La navidad, reino encantado de la infancia
Por Ramiro Campodónico
El tiempo de Navidad tiene un encanto especial, distinto a cualquier otro momento del año. Navidad es el tiempo de la Infancia. Pero no de aquella que fue, sino de la Infancia que siempre es. Hay dos tiempos que se atraviesan como en una Cruz, uno en su verticalidad divina y otro en su horizontalidad terrena. El tiempo de Dios y el de los hombres, Kairos y Cronos.
La infancia cronológica es aquella que se pierde en la tenue bruma del tiempo y de la que guardamos a veces gratos y a veces tristes recuerdos. Y que en cualquier caso deja una huella imborrable en el corazón humano. Pero hay otra Infancia, de la que aquella es imagen y signo. Es la Infancia que siempre ES, que ni se pierde en la espesura de los caminos del tiempo ni se rige por sentimientos de simple satisfacción o de tristeza. Esta Infancia es, al decir de Rainer Maria Rilke, la verdadera Patria del hombre, un reino cuyos amplios dominios se extienden por las planicies y por las altas cumbres del alma humana.
Es la Infancia que ya no es tiempo sino que es espacio, inmenso espacio que nos habita a la espera de ser habitado. Que ya no está supeditada a lo efímero y que en cambio echa sus raíces en lo permanente. Ese Reino que a la vez que llega ya es y siempre será. Porque la eternidad es siempre un constante aquí y un perpetuo ahora. Es el punto exacto de convergencia de todos los tiempos que fueron y serán.
El corazón humano está transido por una secreta nostalgia, por la añoranza de un Hogar, por el dolor de sentirse exiliado de aquella Patria. Confundido busca mil y un caminos para alcanzar en el arduo sendero de la vida aquel origen. Y es entonces que irrumpe en la historia, hace más de dos mil años y hoy también en la historia de nuestra propia vida, aquel que es soberano y señor de ese Reino.
Y ese Rey es un niño, El Niño, porque es soberano del reino de la Infancia y de sus dominios que abarcan todo el orbe. Es el Niño que llega, y que será Camino para el perdido y cansado peregrino. Es la irrupción de la Infancia eterna encarnada en un bebé que apoya su suave cabecita en el heno de un pesebre. Él es el Rey, el monarca de esa comarca encantada que es verdadera Patria del hombre. Irrumpe en la historia para arrancarnos del exilio y volver a plantar nuestras raíces en el suelo siempre fértil del origen.
En esta Santa Navidad que llega miremos hacia aquella estrella que guió a los magos de Oriente. Ella sigue brillando en la bóveda celeste, en el firmamento de cada una de nuestras almas. Dejemos de lado esos intrincados mapas de ruta que nos pierden en los laberintos de la mente y dejémonos guiar por esa estrella que nos atrae con su luz irresistible fuera de nosotros mismos. Ese astro celeste nos conducirá a un pesebre perdido en la inmensidad de una noche encendida de estrellas. Pequeñas estrellitas que son miríadas de ventanas luminosas desde las que asoman las figuras de los ángeles.
Allí habrá -al igual que ayer y como ocurrirá mañana- varios pastores de corazón sencillo, acompañados de la blancura de sus ovejas y la mansedumbre se sus cabritas, un buey pastando y un pequeño burrito que mira inocente hacia el que descansa en el pesebre. Habrá un hombre santo y virtuoso que acompaña a su mujer que recién dio a luz. Y estará ella, la virginal princesa que es la Virtud más pura y la Ternura primera. Y en el centro de todos veremos un bebé, y lo veremos dormido.
Miraremos de nuevo a nuestro alrededor para contemplar una vez más ese escenario de infinita paz que no quisiéramos nunca abandonar. Y al volver la vista hacia el niño, él nos encontrará con su mirada. Y atravesaremos esa mirada como se cruza un umbral para caer de bruces a un Reino nuevo, la eterna Patria de la Infancia que nos aguarda como nuestro hogar verdadero…
Ramiro Campodónico – Pianista y compositor
Gracias Ramiro, por tus precisas palabras, agua para el alma sedienta después de tanto dolor. Feliz nuevo amanecer del niño interior para todos y todas. <3
Muchas gracias Laura por tus palabras. Feliz y Santa Navidad.
Hay palabras que llegan y pasan; hay otras que nos atraviesan y se derraman sin detenerse, aliviando, desafiando, esperanzando…cómo las tuyas, salen del alma y van al alma…
Graaacias por escribirlas y decirlas. Que en esta Navidad nos habite un Niño…