«La fragilidad de los tiempos en que vivimos es también esta: creer que no existe posibilidad alguna de rescate, una mano que te levanta, un abrazo que te salva, que te perdona, te inunda de un amor infinito, paciente, indulgente; te vuelve a poner en el camino. Necesitamos misericordia.
Cuando se experimenta el abrazo de misericordia, cuando nos dejamos abrazar, cuando nos conmovemos: entonces la vida puede cambiar, pues tratamos de responder a este don inmenso e imprevisto, que a los ojos humanos puede parecer incluso “injusto” en tanto que superabundante».
Papa Francisco
«Cuando el centurión vio a Jesús; cuando la samaritana se sintió mirada y descrita hasta el fondo; cuando la adúltera oyó que le decía: “Tampoco yo te condeno, vete y no peques más”; cuando Juan y Andrés se encontraron delante aquel rostro que les miraba y les hablaba: fue como si se sumergieran en esa presencia. Sumergirse en la presencia de Cristo que nos da su justicia, mirarlo: ésta es la conversión que nos cambia de raíz; es decir, quedamos perdonados. Basta con volver a mirarle, basta con volver a pensar en Él, y somos perdonados».
Luigi Giussani
Imagen de portada: Cristo y la adultera, Jean de Dieu.