Puerto Rico y Argentina, unidos en la misma miseria.
Ambos pueblos sufrimos de la quiebra como un mal endémico, no por culpa de los bonistas rubios de Wall Street, sino por el colapso de nuestros sistemas estatistas y populistas.
Por Luis Dávila Colón (*), para es.panampost.com
Hace miles de soles porteños atrás que me enamoré de Argentina y su gente. Desde Ushuaia y sus estrechos, hasta la enorme boca del mar del plata bonaerense. En mi primera visita a Buenos Aires, me encanté con los gatos de la Recoleta y siempre me pregunté, qué hace que los felinos argentinos se sientan protegidos en los fríos mausoleos de los muertos.
Poco sabía yo que en mi isla, Puerto Rico, hay un lugar mágico similar. Justo en el litoral del Gran Paseo del Castillo San Felipe del Morro que bordea las murallas de San Juan y que guarda con sus rocas muertas la orilla de la Bahía de San Juan, hay también una población de miles de gatos que prefieren estar protegidos entre las piedras muertas de las bravas olas del mar caribeño. La urbe de vivos, también los aterra.
A San Juan y Buenos Aires los separan 6.000 kilómetros de cielo. Es el mismo cielo protector, tropical o astral. Y los gatos, felinos al fin, siempre se guarecen de las tempestades, particularmente las humanas que nos azotan por igual. Sí, mis hermanos argentinos. Compartimos el mismo idioma, la misma cultura, el mismo cielo, historias similares, hasta los mismos gatos y trágicamente también, las mismas malas mañas políticas. Por eso, los gatos se nos protegen de la ciudad. Porque al menos, exiliados en los fríos mausoleos de mármol y granito, y en las calientes piedras del mar, se respira la paz y se refugian de los “vivos” que mandan más, y que también mandan y van.
La tragedia vuestra de hoy, cuyo dolor compartimos, es el vil asesinato (negado por el oficialismo) del fiscal Alberto Nisman, también víctima de un sistema gubernamental que perdió el alma, el corazón y la cabeza. Los titulares hoy en San Juan no son tan nefastos, pero ciertamente, anuncian lo que ya todos en Puerto Rico sabíamos: la quiebra de nuestro Estado libre asociado. La bancarrota de un régimen económico y colonial que ha mantenido a mi isla sumida en una depresión económica de dos décadas y en un vasallaje político de más de cinco siglos. Los últimos 116 años bajo bandera estadounidense.
Nos dice la prensa puertorriqueña que superamos a Argentina con US$ 167.000 millones en deuda pública. Como el Gobierno argentino, por los últimos 62 años Puerto Rico ha vivido del cuento y a costa del dinero prestado. Todo ello sumado a más de US$ 500.000 millones que Estados Unidos han inyectado en nuestra economía colonial. Es decir, ustedes no se sientan tan solitos. Los puertorriqueños también hemos fabricado nuestro propio corralito. Cada uno de nosotros debe al nacer $ 47.000. Y de los pocos que tenemos trabajo, debemos $ 167.000 en deuda pública. Es como para pegarse un tiro o fajarse con los buitres, o a lo mejor esconderse debajo de las piedras pidiéndole posada a un gato.
Después de 62 años de ser un Estado libre asociado, los boricuas no tenemos mucho que enseñar. Seis de cada diez boricuas están desempleados. El valor de nuestras propiedades ha caído sobre 40%. Nuestros ahorros y pensiones andan por el piso. Más de un millón de personas, casi una tercera parte de nuestra población, se han tenido que ir al exilio a los Estados Unidos.
Somos el símbolo del Estado benefactor fracasado. Si hubiese olimpiadas de incompetencia gubernamental, los puertorriqueños le ganaríamos a los argentinos y a los griegos y nos llevaríamos la medalla de oro, la de plata y la de bronce. Y por si acaso, también la de cobre, si hubiese alguna, porque podría vendérsele a los chinos por unas tristes pesetas. Con un agravante: olvídense del River Plate. A nosotros no nos salvan ni Leo Messi ni el Boca Juniors.
Sufrimos pues, ambos pueblos, la debacle de la quiebra. Y aquí como allá, la culpa no es del Yanki. Ni los avezados personajes abogadiles de Ricardo Darín y Solead Villamil en El secreto de sus ojos pudieran descubrirlo mejor: la responsabilidad solidaria y mancomunada recae sobre nosotros mismos. Y contrario a Darín, no podemos darnos el lujo de esperar.
Pues sí, aquí también rondan los buitres y no son necesariamente bonistas rubios de Wall Street. Nuestras tragedias compartidas son directamente atribuibles al colapso de nuestros sistemas de Gobierno estatistas, centralizadores, acaparadores, populistas, de visos totalitarios, antidemocráticos y de corte profundamente socialista, que han terminado por ahogar a nuestras clase media, al empresariado y a los más necesitados.
Sí, mis queridos hermanos. Aquí como allá, gobiernan los que han mandado tanto, que se han quedado solos en su insolvencia moral y económica. La culpa es nuestra por elegir como gobernantes, caricaturas y avatares de ese espécimen hábilmente descrito por Carlos Alberto Montaner, Alvaro Vargas Llosa y Plinio Apuleyo Mendoza en su Manual del Perfecto Idiota Latinoamericano.
No es para llorar. Pero desafortunadamente, compartimos el dolor de una quiebra del Gobierno acaparador, socializante y castrante, ya sea en su perfumada versión gaucha o su “amelazada” versión colonial boricua. Tampoco debemos autofelicitarnos porque pertenezcamos a ese exclusivo club globalizado de la media docena de economías y gobiernos fracasados, ya sea a la Grecia con su Syriza, a la Argentina con su kircherismo-peronista, a la Venezuela con su maduro-chavismo, a la Cuba con su anacrónico castrismo, a la Nicaragua con su orteguismo de caja china, o a la Puerto Rico, con su fraudulento estadolibrismo muñocista. Nombres y apellidos distintos, pero la misma maldición familiar: la peste autoritaria de Gobiernos populistas confiscadores y neosocialistas.
No llores por nosotros, Argentina. Como Puerto Rico, tampoco llorará por vosotros. Al fin a la postre, hay algo que debiéramos aprender de nuestros gatos. Al menos, ellos pueden bailar tangos y salsa debajo de las piedras, protegidos de las grandes insolvencias de los zombis en vida.
Luis Dávila es abogado, y uno de los principales comentaristas y analistas políticos de Puerto Rico. Síguelo en @DavilaColon.