél hombre emprendía su camino hacia la fábrica.
Marchando con su bolso en el hombro, pensaba en su sacrificio diario.Porque en su vida, el día era noche y la noche era día… ¡Y por eso, a veces sentía, que vivía una interminable agonía!
Al llegar a su destino, comenzaba a escuchar el ruido de las máquinas, retumbando en sus oídos.Con el correr de las horas, ese obrero se agotaba por tanto trabajo y sacaba fuerzas de donde no las tenía, pensando en sus seres queridos.Y finalmente, cuando los primeros rayos del sol anunciaban el final de su jornada, se retiraba de allí con una gran sonrisa.
Todos los días, Abel sabía que en su hogar, lo esperaban las personas más importantes.Aquellos seres que tanto amaba porque iluminaban su vida y hacían que todo valiera la pena… ¡Su adorada familia!
La luchadora
La noche se presenta en aquél barrio y los vecinos, muy precavidos, entran en sus hogares para resguardarse del frío… ¡Y la inseguridad!
Todos se preparan para cenar y descansar plácidamente en sus camas, excepto ella.Esa valiente dama, que cuida el terreno que compró para su familia.Completamente sola, desafía al peligro sin ningún temor, mientras saborea unas ricas tutucas para engañar a su estómago.
Tomando su afilada hacha, observa atentamente cada movimiento del sitio, mientras lucha contra el sueño. Porque nunca permitiría que algún malviviente, intentara apropiarse de su terreno o quisiera llevarse los materiales de la casa premoldeada, que se construirá mañana para sus seres queridos.Y aunque muchos le advierten el peligro que conlleva su vigilancia nocturna, aquella mujer no se inmuta y continúa con su misión.
¿Por qué debería ser de otra manera? Si siempre encaró cada reto que se le presentó como una luchadora, así lo hizo cuando quedó embarazada de su pequeño hijo y tuvo que ocuparse de cuidarlo y educarlo, completamente sola.Porque su niño es ese sol que la impulsa a levantarse cada día, juntando todas sus fuerzas, con el objetivo de darlo todo en su trabajo y llegar al hogar para recibir su cálido y reconfortante abrazo.
Él es el principal motivo por el cual ahora espera a los trabajadores, que en unas horas comenzarán a edificar la casa que ella pagó, con el esfuerzo de su trabajo… ¡Impulsada por el amor que siente por su príncipe, que al despertar verá un hermoso sueño cumplido para ambos!
El deportista amateur
La madrugada se presentaba muy fría pero, de todos modos, él se levantaba de su cama para salir a correr.
Una vez más, estaba dispuesto a enfrentar al cruel viento, golpeando contra su cara.Nada podía frenar a aquél atleta, que corría sin cesar sobre las calles de su barrio, pisando cada baldosa con una voluntad inquebrantable.
Esta escena se repetía todos los días y las personas que lo veían pasar, no comprendían a ese caballero trotando, sin importarle el clima.Porque, claramente, ese hombre no era un profesional que ganara fortunas por practicar su deporte.
Y estaban en lo cierto, ya que todas las tardes trabajaba en un puesto de verduras y frutas, ubicado dentro del Mercado Central.Por supuesto, no era integrante de un gran equipo y tampoco lo patrocinaba una reconocida marca,
Entonces… ¿Qué razón lo llevaba a hacer eso cada jornada?
La respuesta era muy simple… ¡Su motivación era la pasión que sentía por lo que hacía!
¡Cómo todos aquellos deportistas amateurs!Porque ellos experimentan un amor puro por lo que hacen… ¡Y eso es, en definitiva, lo más importante en su hermosa vida!
La amistad de Julio y Elvira
Julio y Elvira se conocieron una tarde de Abril, en su trabajo.
Para ella era recién el primer día y se relacionaba tímidamente con el resto de sus compañeros quienes, atareados con sus ocupaciones, no le llevaban demasiado el apunte.Al verla, Julio recordó sus primeros días laborales, en los que se hallaba perdido y nadie lo ayudaba. Y repentinamente, pensó en cómo habría deseado que alguien se le acercara a darle una mano.
Fue por eso que dejó por un momento sus tareas y se acercó a Elvira para ayudarla y asesorarla con mucha gentileza y paciencia.Así, al transcurrir el tiempo, ambos se hicieron grandes amigos.
Y a pesar de que no existía un interés romántico entre ellos, las demás personas descreían de aquella amistad, afirmando que eso nunca sería posible para un hombre y una mujer porque, tarde o temprano, uno de los dos siempre terminaría mirando al otro como algo más.
Pero ellos hacían oídos sordos a aquellos comentarios y continuaron con esa amistad, incluso fuera del trabajo.Aconsejándose en los diversos momentos que atravesaban en sus vidas, dándose ánimos en cada situación triste, y celebrando cada buena noticia, casi como hermanos.
Hoy se cumplen 5 años desde que él se jubiló y ambos dejaron de compartir esas jornadas laborales juntos.Por eso, Elvira golpea la puerta de su hogar, acompañada por su marido y sus hijos.
Y Julio la recibe, muy sonriente y orgulloso, para tomar con ella unos mates y hablar, como siempre, de la vida.Como hacen las verdaderas amistades, porque los amigos son los hermanos que elegimos en la vida.
Papelito en el suelo
Aquella tarde de lluvia, Ariel subía agotado al tren, luego de una cansadora jornada de trabajo.
Como todo regreso en hora pico, el transporte estaba repleto de personas y no había ni un solo asiento libre.Parado y apoyado sobre un costado de la puerta, vio de repente a un pequeño niño repartiendo tarjetas y papelitos, con la esperanza de conseguir una moneda.Al ver tal escena, su cuerpo fue invadido por la tristeza y la indignación.
En su mente pensaba, casi en voz alta ¿Cómo era posible que un pequeño chico tuviera que salir a ganarse el dinero para alimentar a su familia? ¡En esa etapa de la vida, su única preocupación debería ser a qué jugar al día siguiente! ¡O los deberes escolares!
Pero su pena se esfumó y le dejó lugar a la furia… ¡Al ver a un hombre desalmado, arrojando el papelito que el pequeño le dio, al suelo mojado!Con todas sus fuerzas, contuvo los insultos para ese ser cruel, porque… ¿Acaso qué le costaba a esa persona conservar el papel hasta que el chico regresara en su búsqueda ¡Absolutamente nada!
A los pocos segundos, el niño volvió y Ariel le regaló unas monedas que tenía a mano…Aunque, al ver el papel en el suelo, el pequeño se lamentó y culpó erróneamente a una señora parada a su lado, pensando que ella había arrojado el diminuto trozo de hoja empapado.
En vano, el chico intentó recuperar el papel, pero el mismo se rompió en mil pedazos.Al mismo tiempo, se dio cuenta que había llegado a su estación y bajó presuroso… dejando caer, sin darse cuenta, una de sus tarjetas con dibujos.
Por la rapidez en la que sucedió todo, Ariel no pudo advertir al niño y la tarjeta se perdió en la nada… ¡Dejando una reflexión en él, ya que acababa de ver algo que reflejaba la vida misma!
¿Cuántas personas no valoran algo que tienen y es muy importante para otro? El hombre arrojando el papel.¿Cuántas veces culpamos y juzgamos a otros, sin detenernos a pensar claramente la situación? El niño acusando a la señora inocente.¿En cuántas oportunidades intentamos recuperar algo que ya está perdido y descuidamos algo aún más valioso? El pequeño infante tratando de recuperar el papel empapado y perdiendo su bella tarjeta por ello.
Así, Ariel acababa de presenciar un resumen que contaba la historia de la humanidad en un simple tren. Y continuó su viaje, intentando mantener una ingenua esperanza…¡Quizás, algún día, aprendamos todos de nuestros errores!
Ángelus novus
El ángel vuela sin descanso hacía un futuro apocalíptico que resulta inevitable.¡Con cuanto placer le gustaría detenerse y arreglar aquellos desastres ocasionados antaño!
Esos acontecimientos, muchas veces bañados en sangre, con pueblos arrasados sin piedad alguna por una codicia enferma y sin códigos morales o éticos.Tantos errores que se cometieron y se cometen… ¡Si ese ángel pudiera detenerse, haría todo por corregirlos! Levantaría las almas puras muertas injustamente de sus tumbas y reescribiría esa historia por otra sin tragedia y con mucha más justicia.
Pero él no logra detenerse… ¡Aunque realmente lo intenta! A pesar de todos sus esfuerzos, aquél ser divino no lo consigue y debe continuar, empujado por una fuerza que le es imposible frenar… ¡Ya que la misma humanidad lo empuja, irremediablemente, hacía ese destino trágico!
¡Entonces, él sigue su camino sin mirar atrás! Mirando el pasado como si fuera una simple historia, totalmente carente de relevancia. Continúa avanzando hacia aquello que llamamos, casi irónicamente, un futuro de progreso.
Y así, sin más fuerzas, un ángel agotado por tanto batallar se deja llevar… ¡Dándole la espalda a aquella humanidad que tanto adora! Finalmente, con mucha pena, se despide de ese mañana que él tanto quisiera mejorar como un regalo de verdadera felicidad.
Custodia peligrosa
Encerrado en su mansión, Leopoldo contemplaba la tormenta, a través de su ventana.Observaba al granizo caer sin piedad sobre los vidrios, mientras al unísono, oía los golpes en su puerta.
Aquél adinerado, encerrado en su habitación, sabía muy bien que su guardaespaldas pretendía ingresar para agredirlo… ¡O hasta, quizás, arrebatarle la vida! Su protector contratado, ahora quería dañarlo, después de muchos años de fidelidad incuestionable.
El motivo era muy claro, su jefe lo había despedido por llegar dos minutos tarde a su jornada laboral.A Leopoldo, poco le importaba que ese caballero llegara del hospital, después de cuidar a su mujer convaleciente.Ya que era millonario por sus billetes, pero no por su corazón… ¡Por eso también le había negado, a ese mismo guardaespaldas, un préstamo para el costoso tratamiento de su esposa!
Empujado por la desesperación, ese hombre pateaba la puerta con la intención de derribarla, para acceder al dinero que necesitaba.Leopoldo conocía muy bien la intención de su ex empleado y, totalmente resignado, abrió su caja fuerte para esparcir todo su dinero sobre el escritorio.El acaudalado, ni siquiera había intentado llamar a la policía y miraba atentamente la puerta, esperando lo inevitable.
Así, tras unos segundos, la puerta cayó y el guardaespaldas ingresó furioso a la habitación.Al ver el efectivo desparramado en el mueble, el desesperado desocupado comenzó a acercarse… ¡Pero la sorpresa lo invadió, al ver a su ex jefe sonriendo maliciosamente, mientras encendía un fósforo y lo dejaba caer sobre la fortuna apilada!
Uno a uno, los billetes se convertían en cenizas, mientras el millonario sacaba un arma y la apuntaba al shockeado desempleado.Ese hombre, abatido por la escena que presenciaba, cerró sus ojos para aceptar su destino y escuchar ese tiro final.
Un disparo que escuchó pero no sintió, porque al abrir sus ojos… ¡Vio al magnate muerto, con un orificio de bala en la sien y acostado sobre el dinero carbonizado! ¿Acaso Leopoldo había decidido perdonarle la vida a su ex empleado? De ninguna manera, simplemente fue una persona insensible y egoísta toda su vida.
Porque a él no le importaba nadie y, en esos últimos instantes, ni siquiera valoró su propia vida.
El cazador del futuro
Las calles de Buenos Aires ya no eran como antaño… ¡Nada quedaba de esos lugares turísticos, repletos de personas caminando en cada sitio!Las guerras habían acabado con todo aquello y solo los soldados, con sus uniformes de metal y sus armas de rayos láser, caminaban por todos los rincones buscando enemigos.
Uno de ellos era Boris, el más letal de todos, quien era apodado “La Parca” por su implacable forma de matar.Pero esa noche de cacería, no iba a ser una más.En un callejón oscuro, «La Parca» se toparía con un joven enemigo, desarmado e indefenso.Ya que aquél desconocido, al ver al cruel cazador, había arrojado su arma para presentar una inmediata rendición.
La suerte del misterioso joven parecía echada, ya que el impiadoso asesino lo apuntaba con su arma, dispuesto a aniquilarlo y continuar con su cruzada.Pero el destino, según dicen, es algo impredecible… por eso Boris, el soldado sin corazón, arrojó su arma al suelo y se marchó sin voltear atrás.
Porque ese adversario, trajo a su memoria, aquellos momentos en los cuales había sido un hombre bondadoso…Y ese recuerdo, le devolvió lo poco que le quedaba de humanidad.
El juego de Damián
Corrían los años ochenta y Damián se acercaba al comedor para merendar con su hermano mayor, Mariano.Ambos comían sus galletas de chocolate preferidas, mientras miraban por la televisión las aventuras de los “Thundercats”.
Apenas comenzaba a sonar la canción del programa, ambos se quedaban callados para poder escuchar fascinados el grito de Leon-O exclamando “¡Thunder-Thunder-Thundercats! ¡Ooooh!” dando paso a los protagonistas, quienes entraban en acción al ritmo de esa mágica melodía.Así, los dos hermanos se ponían ansiosos por descubrir que pasaría en ese nuevo capítulo.
Entretenidos con la trama, Damián siempre peleaba con Mariano sobre qué personaje encarnar, ya que ambos querían tener el papel del protagonista indiscutible de la serie “Leon-O” y ninguno quería personificar a su fiel amigo “Pantro”.Tal era la discusión, que muchas veces, su madre debía intervenir para que no se agarraran a trompadas.
Esta situación se mantuvo igual durante meses, hasta que un día Damián, mientras jugaba con sus amigos en la vereda al “Poli-Ladrón”… ¡Comenzó a ser atacado violentamente por los pequeños “policías” quienes lo tiraron al suelo y se le tiraron encima para capturarlo!
Fue en ese momento que lo inesperado sucedió, al ver a su hermano llegar… ¡Muy enojado, Mariano golpeó a esos abusivos y lo protegió, hasta que todos huyeron!Al levantarse del suelo, el infante rescatado miró a su hermano y le agradeció por defenderlo.Luego le prometió que, de ahora en más, ya no volverían a pelear por ser “Leon-O”… ¡Porque él era un héroe en la vida real!
Sorprendido por sus palabras, Mariano sonrió y le respondió que no aceptaría su ofrecimiento, ya que prefería ser “Pantro” el amigo del héroe que nunca se rinde, ni siquiera en las situaciones más adversas.
Después de mirarse sonrientes por unos segundos, ambos se fundieron en un tierno abrazo.Finalmente, Damián y Mariano se marcharon de aquél sitio, más unidos que nunca.Y mantienen, hasta el día de hoy, la unión que más importa: las de los hermanos.
Adrián Rusak
Redactor y guionista tanto en el campo radial como en el audiovisual.
Recibido como «Guionista de Radio y Televisión» en el prestigioso Instituto Superior de Enseñanza Radiofónica (ISER) en el año 2014.
Desde entonces ha sido autor de diferentes ficciones, tanto audiovisuales como teatrales. Así como también, escritor de relatos breves publicados en Sexta Sección.