En la XVI edición de la Feria del Libro de Tandil, se rescató la figura de Ricardo Garijo (1953-2009), artista tandilense reconocido nacional e internacionalmente como un gran dibujante, historietista y escritor.
El sitio web eldiariodetandil.com repasa la trayectoria y obra del querido esposo, padre y vecino que dejó una huella imborrable en todos sus allegados y seguidores.
Ricardo Garijo, en blanco y negro
Ricardo Garijo nació el primero de diciembre, de una primavera tandilense de 1953. Fue el segundo hijo de una pareja de inmigrantes que llegaron a la Argentina escapando del horror. Durante la Segunda Guerra Mundial su madre fue una activista de la célebre «Resistencia Francesa», al tanto que su padre fue un sobreviviente de la Guerra Civil Española y luego del campo de concentración nazi «Mauthausen».
Estas historias marcaron rápidamente al joven Ricardo que creció escuchando los relatos de su padre y leyendo ciencia ficción, dos ejes que marcaron su obra. Cuenta su historia que aprendió a hablar en inglés viendo películas norteamericanas y escuchando The Beatles. Al mismo tiempo que descubrió tempranamente su habilidad para el dibujo. Además de cursar sus estudios primarios, asistió a la Escuela Municipal de Artes Visuales «Vicente Seritti» y a los seis años ya ganó su primer concurso de dibujos.
En sus últimos años de vida también destacó como escritor. Su relación con los libros también data de aquellos primeros años. Cuando repasó toda la bibliografía de Julio Verne, lo mismo la ciencia ficción que marcábamos líneas arriba.
Este género fue una de sus pasiones, por eso no dudó en elegirlo cuando tuvo su primera oportunidad en un diario argentino, La Capital de Mar del Plata, y tituló su tira diaria «Planeta de Acero», allá por 1980. Un par de años después avanzó sobre Buenos Aires y el viejo diario La Razón lo tuvo entre sus colaboradores con la tira «Lomax». En ambos casos Garijo fue guionista y dibujante.
A fines de 1982 empezó a trabajar para la casa Thomson de Dundee, Escocia, a través de la agencia de César Spadari. En un comienzo lo hizo para la revista Starblazer con historietas de fantasía y más tarde para la revista Commando con historias bélicas, que continuó dibujando hasta el año 2009.
Su compañera de vida y madre de sus tres hijos, Adriana Goñi, comentó en una entrevista a El Eco de Tandil que «En relación a la historieta, se levantaba a las seis o seis y media de la mañana. Luego del desayuno se sentaba en su lugar de trabajo, en casa, junto a su escritorio a dibujar hasta el mediodía, que interrumpía para almorzar. Continuaba hasta las tres de la tarde más o menos. Si además estaba escribiendo, por la tarde se sentaba frente a la PC a escribir».
La familia lo recuerda ordenado, observador al máximo, tranquilo, con mucho humor. ¡Humor irónico! Era un apasionado de la lectura y de la televisión, pero de la buena. Se quejaba mucho de nuestra TV argentina. Le encantaba viajar, además. Le gustaba Borges, Cortazar, Piazzolla y el cine.
En 1997 publicó la revista de historietas «Gurbos en Extinción», en sociedad con el guionista y amigo entrañable, Raúl O. Echegaray.
De esta relación inquebrantable nacieron «Historietas Bonaerenses», editada por la Subsecretaría de Cultura de la Provincia de Buenos Aires en 1999 e «Historietas en la Biblioteca» en 2001, estas dos últimas conteniendo trabajos de los alumnos del taller de historietas de Garijo y Echegaray.
De esa experiencia surgió la publicación de un texto técnico dedicado a docentes editado por la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires: «Taller Integral de Historietas».
Ricardo Garijo consideraba el punto más alto de su asociación con Echegaray la publicación del álbum «Diario de Plaza Moreno», a fines de 2002. Se trata de una colección de 9 historias fantásticas sobre Tandil, ciudad natal de los autores.
Ha publicado sus trabajos la argentina Skorpio, de Ediciones Récord, en la editorial Clipper de Peoria, Illinois; en la italiana Lancio; en La Cúpula, de Barcelona, con un par de álbumes eróticos publicados también en Francia y una serie de 52 tarjetas coleccionables bajo el título «Don’t Let It Happen Here» para Monsterwax de Tallahassee, Florida. Fue un artista multifacético.
El 1° de diciembre de 2008 Ricardo Garijo fue seleccionado en el Concurso de Cuentos organizado por el Fondo Nacional de las Artes, en ocasión de su 50° aniversario. Su cuento «LOS TRENES» obtuvo el primer premio (Premio Directorio) entre más de 1.500 obras.
Pocos meses antes de su partida en el año 2009, un grupo de estudiantes filmó un breve documental sobre su prolífica obra. Él, muy humilde, se restó méritos: «En mi casa las cosas estaban bien y solo tenía que concentrarme en dibujar, y también un poco en escribir».
Por esos mismos días recibió un homenaje muy sentido en la Biblioteca Rivadavia en el «Día de la Historieta Nacional», a principios de septiembre. Allí estuvieron sus grandes amigos de toda la vida. Con quienes compartió veladas memorables. Fue un último mimo al corazón, en una ciudad que quizás nunca valoró a un artista genial y reconocido.
Tuvo todas las oportunidades para irse y buscar fortunas en el exterior, pero siempre defendió su tierra. Aquí le gustaba estar y dibujar. Cerca de sus «compañeros», de la mesa del café y su círculo íntimo.
Ricardo Garijo por Raul Echegaray
(4/9/2009. Biblioteca Rivadavia. Tandil)
«Estábamos condenados a viajar. De haber sabido que viajaríamos tanto cuando me ofreciste que intentara escribir un guión allá por 1985, es probable que hubiera declinado. Nuestros primeros trabajos con los cuales intentamos publicar en FIERRO en aquellos años de incipiente democracia, cuando FIERRO era FIERRO y Juan Sasturain estaba al frente de la redacción, nos obligaron a conocer de memoria cada bache, cada curva y cada vaca que apacentaba al costado de ruta 30, la 3, la 2 y la 226.
Estábamos condenados de antemano a pagar las consecuencias de tantas horas en la ruta y de urgentes caminatas por Buenos Aires, consultando planos y direcciones escritas en papelitos arrugados, con los originales bajo el brazo y los pies calcinados, embotados de tanto caminar..
No hubo redacción más o menos importante en cuyos baños quedaran grabadas las huellas de tanto ajetreo, de pantagruélicos almuerzos con las inevitables papas fritas, que alguna vez supimos acompañar con un vino tan pero tan berreta, que nos hizo doler la cabeza por varios días y al que supimos imaginar depositado al sol en la azotea del modesto boliche de comidas al paso.
Sin embargo, era bueno alentar esperanzas y tomar en café en cualquier boliche de Buenos Aires o La Plata, mirando pasar el mundo a través de la vidriera. Haciendo planes, pergeñando futuras historias.
Cuando hicimos juntos la histórica recorrida de Historietas Bonaerenses y tuvimos que viajar todas las semanas durante tres meses vía Junín, Necochea, San Martín, Monte, La Plata y Buenos Aires con parada en Tandil; tuviste la ingeniosa idea de hacer el cálculo de horas de viaje y de kilómetros recorridos, cuando ya todo había concluido y nos habían salido callos en el culo y yo había tenido que consultar a una dermatóloga para que me curara la infección que padecía en los pies calcinados. Finalmente, terminaste leyendo tu estadística a la Comunidad Científica Internacional en el Salón Blanco, durante la presentación de la revista.
En esos largos viajes por la llanura bonaerense – tediosos e interminables -, terminamos fabulando sobre la existencia de pueblos míseros y olvidados a los que imaginábamos ocultos detrás de una loma, de una arboleda, e incluso detrás un cartel de propaganda. Así cobraron vida, hundidos en la pobreza y el olvido: Cartón Pintado, Los Orines, Renglón Torcido, Las Heces, Desagote y Torcaza Histérica. Jamás supimos explicarnos la horrorosa falta cometida por el Pescado Castigado, que diera nombre a un arroyo ignoto que cruza la ruta en algún punto de la provincia que ya no recuerdo. Un drama turbio entre pejerreyes y tarariras con sus secuelas de maltratos y violaciones fue la hipótesis más arriesgada.
Durante los breves interregnos en los que no viajábamos, tomábamos café o comíamos asados regados con abundante tintillo; también se escribía o se dibujaba. Vos habías parido LOMAX y PLANETA DE ACERO; y luego, cuando nos asociamos, hicimos GURBOS y el DIARIO DE PLAZA MORENO, siendo este último nuestra más grande satisfacción como equipo. En esos años turbios, haciendo las veces de profesores de guión y dibujo, nos vinculamos con una cáfila de alumnos indeseables que produjeron HISTORIETAS BONAERENSES e HISTORIETAS EN LA BIBLIOTECA I Y II. Piero De Benedictis y Roberto Mouillerón jugaron un papel decisivo y solidario en aquellos tiempos. Hugo Costanzo desde Tres Arroyos, Jorge Dabós desde Necochea y Gabriel Cagliolo desde Tandil, ilustres artistas y amigos entrañables, compartieron de una manera u otra nuestra aventura.
Y esos muchachos a los que habíamos tratado de extraviar por los tortuosos y deleznables caminos del arte, en lugar de dedicarse a ser personas de bien, fundando una sólida posición económica, se la tomaron tan en serio que en su mayoría maduraron y pasaron a convertirse en artistas de cuidado en lugar de convertirse en hombres de provecho.
Vos decías que te habías convertido en dibujante para no tener que laburar. Yo tenía que laburar como loco para intentar escribir una página más o menos decente. Después te convertiste en escritor para no tener que laburar. Yo tenía que laburar para poder entender como mierda escribías tan bien y con tanta facilidad; cuando en verdad, los guionistas siempre habíamos pensado que los dibujantes pertenecían a una raza inferior, sometida al mandato de esposas y suegras e hijas.
EL FUEGO y EL TREN, merecidamente premiados y preñados de valores literarios fueron muestra de tu capacidad literaria, en tanto que LOS CIELOS DE PIEDRA aguarda en España su pronta aparición y los mejores auspicios. Aguarda su forma definitiva de papel y tinta para poder contarle al lector la odisea enmascarada en la ficción de un hombre que sobrevivió cinco años en un campo de concentración en Austria en manos de los nazis, luego de haber vivido emparedado en un pueblo de España, condenado a muerte por las fuerzas occidentales y cristianas de Franco. Ese hombre era don Eulogio Garijo. Tu padre.
Y ahora en este merecido homenaje que intentamos tributarte, aunque no estés sentado frente a nosotros, pero estando nosotros impregnados de tu presencia, compartiendo este querido espacio con Adriana y tus pibas, con la presencia espiritual del Ricar que está en España, con amigos entrañables, conocidos y hinchas y admiradores, es probable que se me haga o se nos haga un nudo en la garganta, pero debemos ser fuertes. «Los hombres no lloran» me dijo una vez mi padre con los ojos bañados en lágrimas, y mi padre tenía razón: los hombres no lloran. En todo caso se ríen por no llorar.
Señoras y señores, en estos momentos, si se me permite la licencia y con el debido respeto, Ricardo Garijo se encuentra en una trinchera ubicada en los lindes del Gran Buenos Aires junto a Juan Salvo, El Eternauta, el cronista Mosca y algunos otros, peleando con bravura y resistiendo contra los manos, los ellos, los gurbos y los cascarudos. Pelea como mejor puede, con la entereza y la dignidad de un hombre que supo crear una familia que lo apoya íntegramente en esta difícil batalla, y con la conciencia de haber realizado una obra de gran valor artístico y literario, durante largos años de intenso trabajo y dedicación. Solo resta decir que tiene amigos entrañables y admiradores que están rogando a Dios por su salud.
No tengo más nada que agregar porque siento que hay olor humo en el patio y un tufillo a asado que no se resiste. El Fuego relumbra en la noche; y en tanto se dora el asado, el Chicato descorcha un vino y vuelve a contar el mismo chiste que nos hará reír por milésima vez. Vos fumás apoyado en el tronco de un árbol riéndote del chiste y del Chicato. José Rossanigo, solícito como siempre, prepara las ensaladas con Frank Lester, en tanto que el Darta y Nacho se ocupan de poner la mesa. Yo le arrimo unos palos al fuego. El vino está bueno y la noche apacible nos cobija eternamente bajo un cielo poblado de estrellas.