Dos cuentos de Adrián Rusak
El adiós
Era una noche lluviosa y Kevin corría presuroso, huyendo desesperado de la policía. Una vez más, había robado en un supermercado con su banda, pero esta vez no era como las anteriores. Esta vez sus secuaces lo habían abandonado a su suerte, escapando en su combi sin esperarlo.
Y ahí estaba él, escondido en un puente, mientras los patrulleros pasaban raudos en su búsqueda. Solo era cuestión de tiempo para que sucediera lo inevitable. En cada gota que caía del cielo, en cada segundo que pasaba, Kevin tomaba consciencia de que su tiempo en libertad se agotaba. Y fue en ese preciso instante, el momento en que comenzaba a sonar el timbre de su celular. Era su novia Yohana, quien lo esperaba para cenar en su casa y lo llamaba preocupada porque no había llegado todavía de la fábrica textil en la que trabajaba. El timbre sonaba una y otra vez ¿Cómo podría contarle que, una vez más, había optado por el “camino fácil”? ¿Cómo le confesaría que, nuevamente, se había vuelto a juntar con esos malhechores, cuando hacía solamente unos días, le había jurado que jamás volvería a verlos? ¿Cómo iba a decirle que salió a robar, completamente drogado, y había asesinado a un anciano con un solo disparo? Y la respuesta a todas esas preguntas era que… ¡No! ¡No podría hacerle eso a su amada! ¡Ella no merecía pasar otra vez por otro disgusto, después de todo el amor que le había dado!
No había otra opción y por eso, Kevin arrojó su celular por una alcantarilla, mientras el patrullero se acercaba a él para apresarlo. Y finalmente, levantando sus brazos, Kevin se entregó a la Justicia, con la certeza de que nunca más vería a Yohana. Porque después de tantos errores, Kevin comprendió que a veces lo mejor que se puede hacer por la persona amada, es estar lejos de ella. Eso es, en definitiva, el significado del verdadero amor.
Fin
Abner y el dragón
Había una vez, en una tierra lejana, hace mucho… mucho tiempo… un Dragón, que era muy temido por un pequeño pueblo.
Durante años Balduino, el rey de aquél poblado, intentó aniquilar a aquél Dragón, enviando a sus mejores y más despiadados caballeros, pero uno a uno, todos caían ante la furia y el fuego de éste.
Y así, angustiado por sus constantes fracasos, aquél monarca llamó al último caballero capaz de derrotar a la colosal bestia… nada más ni nada menos que al gladiador Abner, un ser con grandes poderes, que blandía una espada invencible.
Al acudir a la convocatoria, Abner le preguntó al rey porque quería acabar con el Dragón, a lo que el monarca respondió “¡Esa criatura ha ocupado mi Castillo y su sola presencia es una amenaza para mi pueblo! ¡Ha hecho trizas a mis mejores guerreros con tan solo un movimiento de sus fauces! ¡Lo mejor para todos es que un caballero acabe con su vida de una vez y para siempre!”
Al escuchar aquellas explicaciones, Abner aceptó la misión y se dirigió con su fiel corcel hacia el oscuro castillo.
Así, a cada paso, fueron esquivando los peligros de un camino lleno espinas y serpientes venenosas camufladas entre ellas, a las cuales Abner vencía con su poderosa espada, mientras su corcel galopaba sin cesar.
Tras terminar de transitar ese terrible camino, Abner y su corcel, llegaron al castillo y el guerrero bajó del lomo de su caballo, para luego indicarle que se marchara a otro lugar, ya que no estaría seguro allí.
Obediente como siempre, el corcel se marchó y el caballero, muy sigilosamente, ingresó al castillo.
Al avanzar dentro del mismo, empuñando siempre su espada, Abner sintió mucho calor y vió a unos metros un sitio lleno de fuego y luz, lo que despertó su extrema curiosidad.
Abner se acercó a aquél espacio y, para su sorpresa, se encontró con un sitio acogedor, con antorchas a su alrededor (lo que explicaba el fuego y la luz) y… ¡El Dragón durmiendo plácidamente!
Sonriendo ante su fortuna, Abner alzó su espada, dispuesto a matar a la bestia ¡Muy pronto acabaría con su misión y podría darle la buena noticia al rey!
Pero en el momento en que el valiente caballero asestaría su espada, el Dragón se movió levemente hacia un costado y Abner hizo un nuevo descubrimiento… ¡Debajo de la bestia, yacían unos huevos!
¡Y fue así que llegó a la conclusión de que el Dragón simplemente había atacado a los caballeros para proteger a sus futuras crías y había ocupado el castillo para tener un buen espacio donde armar su nido!
Pero si bien, todas esas explicaciones eran valederas, él había hecho una promesa… y sabía muy bien que debía cumplirla…
Días después, Abner regresó al pueblo con una gran noticia ¡El castillo ya estaba a disposición del rey! ¡Y los habitantes del pueblo ya nunca tendrían que volver a temer por el Dragón!
¡El rey y todos los pobladores recibieron con júbilo la noticia y vivaron al valiente caballero durante días, con grandes celebraciones en su honor!
Y luego de la celebración más grande de todas, en la que el rey retornó a su castillo, el monarca le preguntó al guerrero como había logrado vencer a la bestia y que había hecho con su cuerpo.
Ante tal cuestionamiento, Abner negó con su cabeza y respondió que él nunca había asegurado haber matado al Dragón.
Al escucharlo, el monarca se horrorizó por la respuesta y reclamó al caballero su falla en la misión, ya que al no matar a la bestia, el peligro seguía vigente.
Enojado ante tal acusación, Abner sacó su espada muy molesto y miró al rey, quien lo miró petrificado por el susto y la sorpresa. Y acto seguido, el caballero exclamó “¡No me fue necesario matar al Dragón porque pude comunicarme con él y llegar a un acuerdo! ¡La bestia en realidad era una madre que había llegado al castillo para darles un lugar seguro a sus hijos, por lo que le expliqué que tras unas colinas había un lugar especial, unas cuevas muy seguras, donde podría estar en paz y lejos de cualquier amenaza! ¡Y por eso, aceptó marcharse a aquél sitio, con la promesa que le hice, de que nunca más la molestaría caballero alguno! ¡Por eso, su majestad, espero que cumpla con ese acuerdo! ¡Los problemas no se solucionan siempre a través de la violencia, a veces hay otros medios!”.

Así, el rey asintió tranquilamente con su cabeza y Abner guardó su espada, para finalmente marcharse, quien sabe a dónde…
Y el rey aprendió una gran lección: “Los problemas no se solucionan de mala manera y lo mejor es primero, intentar dialogar y solucionar los conflictos pacíficamente”.
Fin
Adrián Rusak
Redactor y guionista tanto en el campo radial como en el audiovisual.
Co-autor del piloto unitario “Umbrales”. Ha escrito, también en co-autoría, el radioteatro “Jaque Mate” el cual fue representado en la radio del ISER FM 95.5 y en el prestigioso evento “Hecho en Taller” en el Auditorio Gregorio de Laferrère (Argentores).
También ha sido parte del equipo que ha realizado la producción artística de la Radio Soldados FM 87.5, para el relanzamiento de la emisora en el año 2015.
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