Una entrevista de Javier Salaberry
Roberto Volta, el hacedor de sueños
Este prestigioso artista plástico argentino (Río Tercero, Córdoba, 1946) nos recibió en el mágico universo de su taller, en el norte del Gran Buenos Aires. A través de su obra, conocida mundialmente, supo abordar al tango desde su mirada única, y dio a luz obras de gran belleza en las que en un marco de tono surrealista, las figuras de hombres y mujeres se funden en fueyes, guitarras y sueños. Reflexiones, recuerdos, pensamiento y obra de un pintor consagrado, alrededor del tango…
Casado hace cuarenta años con una artista plástica –Renée Kristeller- y padre de tres hijos, Roberto Volta es un reconocido artista cuyas obras han recorrido el mundo entero en Muestras y Exposiciones, siendo frecuentemente elogiado por la crítica. Coleccionistas particulares de Argentina y de Brasil, Holanda, Francia, Suecia, Estados Unidos, Italia, Suiza, Alemania, Perú, entre otros países, han adquirido sus obras.

Desde 1977 enseña dibujo y pintura en su taller para niños y adultos.
Una tarde en su casa nos recibe con calidez proverbial y entre café y anécdotas, rodeados de duendes, empieza a surgir su historia en el relato.
Llegué muy joven a Buenos Aires, en el 67. Nací en Río Tercero pero mis padres eran los dos de acá, y mis familiares vivían también en Buenos Aires. Siempre me sentí porteño, aunque hasta los veinte años viví una etapa hermosísima en Córdoba. La infancia y juventud más bella que te puedas imaginar.

¿Cómo fueron esos primeros años en Buenos Aires?
Siempre en trabajos relacionados con el arte. Nunca me vi obligado a trabajar de otra cosa, por suerte. Yo venía de hacer dibujo técnico en la escuela industrial. Diseño, arquitectura, arte, escenografía. Siempre trabajé en esas cosas, en diseño sobre todo. Hasta que –por consejo de mi esposa- abrí mi taller particular. Fue en el 75 o 76 y empecé con clases, y a pintar mucho más.
¿Siempre estuviste interiormente conectado con el tango?
En mis primeros años como pintor desarrollé mucho la pintura social, a caballo de las cosas que pasaban en el mundo en aquel momento. Yo como protagonista, el artista y el mundo… Luego se fue decantando la cosa, y fue cambiando…Tiene que ver con las distintas etapas tuyas como persona y la edad o la época que estás atravesando.
Yo nací y viví mis primeros años en Río Tercero, pero en casa -como te decía- papá y mamá escuchaban y bailaban tango, y hasta Córdoba llegaban buenas orquestas. Así que el tango estuvo siempre presente en mi vida.
¿Cómo definirías tus obras?
Hay dos tipos de pinturas mías, una más ligada a lo tradicional, más figurativa, y la otra que es mi serie de cuadros de “Tango onírico”, donde puedo dar rienda suelta a mi fantasía. Cada creativo en su género va investigando y abriendo caminos, innovando, buscando, a veces encontrando, y en esa búsqueda uno va hallando nuevas formas.
Ahora, por ejemplo, cuando voy al centro y veo el obelisco, lo veo como un hermano más. Al Puente Avellaneda también. Me pasa mucho. Tengo una mirada muy mía. Y esa mirada se traduce después en mis pinturas.
Ese mundo interior tuyo, muy fecundo en imágenes y fantasías…
Como artista fui pasando por distintas etapas, buscando, haciendo más abstracción. Luego fui empezando a bucear en otras cosas, en una pintura más sugerente. Y desde que empecé a pintar con motivos de tango fui descubriendo un universo nuevo. Y me lancé a la aventura del tango también por una sugerencia de mi mujer, Renée. Le dí libertad a mis sueños y a mi imaginación, y a jugar con la idea de integrar a la mujer con la guitarra y al varón –por decantación- con el bandoneón….y después todos los personajes.

La serie de Tango Onírico es tu sello, tu marca. Hay coleccionistas de todo el mundo que tienen obras de esta serie.
Si en el mundo entero. Y eso me pone fabulosamente contento. Mis obras andan por Brasil, Holanda, Francia, Suecia, Estados Unidos, y muchos países más.
La fusión del hombre con el bandoneón, de la mujer con la guitarra, y después el violín y el contrabajo que surgen en tus pinturas, son como elementos siempre presentes…
Me ha pasado con músicos de todas partes del mundo que se sienten subyugados por las imágenes de mis cuadros. Y esa asociación es parte de la serie de Tango Onírico que como vos decís, es lo que me identifica en el mundo.
¿Siempre agregas elementos o “personajes” nuevos?
Ahora por ejemplo, en el último cuadro de la serie “Tango Onírico” agregué un arlequín por primera vez. Ahora el arlequín se suma y lo presento en sociedad, y seguro empezará a bailar con los otros personajes. Lo estoy invitando a este símbolo de fantasía, de irrealidad, agregándole colorido también. Ese un juego en el que encuentras siempre cosas para agregar.
La luz y el color son dos aspectos también muy característicos en tu obra

Sí. Tiene que ver con que a veces el tango puede remitir a la nostalgia, pero también puede estar en una kermesse… Me acuerdo de la película “Luna de Avellaneda”, con aquel club que era igual al club del barrio Fábrica de Río Tercero, con su bullicio, sus colores, sus fiestas. El baile era el gran escape. Venían las orquestas de Buenos Aires y había concursos de tango.
Ese color de mis obras remite a todas esas cosas, entre muchas más. El entorno es muy importante. Por eso, en algunos cuadros hay un ambiente festivo, con mucho color y movimiento.
¿Escuchás música mientras pintás?

Sí. La música me inspira también. Mi esposa, René pinta en silencio, pero yo con música. Los dos amamos la música. En general, tengo siempre las Cuatro Estaciones de Piazzolla. Pongo “Invierno Porteño” por ejemplo, y empiezan a surgir la bruma, las películas argentinas de la época dorada, el adoquín, Tita Merello, Cadícamo….no sé, y se entremezclan todos los personajes. Es muy mágico lo que me pasa; es un universo de personajes e ideas que me acompañan…y alimentan mi fantasía.
¿Cuánto te lleva terminar una obra?

Todo depende del tipo de obra. Algunas son más efímeras y espontáneas y preferís dejarlas así, como un boceto. Otras son más elaboradas, requieren más trabajo. Pero más o menos, uno o dos meses…es muy elástico.
Yo, por ejemplo, soy muy rápido. Amo el dibujo, el diseño, y me brotan las ideas todo el tiempo.

Sí, en el Abasto Plaza, frente al Shopping, sobre la avenida Corrientes. Tengo cuadros allí desde hace diez años, de cuando se inauguró la galería. Me los cuidan muy bien y hay mucha confianza mutua.
¿Existen problemas para vender cuadros en el exterior?
Sí, porque en nuestro país existe el concepto, desde lo oficial, que la obra de los pintores es también patrimonio nacional, y con ese concepto se tiende a poner algunas trabas, como los altísimos aranceles que el interesado tiene que pagar si vive fuera del país. A veces esos aranceles son tan altos que elevan mucho el valor primario de la obra. Y si estás acá y te lo querés llevar al exterior tenes que estar autorizado por Bellas Artes. Me parece bien que Bellas Artes deba estar al tanto y dar el visto bueno para la salida de la obra, pero después hay que pagar ciertos aranceles e impuestos muy altos que el artista no puede afrontar. En muchos casos el valor del envío sale la mitad del valor de la obra, y eso no puede ser.

¿Cuánto hace que pasa esto?
Muchos años.

Sin embargo, tus cuadros se siguen vendiendo tanto aquí como en el extranjero
Si claro, a pesar de esas trabas los cuadros se venden. Tengo muchas obras dando vueltas por el mundo. Hasta hay una serie de obras mías en una milonga de Suiza. Se llama “Tango adiction” y está en Ginebra.
¿Cuál es tu mayor felicidad?
La familia que tengo. Vivir del arte, poder expresarme y que mi país esté bien. No puedo pedir más. Porque aunque es difícil siempre vivimos del arte, toda la vida. Educamos a mis tres hijos gracias al arte. Cuesta mucho y tendría que ser más llevadero para los artistas, pero bueno, poder expresarnos es un tesoro que tenemos.
¿Y tus sueños?
Que mi obra siga trascendiendo.
Nos fuimos de casa de los Volta tras sumergirnos en la vida y la obra de este artista inspirado, entregado por completo a su arte y sus amores; autor de una obra inmensa, original, impresionante. Y de paso conocimos a un hombre cálido y cordial, que supo acompañarnos a recorrer su mundo de ensueños por los laberintos de su fantasía.